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Bienvenido/a a este blog, que nace, con el año 2012, como vehículo para la transferencia y divulgación del conocimiento, particularmente en materia de turismo. Como complemento:

-He aquí el documento resultado de casi cinco años (2010 a 2014, 55 artículos) escribiendo cada mes en HECONOMIA, con análisis y propuestas para el turismo provincial: https://www.dropbox.com/s/oblyls2fi3tov7g/HEconomia_2010_2014_55_articulos.pdf?dl=0

-Los 12 artículos de la sección EL MURO del diario Huelva Información (año 2015): https://www.dropbox.com/s/sqlyhbqu1hc7if1/ElMuro_HI_2015.pdf?dl=0

-Y las múltiples colaboraciones en Hosteltur: https://www.hosteltur.com/comunidad/usuario/vargas

Además, en la siguiente URLs encontrará más, mucho más, sobre mi actividad académica (mi legado): https://padlet.com/alfonsovargassanchez/cvm56nauhvrhsnua

Y lo más importante: ¿aún no conoce Huelva? Descúbrala en el siguiente enlace y en la presentación que sigue: http://www.turismohuelva.org - https://www.dropbox.com/s/8ada1ku91qtoknc/AunNoConocesHuelva.pps?dl=0

lunes, 6 de abril de 2015

EL MURO: DE LA VIDA

A veces la vida se hace cuesta arriba, un muro que parece infranqueable. Todo parece indicar que esto fue lo que le sucedió a Andreas Lubitz, el tristemente ya famoso copiloto de la compañía aérea Germanwings. Este es sólo un ejemplo, muy notorio por sus consecuencias y repercusión mundial, pero es algo que continuamente y en todas partes sucede a personas anónimas, que por diferentes circunstancias se sienten incapaces de subir ese muro que la vida les ha colocado delante, y continuar.

Estas situaciones me conducen a reflexionar acerca del sentido de la vida, un tema, por cierto, muy acorde con el sentido espiritual e íntimo que para muchos estas fechas de Semana Santa siguen representando, más allá de otro tipo de perfiles más mundanos que también la adornan.

No pocas veces ese muro es la decadencia física, la enfermedad y el sufrimiento de nuestros mayores y seres queridos, cuando se siente que es demasiado doloroso para ser sobrellevado. La llamada “ley de vida” tampoco sirve de consuelo, pese a saber que es cierta y contar con que ha de llegar. No digamos cuando lo antedicho se produce en contra de esa ley natural. La vida en el submundo de los hospitales y las residencias de ancianos puede ser anímicamente devastadora, a la vez que emocionante al ver como muchas personas se entregan por los demás con un espíritu encomiable, tanto profesionales como cuidadores.

En otras ocasiones el muro se coloca en el plano profesional, cuando no encuentras las oportunidades por las que tanto te has esforzado; cuando percibes que ya no puedes hacer más o nada que valga la pena;  cuando, en el fondo, has perdido la esperanza. Lo ha ejemplificado en estos días un laureado deportista olímpico español, David Cal, cuando declaró, con lágrimas en los ojos, que se retiraba porque había perdido la ilusión, la motivación.

En estas situaciones cabe preguntarse ¿qué sentido tiene seguir? ¿Para qué vivir, si sólo es sobrevivir sin expectativas que lo justifique?

Cada uno, dependiendo de sus creencias y de su fortaleza interior, puede hallar, o no, una respuesta. Yo ahora quiero re-encontrarla, porque también perdí esa imprescindible ilusión que necesitas para seguir avanzando, y además ofrecerla a los demás, por si, dentro de mi modestia, a alguien sirviera.

Recuerdo que mi mejor maestro en la universidad me dijo en cierta ocasión: Alfonso,  cuando tengas dudas acude a los fundamentos. Estábamos hablando del mundo empresarial, pero igual vale para la vida cotidiana: los fundamentos son tu misión en la vida y tus valores.

En este sentido, dentro del ámbito al que la vida me ha conducido, distinto al suyo, yo quisiera hacerlo como mi padre, sabiendo que no podré llegar tan lejos como él pese a que tuvo que lucharlo en circunstancias más adversas. Él me inculcó unos valores y una misión, que sintetizo en un onubensismo no vacío o de cara a la galería, sino cuajado de solidaridad y ayuda a los demás; con responsabilidad, sobriedad, sencillez, sin alharacas, pero con el corazón puesto en todo lo que hacía, ese gran corazón que fue el último en resistir los embates de la enfermedad. Yo quisiera poder dejar alguna huella, siguiendo su estela, aunque nunca será tan profunda como la suya. No dejaré ni descendencia ni fortuna: no las tengo. Pero sí quisiera ser útil a los demás (especialmente a los jóvenes) y a la sociedad tanto como pueda. Quisiera que eso pudiera hacerlo, desarrollando todo el potencial que pudiera tener, al servicio de mi comunidad, pero si no (me cuesta rendirme) buscaré otra /s con lo único que tengo: convicción de que siempre hay que mirar hacia arriba, capacidad de superación y algunos conocimientos, que sólo gracias a él, y a lo que en toda su vida trabajó, pude acumular.

Como no sería nada sin él, este es un pequeño homenaje a mi padre, Pepe Vargas, que siento la necesidad de compartir, sobre todo por los valores que representó y que son tan necesarios en la sociedad actual. Ahí quedó su obra, que hará que siempre esté con nosotros. No pasó sin más por la vida, y eso es un motivo de orgullo.
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Publicado en Huelva Información, 5-4-15, p. 22.


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