Bienvenida

¡GRACIAS POR SU INTERÉS!

Bienvenido/a a este blog, que nace, con el año 2012, como vehículo para la transferencia y divulgación del conocimiento, particularmente en materia de turismo. Como complemento:

-He aquí el documento resultado de casi cinco años (2010 a 2014, 55 artículos) escribiendo cada mes en HECONOMIA, con análisis y propuestas para el turismo provincial: https://www.dropbox.com/s/oblyls2fi3tov7g/HEconomia_2010_2014_55_articulos.pdf?dl=0

-Los 12 artículos de la sección EL MURO del diario Huelva Información (año 2015): https://www.dropbox.com/s/sqlyhbqu1hc7if1/ElMuro_HI_2015.pdf?dl=0

-Y las múltiples colaboraciones en Hosteltur: https://www.hosteltur.com/comunidad/usuario/vargas

Además, en la siguiente URLs encontrará más, mucho más, sobre mi actividad académica (mi legado): https://padlet.com/alfonsovargassanchez/cvm56nauhvrhsnua

Y lo más importante: ¿aún no conoce Huelva? Descúbrala en el siguiente enlace y en la presentación que sigue: http://www.turismohuelva.org - https://www.dropbox.com/s/8ada1ku91qtoknc/AunNoConocesHuelva.pps?dl=0

lunes, 17 de agosto de 2015

EL MURO: DE LAS RESPONSABILIDADES

Es hora de exigir responsabilidades, sí. En una entrevista que me realizaron hace unos meses en un diario de circulación provincial dije, y así lo recogió el periodista como titular de la misma: “Huelva se nos está muriendo por inacción propia”, en referencia a los políticos que nos gobiernan. El caso de la Plataforma en Defensa de los Regadíos del Condado es uno de los varios ejemplos que cabe mostrar: no necesitamos candidatos a las elecciones, sino líderes sociales comprometidos con la gente y sus problemas cotidianos.

El grito de “¡Agua ya!”, aunque ahora se expresa de forma unitaria, coordinada y casi desesperada en el Condado onubense, no es nuevo ni mucho menos. Son décadas y décadas esperando la solución de un trasvase de aguas superficiales que alivie la presión sobre el famoso acuífero 27 Almonte-Marismas.

No vamos a negar que éste es un problema complejo, en el que subyace la búsqueda del siempre difícil equilibrio entre desarrollo económico (agrícola en este caso) y preservación del medio ambiente (máxime tratándose de una joya natural única como es Doñana), con actores diversos cuyas prioridades son diferentes cuando no contrapuestas. De hecho, podría ser presentado como paradigma de las dificultades que entraña lograr la ansiada sostenibilidad, sin la cual hoy en día no se concibe ningún proyecto de desarrollo territorial. Como tampoco cabe pasar por alto que en determinados momentos se cometieron abusos, y en ocasiones algunos de esos actores se desempeñaron con un celo excesivo en orden a lograr la imprescindible compatibilidad que haga que de una vez Doñana no sea un espacio percibido como una traba o un enemigo, sino como una marca de calidad que añade valor a las producciones.

Pero tampoco podemos cerrar los ojos a los esfuerzos realizados por los agricultores. Este sector productivo tan fundamental para la economía comarcal y provincial nació a través de la combinación de varias tecnologías de vanguardia, entre ellas la de irrigación, importada de Israel, donde quienes iniciaron esta aventura, hoy transformada en una realidad próspera, encontraron la forma más eficaz y eficiente de aprovechar el agua. Este sector se ha esforzado por incorporar las más estrictas medidas de aseguramiento de la calidad, gestión medioambiental (producción ecológica o integrada, control biológico de plagas, etc.), trazabilidad… también porque los mercados se lo han ido exigiendo, todo sea dicho. 

Y con todo esto, ¿por qué el problema de la disponibilidad de aguas superficiales, en una provincia excedentaria de este recurso, sigue sin resolverse después de muchos lustros? Recordemos cuando, en un justo ejercicio solidario, enviábamos agua a Cádiz en barco. La respuesta no está en el sector de las berries, que está organizado y se autocontrola, sino en el entramado burocrático-administrativo que nuestros gobernantes han creado y que se ha convertido en un gran monstruo que nos devora. No es sólo que haya dos confederaciones hidrográficas implicadas, sino que nuestros gobernantes no han sabido o querido desenmarañar lo que han enmarañado excesivamente y que hace que cualquier proyecto (también en otros sectores, como el minero por ejemplo) se eternice, con la consiguiente incertidumbre y pérdida de puestos de trabajo, producción, renta y competitividad.

Ahora bien, esto tiene responsables, y es hora de pedir cuentas y soluciones (a corto y a medio plazo), pues el resultado no puede ser de ninguna forma cortar las alas a una actividad productiva rentable estando en el profundo agujero del desempleo en el que nos encontramos: no nos lo podemos permitir, por sus consecuencias irreparables. 

---
P.D.: Sin perjuicio de los esfuerzos que los organismos competentes hayan hecho y estén haciendo, si los regantes del Condado dicen necesitar 15 hm3 y sólo en el embalse del Andévalo hay del orden de 600 hm3, la situación después de tantos años es difícil de entender para el ciudadano de a pie, y más para quien se ve directamente afectado, a pesar de la maraña jurídica y de intereses que claramente existe.
---
Publicado en Huelva Información, 16-8-15, p. 10.

viernes, 14 de agosto de 2015

EL TURISMO DE LA CANTIDAD

Esta impresionante foto acompañaba un artículo recientemente publicado en un diario de tirada nacional, y me hizo retomar una vieja preocupación: “El desafío del turismo masivo”, que es el título de dicho artículo.


Contemplar ese “monstruo” de crucero atracando en un lugar tan sensible como Venecia me resultó espantoso (igual podría haber sido en determinados puertos de nuestra costa) y estimuló de nuevo mi reflexión al respecto de la masificación, de la sostenibilidad del turismo de masas. Esos desembarcos a modo de invasiones (aunque sean por unas horas) en entornos frágiles son un atentado fruto del economicismo más feroz y depredador. En algunas islas, como en las pequeñas del archipiélago de Hawai, se prohibieron.
Hasta los propios empresarios de Exceltur ya han manifestado públicamente que les preocupa el modelo de turismo de cantidad y cantidad: a mí también.
Cada vez que un político (no sé si responsable o irresponsablemente) anuncia, sobre todo en esta época del año, cifras récords de turistas, confieso que se me ponen los pelos como escarpias, aunque vaya contracorriente. Sin entrar en los factores exógenos que nos están beneficiando desde hace años (no todo es mérito nuestro), en referencia a la inestabilidad e inseguridad en países competidores, fundamentalmente, en el segmento del turismo de sol y playa, me pregunto por qué éste es prácticamente el único indicador que se utiliza para medir la bondad de la evolución del sector, atribuidas, por supuesto, a las políticas públicas (cuando los datos no son tan halagüeños ya se buscan otras explicaciones: la del enemigo exterior, con una alarmante falta de autocrítica y voluntad/capacidad de aprendizaje). En realidad la rentabilidad no está necesariamente unida a la cantidad, sino más bien a la calidad.
Como turistas somos todos, dicen algunos/as hasta con estudios en la materia (lo cual no dice mucho de dónde se estudió), parece sobreentenderse que cualquiera puede gestionar un destino turístico, como cualquiera puede hacer la alineación del equipo de fútbol de sus amores. Cómo hiere ese paralelismo cuando nos encontramos ante, quizás, el sector más complejo de gestionar, por la multitud de agentes (públicos y privados) que intervienen y la infinidad de interrelaciones que se dan entre ellos en esa tupida malla, amén de por su naturaleza (y competencia) global.
La realidad que un servidor observa es, en general:
-La de una gran falta de profesionalidad en la gestión de los destinos, en la que la implicación de los municipios es esencial (si es que la hay, porque aún muchos confunden gestión con mera promoción). Dicho de otra manera, el turismo, la principal industria nacional, sigue sin tomarse suficientemente en serio. Paradojas de nuestro país.
-Que el turismo masivo es como el "ying" y el "yang", con sus efectos positivos y negativos, aunque estos últimos deliberadamente tienden a dejarse en un segundo plano: me pregunto por la satisfacción que puede generar en el cliente el tener que hacer cola hasta para encontrar un hueco donde poner sombrilla y toalla playeras, que le cobren por estacionar su vehículo (si puede), pagar más por todo a cambio de un peor servicio, la pérdida de calidad de vida en la comunidad receptora de esas hordas ávidas de disfrute, tal y como cada cual lo entienda (el turista ha de ser educado para respetar, igual que el residente para acoger, y esto no se hace), el impacto sobre entornos naturales frágiles, sobre la conservación del patrimonio histórico-artístico…
-Que cualquier tipo de turista vale (que vengan cuantos más mejor), porque no se ha definido el modelo que se desea para el destino en cuestión en función de sus recursos y características, así como de las aspiraciones de sus gentes. O sea, que no suele haber planificación, que delimite, por ejemplo, capacidades de carga.
-Que caso de existir algún plan, no irá más allá de la próxima legislatura, sin reparar que la profundidad de los cambios producidos y de los que están por llegar exige poner la luz larga y prepararse pensando en los próximos lustros e incluso décadas. Por ejemplo, en los destinos de sol y playa, ¿se están preguntando siquiera sus autoridades los efectos que puede provocar el cambio climático, con un incremento del nivel de las aguas? Esto no se improvisa. O pensemos en aquellas playas que hay que regenerar artificialmente cada año con aportes de arena que cuestan lo suyo.
-Que seguimos anclados en el paradigma del siglo pasado, con la sostenibilidad como un mero adjetivo, no como un sustantivo. Los progresos son demasiado lentos para la exigencia de una población que busca algo diferente. Hemos de construir un turismo más solidario espacial y temporalmente.
-Prueba de ello es la extensión del modelo “todo incluido”. Sin perjuicio de que tiene su mercado, es palpable que resulta cuando menos socialmente insostenible: ¿cómo puede ser socialmente sostenible un modelo en el cuál los clientes no salen del hotel? Podría poner algún que otro ejemplo más.
Y el corolario final: si no alteramos esta situación, llegará un momento en que se nos vuelva, como un boomerang, en nuestra contra. Tomemos conciencia, por favor. Todo tiene sus límites: se puede morir de éxito.
---
Publicado en Hosteltur el 13-8-15, y seleccionado como post destacado del día.