Ya sabemos oficialmente que son, otra vez, tres -hoy ha sido
comunicada en el sitio web de la universidad la proclamación (provisional) de los
mismos-.
Pues bien, partiendo del asumido papel de outsider de
alguien que (pese a ser potencialmente elegible desde 2001) se auto-sitúa, al
dictado de su experiencia, al margen de
un “juego” en el que no cree por su endogamia y falta de orientación a las
necesidades sociales (los candidatos han de ganar el apoyo de los votantes, y
estos son, única y exclusivamente, los miembros de la comunidad universitaria, cada
uno con sus intereses particulares); partiendo de la convicción personal de
que, como resultado de lo antedicho, los problemas más de fondo no son subsanables,
ni siquiera abordables, mientras el sistema de gobernanza no se cambie desde el
Boletín Oficial del Estado; pese a ello, la gestión del día a día, la asignación
y administración de los recursos disponibles, el ambiente de trabajo y la
prestación de los servicios se ve afectada por quienes gobiernan la institución,
de ahí que sea relevante conocer mejor lo que piensan. Detrás de toda manera de
hacer hay una manera de pensar, unos valores. Y éste es el punto que más me
interesa en este momento, pues los genuinos valores universitarios parecen
estar, en general, en progresiva dilución.
Meritocracia y autonomía son pilares esenciales de la
institución universitaria y, por ello, deben impregnar todo su accionar. Por
ejemplo, y ahí van algunas preguntas, quizás distintas a las de la mayoría:
-¿Piensan los candidatos que debe haber mecanismos que
garanticen que los mejores curricularmente hablando (esta es la meritocracia)
participan e incluso están al frente de aquellos programas formativos que se
ofrecen a la sociedad, como sus másteres? ¿Puede permitirse que el mérito
acreditado sea suplantado por las filias y las fobias?
-¿Piensan los candidatos que debe haber mecanismos que
garanticen que los mejores curricularmente hablando (esta es la meritocracia)
participan e incluso están al frente de los centros de investigación? ¿Debe ser
éste el criterio para determinar quiénes han de dirigirlos, la votación entre
sus miembros, u otro eventualmente? Téngase en cuenta que un centro de este
tipo está para hacer ciencia, no es un órgano político ni de representación.
-Si reciben el encargo de alguna empresa o administración
pública para realizar un estudio/informe/dictamen, ¿cómo seleccionarán a las
personas que recibirán la encomienda? ¿Qué criterios utilizarán?
-¿Creen que sería sano un compromiso firme por respetar las
áreas de especialización de cada quien, contando en cada caso con quienes tengan
una trayectoria que les avale? ¿No es esto lo racional desde el punto de vista
de la aplicación de los recursos humanos en aras de un desempeño óptimo de la
organización, o volvemos a las filias y las fobias?
-Cuando una unidad de esta universidad está financiada por
un tercero -por ejemplo las (mal)llamadas cátedras externas-, ¿ésta debe atender a
las preferencias o vetos de quien financia, o debe mantener su criterio
respecto a la dirección de la misma si la persona que entiende más adecuada en
función de sus méritos no es, en una determinada coyuntura, del agrado de la
parte financiadora? La cuestión no es tan baladí como pudiera parecer al
apelarse a un acuerdo entre las partes, pues en el fondo es la libertad de
cátedra (lo que es lo mismo que decir la libertad de pensamiento y palabra
fruto del estudio y la investigación) lo que puede estar en causa.
Aunque habría bastantes más, las respuestas a preguntas como
éstas marcan la pauta, para mí, de los valores que impregnarán la acción de
gobierno, y esto es importante, pues las organizaciones se cohesionan a través
de valores compartidos que se fortalecen al ponerlos en práctica. No obstante,
las expectativas de que sean respondidas son escasas: en este sistema quien no
está en la pomada política es, sencillamente, irrelevante a estos efectos (y servidor,
voluntariamente, no lo está).
Un ruego para acabar: no me gustaría asistir a una campaña
al estilo político al uso, que no es precisamente edificante: la universidad es
un ámbito distinto que debería responder a prácticas consonantes con la altura
intelectual que a unos catedráticos aspirantes a Rector se les supone. La
institución (que es lo que verdaderamente importa) debe salir fortalecida, no
mal parada.