Nota: Puede consultar los meses anteriores también en este blog.
miércoles, 23 de agosto de 2017
miércoles, 16 de agosto de 2017
NO ES TURISMOFOBIA
La Real Academia
Española define fobia como la “aversión exagerada a alguien o a algo”. El
turismo, por más que se visualice como una industria sin chimeneas, tiene sus
externalidades negativas, que es preciso conocer para poder regularlas y
minimizarlas, pero no por ello el turismo, sin más, debe ser estigmatizado: no podemos pasar por alto que todos, en mayor o menor medida, ejercemos como turistas. Hemos
de aquilatar bien, por tanto, a qué tipo de turismo se dirige esa fobia.
Su poderosa
dimensión económica ha gozado siempre del protagonismo del discurso oficial: se
trata de una industria importantísima en lo que a generación de empleo y renta
se refiere, y además en crecimiento; no merece la pena cansar con cifras
recurrentes. Más tarde empezaron a colocarse los focos de la opinión publicada en
sus impactos ambientales, y estos asuntos empezaron a tomarse más en serio. Ahora,
este verano, los problemas sociales vinculados al turismo han estallado con
toda su virulencia, de forma que ya ningún responsable (público o privado)
puede hacer oídos sordos a los mismos, ni tan siquiera dejarlos en un segundo
plano o restarles trascendencia, como ha ocurrido hasta este momento. Ha
llegado la hora de, también, tomarlos más en serio. El primer paso para
resolver un problema es reconocerlo, y esta es la parte positiva de todo el
culebrón mediático generado cuan “serpiente” estival.
Diría que nunca
se habló tanto del turismo como en estos
meses, pese a no ser una problemática nueva en cuanto a su existencia. De hecho,
este estallido social en algunos destinos se ha ido larvando durante años,
fruto del éxito de los mismos (tal y como el éxito -erróneamente- ha venido entendiéndose,
tan sólo en términos cuantitativos, en una carrera ciega por batir cada
ejercicio récords de viajeros y pernoctaciones) y de un determinado modelo de
desarrollo turístico que lo ha propiciado (primando la cantidad y la concentración
sobre la calidad y la desconcentración) y en el que la población residente ha
venido siendo el eslabón perdido. Ahora esos residentes expresan su rechazo a
determinados excesos y reclaman sus derechos, lo cual significa ser tenidos en
cuenta en la toma de decisiones. Por más obvio que resulte, no debería
olvidarse que son quienes, a la postre, votan en esos lugares y eligen a sus
gobernantes.
Una vez que el
conflicto ha saltado a la luz de forma tan llamativa, es importante, llegados a
este punto de ebullición, no perder el
foco de la raíz del problema.
-El problema no
está en el turista, salvo en casos de comportamientos incívicos (sobre los que
volveré más adelante). No es justo ni inteligente focalizar ahí la acción
reivindicativa de cambios.
-El problema
tampoco está en los modelos “low cost”. Gracias a ellos más personas pueden
permitirse viajar, y viajar más veces, y ello es una conquista social. Además,
parte del crecimiento del sector está ahí, y responde a una sociedad cada vez más dual. El turismo como actividad
exclusivamente elitista es parte del pasado.
-El enemigo no
está en las nuevas tecnologías que posibilitan nuevos modelos de negocios como
las plataformas que están en el ojo del huracán y que conectan consumidores con
determinados proveedores de servicios (de alojamiento, transporte, etc.). No tiene sentido poner puertas al campo ni negar que la realidad de los hechos irá por delante, pero ello no es óbice para que la actividad de estos nuevos operadores se regule convenientemente, es decir, de forma equilibrada y pensando en el interés general.
-Tampoco en el
crecimiento per se, sino en el tipo de crecimiento (tipo de turista, época del
año…) y en la gestión que se hace del mismo y de la consiguiente capacidad de
asimilarlo.
El problema está
en:
-La masificación, lo que exige cambiar de patrón y de manera de medir el éxito, de forma que ambos (modelo y métrica) primen la calidad de vida de quienes, de forma permanente o temporal, residen en un determinado núcleo de población. Un modelo que establezca capacidades de carga y ponga las bases para su efectivo cumplimiento (evitando el sobredimensionamiento de la oferta y su efecto perverso sobre la sostenibilidad), que busque la desconcentración geográfica y temporal de los flujos turísticos (asignando medios e infraestructuras a tal fin), y que incorpore más allá del discurso criterios de sostenibilidad (no sólo económica y ambiental, sino también social). Nadie dice que esto sea fácil, pero es un camino que debe empezar a recorrerse cuanto antes y que requerirá determinación por parte de los gobernantes, aparte de capacidad de gestión para afrontar una complejidad creciente.
-Haber agudizado
la confrontación de intereses. Del mismo modo que no se recomienda mezclar el
vino con el agua, cuando se mezclan el derecho de la población local a
preservar su cultura autóctona, su hábitat y hábitos, su modo de vida (que
incluye el derecho al descanso, entre otras razones porque han de trabajar)…con
el derecho del turista al ocio, a la fiesta, a unos ritmos horarios diferentes,
el conflicto está servido. Esto es, sobre todo, una cuestión de planificación
urbanística, lo cual no significa que unos y otros no puedan coexistir ni
compartir determinados servicios. Los derechos de unos no tienen por qué
superponerse a los de los otros: es cuestión de planificar y regular
adecuadamente los espacios ciudadanos, incluidos los de ocio.
-La falta de
urbanidad. Lamentablemente los comportamientos educados, respetuosos con los
demás y con el entorno, escasean, y aún más en un contexto masificado. Parece
que esto ha dejado de inculcarse en la medida necesaria: es un problema general
de la sociedad actual. El turismo es también educación: requiere educación para
apreciar el valor de aquello que se contempla, sea un bien de interés cultural
con siglos de antigüedad o un patrimonio natural de extraordinario valor
ecológico. Educación para conocer y respetar la cultura local: la condición de
turista, aunque gaste mucho, no confiere patente de corso para hacer cualquier
cosa. Quien quiera mezclarse con la comunidad que le acoge (por aquello de la
autenticidad de las experiencias) debe respetar sus pautas y ritmos de vida:
esta es una regla elemental de urbanidad que, con demasiada frecuencia, parece
haberse olvidado, en una “suerte” de egocentrismo exacerbado.
¿Y cuáles son las
soluciones?
Resumiría
diciendo que la solución está en la combinación de:
-Intensificar las
capacidades de gestión para regular el sistema: la entrada de turistas (con
identificación de capacidades de carga), la oferta de alojamiento (incluida,
por supuesto, la de los apartamentos turísticos, que de forma tan acusada ha
crecido al calor de las plataformas tecnológicas referidas más arriba), los
flujos de turistas en los destinos (buscando su desconcentración)…Las
tecnologías, con todo lo que se ha dado en llamar destinos turísticos
inteligentes, nos pueden ayudar bastante.
-La educación
para el turismo. Un país volcado en la industria turística tiene que ser un
país con una sólida educación para el turismo, desde la escuela y en un sentido
amplio, cuyos ciudadanos valoren y hagan valorar los recursos de todo tipo
(patrimonio cultural, natural…) en los que se sustenta; y donde lo que se vende es precisamente esto:
el valor y el disfrute respetuoso de esos recursos, no el libertinaje, lo que
también ayuda a segmentar el mercado y a atraer turistas de un determinado
perfil.
-Pero también
diría que hemos de cambiar el concepto: más que de gestionar el turismo, se
trata de gestionar núcleos de población en los que coexisten residentes
permanentes (la llamada comunidad local) con residentes temporales (los
turistas), a quienes hay que prestar servicios (en alguna medida distintos) y
quienes han de contribuir equitativamente (intuyo que las tasas turísticas
acabarán generalizándose) al sostenimiento de los mismos, a la par que respetar
las normas del lugar. Esta gestión se verá condicionada por el hecho de que la
proporción de unos y otros puede variar significativamente a lo largo del año
(la estacionalidad, por más que se combata, seguirá existiendo). En todo caso,
la sensación de saturación no es buena para nadie (tampoco para la experiencia
que se le ofrece al visitante).
Por tanto, y a
modo de corolario, la fobia no es contra el turismo, sino, básicamente, contra
la masificación invasiva y sus consecuencias, cuando ésta genera externalidades
negativas inaceptables (la gente está diciendo ya en muchos destinos que lo
son, habiendo pasado a la fase de antagonismo conforme al clásico modelo
Irridex de Doxey). El turismo es una actividad económica cada vez más compleja,
con fuertes implicaciones ambientales y sociales, que requiere de capacidades organizativas
y de gestión reforzadas, que incluyen recursos tecnológicos y humanos altamente
cualificados. Esta es, hoy, otra de sus caras.
P.D.: Más sobre
este tema en http://alfonsovargassanchez.blogspot.com.es/2017/06/quo-vadis-turismo.html
martes, 1 de agosto de 2017
ALGUNAS REFLEXIONES, TRAS EL DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA CIUDAD
Desde la modestia
(por no decir irrelevancia) de un ciudadano común, pero independiente, que se
informa y piensa por sí mismo, y que se preocupa y ocupa de lo que ocurre en su
entorno, parte del cual es su ciudad, no me resisto a compartir algunas
reflexiones sobre algunos de los anuncios realizados por el Sr. Alcalde en el último
Debate sobre el Estado de la ciudad, celebrado el pasado día 28 de julio,
concretamente sobre aquellos relativos al turismo.
El que acapara el
titular de la nota oficial disponible en el sitio web del Ayuntamiento es la
relativa al “lanzamiento de una marca turística para el destino Huelva capital
a inicios de 2018”. Habría que decir de una nueva marca turística, dado que la
existente, “Huelva Puerta del Atlántico” parece que no satisface a los actuales
gestores del turismo en la capital. No es un anuncio sorprendente, si tenemos
en cuenta que es una de las propuestas que contempla el recientemente aprobado
plan estratégico 2025, en lo que a desarrollo turístico se refiere (más
información en: http://alfonsovargassanchez.blogspot.com.es/2017/04/turismo-y-plan-estrategico-de-la-ciudad.html).
Pero dicho documento también plantea, y antes, la necesidad de realizar dos estudios: uno “sobre la
llegada de turistas, intereses turísticos y deficiencias detectadas por estos,
y proponer y ejecutar acciones”; y otro “sobre las tendencias del mercado
turístico y el potencial que ofrece la ciudad de Huelva, y proponer y ejecutar
acciones”. Me pregunto cómo se puede lanzar una nueva marca, con una base de
conocimiento sólida, sin haber hecho previamente estos estudios. ¿O se van a
hacer? ¿Sabemos de antemano lo que queremos comunicar sin conocer antes, y en
profundidad, los intereses de quienes nos visitan, sus percepciones, las
tendencias del mercado turístico? ¿Y qué vamos a ofrecerles, en la propia ciudad?
Al hilo de este argumento, llama la atención su afirmación de que “es una realidad que
Huelva recibe más visitas”. Desde un punto de vista cuantitativo, sería de gran
valor que pudiera ofrecer datos concretos y fiables, dado que como fuente de
información para la elaboración de un documento supuestamente de tanto calado
como un plan estratégico, los únicos datos disponibles fueron los del número de
usuarios del punto de información
turística municipal, y su procedencia geográfica, durante los meses de Enero a
Septiembre del año pasado (cabe suponer que se han seguido tomando tales
datos). Y desde un punto de vista cualitativo, es evidente que la procedencia
geográfica, más allá de la poca solvencia de esta fuente, no da para mucho
análisis y conocimiento de nuestro cliente actual.
También
manifiesta que “estamos en el punto de partida idóneo para dar el gran salto y
ocupar nuestro espacio en el mercado turístico, para lo que crearemos esa marca
turística, con una imagen potente y atractiva, que será una herramienta de
consolidación de la promoción conseguida”. Lo de la promoción conseguida se
refiere a la emanada de la capitalidad gastronómica. Cierto es que la
designación como capital española de la gastronomía en 2017 hace que los focos
mediáticos se giren en mayor medida hacia la ciudad nominada, dando lugar a
noticias y reportajes que de otro modo no se hubieran producido, y esto es
positivo (“el nombre de Huelva está sonando con más fuerza y protagonismo que
nunca en el exterior”, refiere literalmente, en un tono –“que nunca”- quizás
exagerado). Lo que me pregunto es, otra vez, si el orden de los factores no
debiera haber sido el inverso, porque en este caso sí altera el producto, es
decir, haber aprovechado el tirón mediático de dicha capitalidad para dar
visibilidad a la nueva marca. El caso es que se plantea al revés.
Sobre la
capitalidad gastronómica afirma que “solo en esta primera mitad del año ha
motivado ya la celebración de 120 eventos y un impacto promocional sin
precedentes”. Ese “impacto promocional sin precedentes” es el que debería
haberse utilizado para posicionar la nueva marca turística. Fíjense que,
paradójicamente, en el sitio de la Capital Española de la Gastronomía, Huelva
se presenta como “La Puerta del Atlántico”, mensaje que ahora pretende cambiarse:
https://capitalespanoladelagastronomia.es/huelva-2017/#leyenda
Sobre lo de los 120 eventos, y los que vendrán en el segundo semestre, sería sano que al finalizar el ejercicio se facilitara la lista completa de cuáles han sido, con su correspondiente análisis coste-beneficio. Sería una manera transparente de hacer balance, apelando a una cualidad (la transparencia) de la que ha hecho gala en su discurso, y de cuya aplicación sólo cabe congratularse. Por lo que se puede ver a través de sitios web como el de Huelva Capital Gastronómica (http://www.huelvacapitalgastronomica.com/eventos/), muchos son de mero consumo interno y que perfectamente pueden ser programados con capitalidad gastronómica y sin ella. Cabe añadir que parte de ese análisis sería preguntar a los empresarios del gremio de la hostelería y restauración (que a su vez tiran de otros productores, como los de los vinos del Condado) cómo les ha ido el año, cómo se han notado estas efemérides (también está, aunque casi no lo parezca, la del 525 aniversario del descubrimiento de América) en sus cuentas de resultados.
Y para finalizar,
un comentario colateral al tema central de este post. Se dice que los políticos
tienen que vender ilusión. No seré yo quien, aquí y ahora, lo contradiga, pues
buena falta nos hace, pero diría, eso sí, que dentro del realismo. Cuando leo
algunas expresiones parece que el Alcalde y yo vivimos en otra ciudad. Para
muestra un botón: “Huelva es una ciudad que está creciendo en vida”. Será que vivo
en y paseo por el centro; y me fijo, por ejemplo, en la cantidad de edificios abandonados y de locales
cerrados. Aunque quizás se refiera a que el Ayuntamiento “está sacando la
cultura a la calle”. Habría que saber qué entiende por cultura pero, sea como
fuere, no nos equivoquemos con esto, por favor. Estaría bien, igualmente,
preguntar a los sufridos vecinos. Para quien no lo haya hecho aún, sugiero la
lectura de este artículo: http://alfonsovargassanchez.blogspot.com.es/2017/06/huelva-y-sus-indicadores-urbanos-2017.html
Y tampoco hace falta elevar en exceso el tono para transmitir un mensaje optimista. La exageración lo estropea. Otro botón: “Nuestra ciudad ya no tiene límites y por fin está empezando a ser consciente de su grandeza y sus posibilidades de crecimiento”. A ver si empezamos a otear no potencialidades, eternas en el discurso político de unos y de otros, sino realidades. De igual manera, no cuadra eso de que: "Por primera vez somos capital de algo"; el mensaje pierde credibilidad.