Hoy por hoy la provincia de Huelva cuenta con una estructura
económica muy estacional, marcada por las campañas agrícola y turística. Que el
paro que genera el final de la campaña fresera no pueda ser absorbido por el
inicio de la campaña turística no es sorprendente, dada la coyuntura actual del
país y nuestro modelo turístico. Con todo, la agricultura ha ido paliando la
estacionalidad con el alargamiento de las campañas y la diversificación de los
cultivos; pero el turismo ha ido evolucionando hacia una concentración cada vez
mayor en el verano.
Con un sector industrial en el que lo mejor que podríamos
aplicarle es aquello de “virgencita, virgencita que me quede como estoy”, la
única esperanza para dinamizar nuestra precaria economía provincial y paliar el
drama del desempleo es la reactivación de la actividad minera. Es el único
proyecto de envergadura que puede inyectarnos oxígeno de verdad.
La alternativa de la inversión pública productiva no parece
verosímil en estos momentos; y el cambio hacia una sociedad más emprendedora e
innovadora es como una lluvia fina que tarda mucho en calar. Necesitamos
soluciones de choque, y es por eso que los responsables públicos debieran
explicar mejor qué pasa en la cuenca minera. Sabemos de la complejidad jurídica
y técnica de la reapertura de las minas de Riotinto, pero son ya muchos años de
espera. Hay que hacer las cosas bien, por supuesto, pero es la gran esperanza
en estos momentos. Los datos que estamos analizando lo piden a gritos, aunque a
lo peor luego resulta que nadie planificó que hay que formar a los demandantes
de empleo para que puedan aprovechar las oportunidades que la actividad minera
va a generar. ¿Alguien lo está haciendo? ¿Tendremos a la gente preparada para
cuando llegue el momento, o tendrán que venir profesionales de fuera? Sería
tremendo si esto último ocurriera por falta de previsión.
---Publicado en El Periódico de Huelva, 3/7/13, p. 4
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