Es posible que el balance turístico del 2014 siga mostrando una senda de ligera recuperación. La economía capitalista se caracteriza por sus ciclos y el turismo no es ajeno a ellos: hay valles y puntas; tiempos de tendencia al alza y otros de tendencia a la baja. La pregunta es si la presunta salida progresiva de ese pozo está siendo fruto de la acción propia o de que simplemente el inicio de un nuevo ciclo alcista, aunque con ciertas incertidumbres aún, nos está sacando de él. ¿Qué hemos aprendido? ¿Hemos aprovechado esta coyuntura de dificultad, de cambio en el escenario económico y turístico, para replantearnos la gestión de nuestro destino y salir, así, fortalecidos y mejor preparados para encarar el futuro próximo?
Francamente, no parece que hayamos aprendido demasiado, incluso nos hemos debilitado en algunos aspectos:
-Continuamos sin una clara definición de nuestro modelo de negocio o de desarrollo turístico: por simplificar, qué vendemos, cómo, a quién y dónde. El sol y playa no basta: nos convierte en un destino indiferenciado y perjudica a las empresas, que se ven obligadas a mayores esfuerzos o a competir en precios. Tras todos estos años no se ha avanzado en una efectiva coordinación y una genuina planificación estructurada del territorio y de los recursos, que nos sitúe en la senda de las tendencias que marcan el turismo del siglo XXI. Ello significa que seguimos con la puerta abierta al oportunismo inmobiliario, que tantos recursos ha aportado a las arcas públicas, sobre todo municipales. Siempre que llueve escampa, deben estar pensando las autoridades competentes: basta con esperar mejores tiempos y capear el temporal mientras tanto. Craso error: las cosas nunca volverán a ser como antes.
-No se ha hecho nada para crear un ente gestor del destino, que supere la mera promoción. No hay hoja de ruta para traccionar a los agentes sectoriales de forma que se puedan unificar criterios y establecer una estrategia a largo plazo: ¿para qué promocionar si luego dentro de casa la maquinaria no está bien engrasada y las expectativas del cliente terminan defraudadas? Es lo peor que podemos hacer, y seguimos sin abrir los ojos: ni esta larga crisis lo ha conseguido.
-La presencia en Internet y las redes sociales (que constituyen cada vez más el campo de batalla competitivo) es muy débil, manteniendo una promoción de corte tradicional, del folleto en papel y de asistencia a ferias. Tan es así, que seguimos hasta sin tener una página web oficial que promocione el destino en varios idiomas, pese al anuncio de haber puesto mayor énfasis estos años en ciertos mercados emisores extranjeros.
-No cabe achacar tampoco la recuperación a un incremento significativo del presupuesto destinado a este fin.
-Seguimos sin un observatorio turístico (aunque yo preferiría otro enfoque, algo así como Centro de Estrategia Turística) que aporte datos e información para la toma de decisiones, públicas y privadas. Cuando más hostil ha sido el entorno es precisamente cuando más se ha hecho patente esta incomprensible renuncia.
-Y, quizás lo más grave de todo a mi juicio: se ha devaluado nuestra marca HUELVA LA LUZ, que parece estar envuelta en una de esas profecías que se auto-cumplen: como no apostamos por ella de verdad no da resultados, y como no da resultados hemos de eliminarla (¿Siente Huelva? ¿Cuál es su significado diferencial?). Le invito a que acuda a la obra EL TURISMO EN LA PROVINCIA DE HUELVA: DE DÓNDE VENIMOS, DÓNDE ESTAMOS Y ¿HACIA DÓNDE QUEREMOS IR? (fácilmente accesible a través de Internet) y que se detenga en su capítulo 2, en el que se explica (epígrafe 2.2) el nacimiento y primeros desarrollos de HUELVA LA LUZ.
A partir de ahí varias preguntas para usted señor/a lector/a: ¿Le gusta la idea de vender Huelva como la luz de la salud (pensando en ese segmento turístico de alto crecimiento)? ¿Y como la luz de la vida y la diversidad, que nos abre la puerta al turismo de naturaleza (Doñana, etc.)? ¿Y como una luz diferente, para reforzar nuestros rasgos diferenciales, aquellos que nos hacen únicos? ¿Y Huelva como la luz del arte, para contribuir a penetrar en el turismo cultural? ¿Y Huelva como la luz de la antigüedad, de nuestros ancestros, como vía para poner en valor toda nuestra impresionante historia, con tantas civilizaciones a nuestras espaldas y su correspondiente legado (como los monumentos megalíticos, entre otros)? Y podría seguir, siempre sobre la base de argumentos científicos, técnicos y artísticos. Nada de vender humo, y siempre sobre la base de aquello que nos hace más auténticos: nuestras gentes.
Pues si le gusta la idea le diré que no nos escucharon, que se acabó precisamente con la crisis, cuando más falta nos hacía. En resumidas cuentas, si nos venimos arriba no es como para que ningún responsable público del sector se coloque medalla alguna. Eso sí, felizmente, durante estos años han surgido nuevos empresarios con una visión diferente del turismo: pese a todo, confío en que esta lluvia fina irá produciendo el cambio que necesitamos. No todo se justifica con las infraestructuras de transporte y comunicaciones. Pese a esta carencia y déficit inversor (de unos y de otros), hay mucho más que podemos hacer.
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Publicado en Huelva Información, 5/8/14, p. 7.
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