jueves, 13 de septiembre de 2018

LA HIBRIDACIÓN DEL TURISMO


La hibridación es muy común en la naturaleza. A través del cruce de especies vegetales o animales  se generan especies nuevas, híbridas. Recordemos, allá por el siglo XIX, los experimentos sobre hibridación de plantas de Gregor Mendel (sus famosos guisantes), considerado el padre de la genética.

A partir de esta base biológica, la idea de la hibridación ha trascendido su ámbito de aplicación original y, hoy en día, es ampliamente utilizada como una técnica de innovación. Se trata de conectar/combinar conceptos, recursos, productos/servicios, a veces muy diferentes y sin ninguna relación previa, para generar algo nuevo que añada valor. En realidad, vivimos en un mundo cada vez más híbrido, en el que los límites son cada vez más difusos: los equipos de trabajo son híbridos –multidisciplinares (*), multiétnicos, multiculturales…-, las empresas, además de competir y cooperar a la vez (coopetir), son cada vez más híbridas (combinando la presencia física con la virtual), la hibridación hombre-máquina avanza (cyborgs), al igual que la hibridación entre seres humanos y robots…y no digamos los vehículos hídridos (combinando el motor de combustión con el eléctrico).

En el mundo empresarial, ejemplos clásicos de éxito son los relojes de Swatch (calidad suiza + precio japonés + pop art), Telepizza (pizza + moto + teléfono móvil + comida rápida) o el Circo del Sol (circo + teatro). Sus respectivas fórmulas resultaron innovadoras por estar en la intersección de conceptos o actividades que coexistían por separado.

El turismo no es una excepción. Más bien diría que es una actividad sujeta a una hibridación creciente: motivaciones híbridas (negocio y ocio o “bleisure”, naturaleza y cultura, etc.), roles hídridos (productor y consumidor de contenidos digitales o” prosumer”),  conceptos hídridos como el “gampling” (glamour + camping) o el  “extended stay” u hogar temporal (un hídrido entre hotel y hogar), agencias de viajes híbridas (online y física), stakeholders híbridos (lugareños que hospedan y hacen de guías amateurs, como manifestación del llamado turismo P2P), servicios públicos híbridos (los destinos han de ser gestionados para atender las necesidades de residentes y turistas, que no siempre son ni coincidentes ni compatibles), la hibridación entre turista y residente (el turista como residente temporal, que desea experimentar la vida cotidiana del lugar que visita) o segmentos híbridos. Sobre este último aspecto, el turismo se ha aliado con casi todo: con la industria viva (turismo de visita a empresas) con la arqueología industrial (como el turismo minero), con clínicas (turismo médico), con la cultura en sentido amplio (turismo cultural) o circunscrita a manifestaciones específicas de la misma (turismo literario, turismo creativo), con la formación (turismo idiomático), con la ciencia (turismo científico), etc.

La hibridación promueve comportamientos heterofílicos. Así, la búsqueda de complementariedades entre destinos para aumentar su atractivo hace que estos tiendan a comercializarse  juntos, hibridando su carácter con productos que combinan, por ejemplo, patrimonio histórico-monumental con patrimonio natural (turismo urbano con turismo de naturaleza o de sol y playa, pongamos por caso), o eco-turismo y paisajes con turismo de compras.  Los municipios, sobre todo los pequeños, tienden a compartir e integrar sus recursos turísticos para ganar en diversidad y competitividad; la vecindad fronteriza es un ejemplo de ventaja comparativa a explotar, pues hace posible presentar una oferta proveniente de dos identidades distintas y, por tanto, más rica desde su co-existencia e incluso mestizaje.

La hibridación, aparte de promover la innovación, multiplica la complejidad (por la diversidad de segmentos, o micro-segmentos, a que da lugar) y la ambigüedad (por la falta de nitidez que provoca la mezcla de motivaciones y roles, por ejemplo).

Sobrevivir en un mundo híbrido (y por ello más diverso y difuso) requiere de mente abierta, de amplitud de miras, de tolerancia (frente a lo diferente y frente al error). De competencias no solamente técnicas (en lo que a las reglas de funcionamiento de la industria turística se refiere), sino también humanas (en un contexto de relaciones interpersonales más heterogéneas) y conceptuales (para asimilar una realidad con crecientes dosis de volatilidad e incertidumbre provocadas muy señaladamente por los avances tecnológicos). Y todo ello unido a la capacidad de entender las nuevas tendencias del turismo del siglo XXI. Ganar el futuro requiere movilizar recursos para crear experiencias de viaje auténticas, con un significado para la gente, sostenibles,…Comprender las elecciones de estilo de vida del mañana (puede consultarse Kjaer, 2015) nos ayudará a afrontar este reto estratégico. A partir de ahí, hibridemos.
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(*) Ver “Grupo de la luz de la Universidad de Huelva” en “HIBRIDATUR. Efecto Medici e innovación multidisciplinar en el Turismo” (2011), p. 46: https://es.slideshare.net/natu8ka/informe-hibridatur
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