lunes, 2 de junio de 2014

¿SABEMOS LO QUE NOS PASA?

Decía nuestro compatriota Ortega y Gasset, filósofo y ensayista, que “Lo que nos pasa a los españoles es que no sabemos lo que nos pasa, y eso es precisamente lo que nos pasa”.
En buena medida esta es la situación de Huelva en general y de su sector turístico en particular, más allá de estos años de crisis que aún nos azota. Una provincia bendecida por la naturaleza, con tan variados recursos, cuyo estancamiento resulta difícil de entender. ¿Cuál es esa maldición secular?
Esta será una reflexión compartida más allá de los tópicos que continuamente se esgrimen, intentando añadir nuevos elementos y, de esta forma, algún valor a este necesario debate, a través de nuevas respuestas a esa eterna pregunta que encabeza este artículo. Diagnósticos existen, pero a la postre vienen a converger en lo mismo (o casi): nuestra localización periférica, las endémicas carencias de infraestructuras de transporte y comunicaciones, la debilidad del tejido empresarial autóctono, la falta de espíritu emprendedor, las Administraciones públicas (que, con sus pesadas cargas de todo tipo y falta de liderazgo, son más parte del problema que de la solución)…y ahora, para colmo, una crisis profunda de ciclo largo con las consecuencias que todos conocemos, a partir del pinchazo de la burbuja inmobiliaria y las subsiguientes dificultades de acceso al crédito.
Para apoyar esa nueva mirada que, a mi juicio, necesitamos, me apoyaré nuevamente en otra cita de Ortega y Gasset: "Sólo es posible avanzar cuando se mira lejos. Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande".
En Huelva, y aunque en toda generalización hay excepciones, siempre hemos pensado en pequeño y mirado con la luz corta. Bien es verdad que cabe citar una gran excepción: la Universidad; ahí sus promotores pensaron en grande, y la sociedad onubense les siguió masivamente; luego, a mi modo de ver, la mirada que se ha aplicado no ha sido lo larga que debiera, a partir de la clarividencia de una visión institucional que la colocara mucho más al servicio del desarrollo socio-económico de la provincia. Pero fue una lección importante, que ahora debiéramos repetir con el turismo, que será uno de nuestros grandes vectores de trabajo y bienestar en el siglo XXI si hacemos las cosas bien. El turismo debe ser una causa de todos, igual que en 1988 lo fue la reivindicación de una Universidad. Debemos creérnoslo, igual que creímos en la necesidad de una Universidad para progresar.
Estamos instalados en una espiral de pensamiento estéril que hemos de romper, para lo cual necesitamos de nuevas voces, nuevas conversaciones, nuevas perspectivas, nuevas pasiones… Hemos de observar nuestra realidad con ojos diferentes, para salir de la endogamia paralizante en la que estamos instalados.
Mirar lejos en el turismo significa tener identificadas las tendencias de cambio que están operando y definir consistentemente las líneas maestras del modelo de desarrollo al que aspiramos. No todo puede valer para llenar las más de 25.000 plazas con la que contamos en nuestros hoteles y apartamentos turísticos actualmente, y las que eventualmente llegarán. Me pregunto si existe alguno en la mente de nuestros gobernantes, y si así fuera cruzo los dedos para que no sea el del caduco y depredador desarrollismo del siglo pasado del que tantos ejemplos tenemos en nuestras costas y que ahora llaman destinos maduros en fase de reconversión. Algunos espíritus inquietos, en la universidad y fuera de ella, hicimos hace poco más de un año una propuesta  para el debate, denominada “LA PROVINCIA DE HUELVA COMO DESTINO TURÍSTICO: VISIÓN 2020”, fácilmente accesible a través de Internet.
El sol y playa, sin más, no tiene futuro: así de contundente. Convierte nuestro producto en indiferenciado y nos condena a competir en precios. La gran apuesta de futuro está en diferenciarnos, sabiendo que la cantidad no siempre conduce a una mayor rentabilidad. Tan sólo un dato: con el mismo número de turistas que hemos recibido durante la crisis (2008-2012), si se hubieran alcanzado el nivel de gasto y de estancia que la media andaluza, hubiéramos ingresado 1.514 millones de euros más, y eso depende, sobre todo, de nosotros, de la oferta que seamos capaces de presentar a ese contingente de turistas. Y cuando se alude a esa oferta se está apelando a la oferta complementaria de ocio, que sustentada en nuestra diversidad de recursos, bien comercializada y concebida (alineada con el concepto experiencial que marca el turismo de hoy y bañadas de autenticidad) es una pieza clave para lograr esa diferenciación que necesitamos, conjuntamente con la marca que nos identifica: HUELVA, LA LUZ.
Pensar en grande, por tanto, no significa pensar en cantidad, sino en calidad. ¿Qué tipo de turista nos proponemos atraer? ¿Tenemos respuesta a esa pregunta? Miremos a través de los ojos de quienes nos eligen: mientras pudimos hacer estudios sobre la materia, el anclaje que Huelva tiene en sus mentes es bastante nítido y estable, y gira en torno a dos ejes: clima/naturaleza/paisaje y tranquilidad/no masificación. Es fundamentalmente eso lo que hace inclinar la balanza a nuestro favor. Por tanto, parece claro que nuestro modelo turístico debería construirse sobre esta base, que contribuye a diferenciarnos de otros destinos competidores.
Y pensar en grande significa  capacidad para organizarse, no sólo para promocionar el destino, sino para gestionarlo, que exige ir mucho más allá. Tenemos que saber muy bien qué vendemos (en cada época del año), cómo (a través de qué canales, y aquí adaptarse a las nuevas tecnologías es indispensable simplemente para seguir existiendo), a quién (cuál es perfil del turista que deseamos cautivar) y dónde (a qué mercados emisores, teniendo en cuenta que nuestro espectro hoy por hoy es muy estrecho y necesitamos, por tanto, ampliarlo). Pero a partir de ahí necesitamos de profesionales cualificados (formación), generación de conocimiento (investigación), que los servicios públicos (limpieza, seguridad, sanidad, transporte, etc.) estén preparados para atender bien al turista, que las playas (u otros recursos) estén debidamente acondicionados, que los comercios tengan horarios adaptados al turismo, etc. Esto es lo que significa dotarnos de un ente gestor que coordine, planifique y contribuya a que todas las piezas de este complicado puzle encajen para que las expectativas del visitante no se vean defraudadas.
En definitiva, un nuevo modelo de gobernanza turística en el que prestemos atención no sólo a las acciones, sino a las interacciones entre sus varios interlocutores, configurándose a sí mismo como consecuencia de esa relación dinámica, que es lo que le confiere su  verdadera complejidad. Avanzaríamos así en la senda correcta: la de un destino turístico inteligente. En nuestras manos está: no busquemos excusas o culpables fuera para no hacer lo que sí podemos hacer.
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Publicado en el suplemento del Grupo Joly "Turismo de Huelva: Una Huelva por Descubrir", 31-5-14, p. 16.

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