EN la última lección inaugural de la Universidad de Huelva, el profesor Alfonso Vargas hacía alusión a la necesidad de recuperar lo ético, mencionando la deontología y lo que ha dado en llamarse eufemísticamente "responsabilidad social corporativa". Con ello se situaba en línea con una corriente que va tomando fuerza desde hace unos pocos años; precisamente, a raíz del surgimiento de la crisis económica que ha destapado y, sobre todo, puesto en evidencia malas prácticas y corrupciones sin que se libren de estas ni individuos ni ningún sector o grupo. Por otro lado, hace un par de años, el BBVA publicó un voluminoso libro, titulado Valores y ética para el siglo XXI, con la colaboración de eminentes expertos, abordando el tema en relación con la empresa, finanzas, ciencia, tecnología, pobreza y otras cuestiones más de indudable importancia. Por otro, Ana Botín, presidente del Banco Santander, en la Conferencia de Banca Internacional, el pasado día 22, afirmaba que los bancos existen para contribuir al progreso de las personas y de las empresas -¿qué pensarán los desahuciados?- y ayer, reflejaba tales ideas en un artículo de opinión en las páginas de un periódico. Por último, para completar y no ser exhaustivo, también ayer se difundió que Adela Cortina había obtenido el Premio Nacional de Ensayo por su libro ¿Para qué sirve realmente la ética? -obra muy recomendable, con un lenguaje asequible para el gran público y que atiende a las diversas esferas de lo humano.
Por lo que se ve, la ética está de moda, se apela a su existencia no sólo como recurso retórico sino, asimismo, como propuesta terapéutica para resolver los innumerables problemas que nos aquejan y eso, en principio, está muy bien porque llevan razón los que así se pronuncian. Comportamientos éticos individuales y corporativos hubieran evitado muchos sufrimientos e, incluso, pérdidas de puestos de trabajo, de dinero y de recortes sociales. Estamos, pues, tal como es fácilmente detectable, en época de declaraciones solemnes, de discursos cargados de buenas intenciones, de golpes de pecho y de rasgarse vestiduras; entre otras razones, porque en este momento proporciona buena imagen, es lo que vende. Sin embargo, como nos advierte el refrán: "No es lo mismo predicar que dar trigo". Hasta ahora, fundamentalmente, lo que tenemos son sólo palabras, y hay un déficit notable en lo más importante: la práctica ética en el día a día y en cada situación. Y, claro está, eso ya es harina de otro costal.
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Autor: Francisco Revuelta
Publicado en Huelva Información, el 24.10.2014
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