lunes, 27 de abril de 2020

ENTREVISTA PARA LA VANGUARDIA

Reproduzco seguidamente el texto completo de la entrevista que me fue realizada el miércoles de la semana pasada (día 22) y que tuvo reflejo en un artículo publicado ayer en el citado diario (disponible aquí y aquí), a cuya autora, naturalmente, agradezco que haya contado conmigo.

Esta fue la secuencia de preguntas y respuestas:

¿Es realista pensar que habrá actividad turística este verano? ¿Y a lo largo del año? Si es así, ¿de qué tipo?

Estamos en manos de criterios sanitarios en función de la evolución de la pandemia, pero yo aún creo que la temporada estival no está perdida del todo. Cierto es que no se parecerá a lo que estamos acostumbrados, tanto por las medidas de precaución que verosímilmente será preciso tomar (tanto a nivel individual como por parte de los establecimientos turísticos y los destinos), como porque será un verano prácticamente sin extranjeros, con un turismo nacional y de proximidad, y condicionado por la recesión económica en la que estaremos inmersos. Es decir, la demanda será más limitada y con menor capacidad de gasto.

Cabe pensar que, con la pandemia controlada, a lo largo del año el turismo siga recuperándose, en un proceso que será paulatino, con una temporada de verano que tenderá a alargarse y, en la medida que la confianza se vaya recuperando y la conectividad aérea restableciendo, el turismo internacional irá volviendo. La cuestión es que la confianza ha de ser no sólo en el país de destino, sino en el país de origen y, eventualmente, también en aquellos que formen parte del itinerario. Todos estamos afectados: receptores y emisores.

La tipología del turismo estará en función de los segmentos que primero se recuperen, con especial referencia al turismo de visita a familiares y amigos. También puede ser que los viajes corporativos se reactiven, aunque en menor medida que antes, después del "master" que estamos haciendo en la aplicación de herramientas telemáticas y en la constatación de su eficiencia.

¿Habrá cambios estructurales en el sector turístico? ¿Cuáles pueden ser los principales?

En esta crisis habrá dos grandes etapas: pre-vacuna y post-vacuna. La duración de la primera, que será la más severa, dependerá del tiempo que la ciencia tarde en lograr la ansiada vacuna para protegernos de la enfermedad y el "cóctel" de medicamentos para tratarla.

En la fase pre-vacuna las políticas gubernamentales a la movilidad serán restrictivas y la precaución (hasta miedo) del turista más acentuada. La duración del periodo de confinamiento y distanciamiento social (en mi criterio sería más adecuado decir distanciamiento físico) va a dejar una huella que no será fácil borrar. Además de esa huella en la mente de todos nosotros, que al fin y al cabo somos los turistas en potencia, la huella también se va a dejar sentir en el bolsillo. Aparte de cambios en los criterios de compra de los turistas, que privilegiarán atributos que antes quizás no eran tan definitivos a la hora de elegir un destino (como la salud y la seguridad), habrá cambios en los restaurantes (en los aforos de sus establecimientos, en su mobiliario...todo ello para asegurar un cierto distanciamiento; y por supuesto en los protocolos higiénico-sanitarios, que serán más estrictos), en los hoteles (quizás desaparezcan o cambien sustancialmente los bufés, también se limite el aforo de las áreas comunes, se establezcan controles de temperatura a la entrada, se intensifique el uso de las nuevas tecnologías para realizar el check-in y el check-out online sin interacción física, etc.), en las playas (con control de aforos y medidas de separación), en los aeropuertos, etc.

El paso del tiempo, ya en la fase post-vacuna, irá relajando algunas de estas restricciones, pero el mundo ya no será el mismo, por esta crisis sanitaria y por la revolución tecnológica que se avecina, de forma más rápida de lo que pensamos. Más pronto que tarde nos familiarizaremos con los robots en hoteles, restaurantes...y en interactuar con una inteligencia artificial. Ya lo estamos viendo en los hospitales. La nueva normalidad será distinta a la pre-coronavirus.

¿Será la seguridad el nuevo reclamo turístico?

Será la condición sine qua non. Una de las lecciones de esta experiencia es que además de vender playas, naturaleza, monumentos, gastronomías, fiestas...tenemos que vender seguridad. Las certificaciones "covid-19 free", "sanitized venue" o similares estarán a la orden del día. Serán necesarias para recuperar la confianza.

¿Desaparecerá el modelo low cost? ¿El futuro será el de un turismo menos masivo pero más exclusivo?

Buscaremos destinos alternativos, menos masificados, sobre todo al principio. Con el tiempo nos acostumbraremos a coexistir con este virus (como con tantos otros), pero seguramente habremos aprendido que la prevención es muy importante. Pienso que los aforos de los transportes públicos, como el de las aerolíneas, también se limitará durante la recuperación (ya hay compañías que han decidido eliminar los asientos intermedios) y eso, ciertamente, tendrá un impacto en el modelo de negocio, en los costes y en los precios. También se está estudiando el rediseño de las cabinas, para garantizar un mayor aislamiento, tanto para los pasajeros como para los tripulantes.

Estimo que cada vez más gente estará dispuesta a pagar algo más por un servicio más seguro desde el punto de vista sanitario. Es como con los alimentos saludables: existirá ese mismo concepto aplicado a los medios de transporte público. Tampoco es descartable que para subir a un avión, además de un control térmico, nos hagan un test previo (alguna aerolínea ya lo está experimentando) o nos exijan una especia de pasaporte sanitario.

Y algunas aerolíneas desaparecerán, sí; de hecho algunas ya han quebrado. El oferta se adaptará a las nuevas regulaciones que se establecerán y a los deseos de los pasajeros. Sobre todo dependerá de nosotros, de lo que estemos dispuestos, o no, a comprar; por tanto, de nuestra concienciación y de nuestras posibilidades económicas.

¿Cuál sería la mejor manera de mantener la industria turística española?

Para que haya turismo tiene que haber gente con voluntad (sin miedo a) y capacidad de viajar, y esto último requiere que la economía en general (la nuestra y la de los principales países emisores: Reino Unido, Alemania, Francia, Portugal...) caiga en la menor medida posible y se recupere lo más rápidamente posible. La evolución del turismo será dependiente de la evolución del conjunto de la economía. Y es ahí donde se debe poner el acento, minimizando daños en términos de desaparición de empresas y puestos de trabajo. Estamos en la primera fase del proceso, que es la de la supervivencia. Una vez que las urgencias se mitiguen entraremos en la fase de aceptar una nueva realidad y de tratar de entenderla cabalmente; para, finalmente, pasar a la tercera fase que es la de la recuperación y el crecimiento. Pero lo primero es ayudar lo máximo posible a que el tejido productivo sobreviva.

Dicho esto, recuperar la confianza en la marca España, que se ha visto dañada como uno de los países más fuertemente afectados por la pandemia, es clave. Y esa confianza se consigue no sólo con promoción, sino adaptando nuestra oferta a lo que el nuevo escenario post-coronavirus exige. Serán cuantiosas las inversiones a acometer en el sector a tal fin (en hoteles, restaurantes...en las playas, en los destinos turísticos en su conjunto), y también habrá que ayudarles (no sólo con recursos financieros, sino con información) a que se adapten a lo que exige la recuperación de la confianza.  El marketing es necesario pero no suficiente. Incluso el marketing turístico habrá de ser repensado, no se podrá seguir haciendo como antes. Habrá que empezar por los segmentos que primero pueden recuperarse y segmentar el esfuerzo de promoción, pero siempre sobre la base de que nuestros deberes con respecto a nuestra oferta se han hecho, y muy muy bien.


(Post nº 313 de este blog)

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