Este artículo me lo inspiró el post titulado “¿Cómo saldremos de la pandemia?“, publicado recientemente en la Comunidad Hosteltur, en concreto el pasado 28 de enero, por Pedro Marco Hernández, Director General de Inturmark Hoteles.
Una atinada reflexión que culminaba con una apelación a la acción: “Pensemos en el futuro, visualicemos como estaremos a 5 – 10 – 15 años y tracemos un plan que nos permita aprovechar al máximo todas las oportunidades.”
Ese pensamiento de largo plazo es lo que conocemos como estrategia, y me recordó a Rafael Alberto Pérez, considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica, a quien perdimos hace poco más de un año.
Hablamos de un fenómeno biológico y, por tanto, natural, no de algo que hemos de incorporar artificialmente, como quizás a veces pudiera parecer. Por ello, creo que lo que Rafael nos aconsejaría es vivir estratégicamente, más que hacer estrategias de forma puntual en una coyuntura determinada. La travesía del desierto que el SARS-CoV-2 está haciendo pasar a la industria turística es una prueba de fuego para todas sus empresas y destinos que, quizás a partir de ahora, nos enseñe a vivir estratégicamente, es decir, a entender que:
*No sólo hemos de ocuparnos de reaccionar, sino también de
anticipar. “La falta de anticipación supone la pérdida de oportunidades”, se
decía acertadamente en dicho post, o el agrandamiento de las amenazas, me
permito añadir.
*Es mejor (más fácil y controlable) cambiarse uno mismo
(mejorar nuestros productos y servicios, etc.) que tratar de cambiar el entorno,
o sea, los demás. Me vuelvo a referir a la misma fuente: “no solo hemos de ser
más eficientes, también hemos de reflexionar sobre nuestro producto turístico:
qué vamos a ofrecer y cómo se lo vamos a enseñar a nuestros posibles
visitantes, cómo seducirles”. Imaginación, sorpresa, subversión.
*Es mejor transformar la relación que intentar cambiar al
otro. La relación con las administraciones públicas, como también deja
implícito el referido post, pero no sólo. También con los demás operadores
turísticos (como está ocurriendo entre los alojamientos hoteleros y la distribución,
por ejemplo), con las comunidades locales (trabajando más de la mano y en
sintonía con ellas), con las universidades (como núcleos de generación y
transferencia de conocimiento científico), en general con todos los grupos de
interés. De la trama de relaciones que se sea capaz de crear dependerá mucho el
éxito o el fracaso, y ahora es tiempo de reconfigurarla cara al nuevo escenario
post-viral.
*Las estrategias articuladoras y cooperativas son preferibles a las basadas en la confrontación y el conflicto. Trabajar asociativamente nos fortalece (más allá de para optar a los fondos NextGenerationEU).
Somos seres intencionales y, como tales, somos capaces de:
*imaginar distintos futuros posibles (esos a 5, 10 o 15
años, como se refirió antes) para nuestra empresa o destino turístico;
*elegir entre ellos aquel que deseamos convertir en realidad
(o a veces evitar);
*diseñar diversas rutas alternativas para llegar hasta donde
queremos;
*elegir una de esas rutas (estrategias) y recorrerla;
*evaluar los resultados de las acciones ejecutadas durante
dicho recorrido;
*aprender de la experiencia y realizar los ajustes pertinentes, porque, igual que nosotros, el mundo (nuestros clientes, competidores, etc.) se seguirá moviendo.
En este último punto es donde a la estrategia le incorporamos la táctica, donde la capacidad de adaptación se compatibiliza con la de saber qué buscamos y adónde queremos llegar. En este sentido, otro gran maestro, el sociólogo estadounidense Enrico Louis Quarantelli, en este caso considerado el padre de los estudios sobre desastres, nos enseña, en su enfoque general de la gestión de los mismos, que los principales problemas a abordar en estas situaciones son los relacionados con la comunicación, el ejercicio de la autoridad y la coordinación (premonitorio si lo aplicamos a lo que está ocurriendo durante la pandemia). Al mismo tiempo, nos advierte que la planificación previa puede limitar estas dificultades de gestión, pero no eliminarlas. Esto se debe a la habitual gran brecha que se da entre lo planeado y lo que realmente sucede en estas crisis, que requiere, respectivamente, el manejo de los principios de la estrategia y de la táctica. Necesitamos cultivar ambas.
Pongamos un ejemplo, para lo cual me vuelvo a apoyar en lo que escribió el Sr. Hernández en el referido post: “Si queremos tener un futuro, hemos de subirnos a las nuevas tendencias del turismo…”. Sin duda alguna, la sostenibilidad ambiental es una de ellas: ya lo era antes de la pandemia, pero con ésta ha ganado adeptos y obtenido un nuevo impulso.
Empecemos a vivir estratégicamente en este sentido, sin dilación: fijemos objetivos a largo plazo consistentes con los planes tractores a nivel europeo y español, de los que quizás podamos allegar apoyos financieros (puede consultarse mi post del 1 de enero de este mismo año); elijamos el camino a seguir para llegar hasta allí (por ejemplo, la aplicación al turismo de los principios de la economía circular), establezcamos una hoja de ruta con metas más cercanas en el tiempo (relativas a reducción de los consumos de agua y de energía, reducción y reciclaje de residuos alimentarios y de cualquier otro tipo, reducción de emisiones y huella de carbono, por sólo mencionar dos de las Rs de la economía circular), evaluemos periódicamente nuestros progresos, aprovechemos las oportunidades de aprendizaje que el análisis de los resultados nos brinda y, con flexibilidad, vayamos introduciendo los cambios que sean necesarios.
Ya sé que del dicho al hecho hay un trecho, y que incluso
puede ser grande porque el nuevo punto de partida en el que nos está dejando la
pandemia es muy delicado, pero no olvidemos que somos producto y productores a
la vez: producto de nuestro entorno y de los condicionantes que nos presenta, pero
también productores del mismo porque con nuestras estrategias, sobre todo con
las de carácter colaborativo, podemos alterar ese entorno, aunque sea
limitadamente. Por eso es mejor tenerlas que renunciar a ellas. La vida es relación, y no estamos
predestinados. Como dejó escrito Rafael Alberto Pérez: “Somos mucho más fenoma
(adaptación) y menos genoma (programa) de lo que hoy se suele pensar”. Lo que
elegimos hacer (o no hacer), en un sentido estratégico y táctico, determina
nuestro futuro: también somos productores de nosotros mismos.
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