Si asumimos que la apertura al turismo sólo se justifica como vía para lograr el “mejor vivir” de las comunidades locales, hacerlo sin la participación y el beneplácito de quienes en ellas habitan no parece la mejor opción. La satisfacción de las necesidades de las comunidades anfitrionas es parte indisociable de la pretendida sostenibilidad, pero, ¿cómo se determinan las necesidades de esas comunidades? No se trata de que otros hagan su particular interpretación de las mismas, sino de que los propios protagonistas, los residentes en los destinos, tengan cauces permanentes y eficaces de participación en la gobernanza turística, no sólo para dejar oír su voz, sino para influir en las decisiones que más directamente les afectan.
Por ello, mi propuesta es la de evolucionar hacia modelos de gobernanza basados en una colaboración ampliada, más allá de los tradicionales partenariados público-privados. Es decir, hacia un modelo con cuatro Ps: public-private-people partnership. Aunque su articulación no sea tarea fácil, en una sociedad democrática no se debería marginar la participación directa de la ciudadanía (la p de people). Los empresarios son muy importantes, pero no sólo ellos deben ser escuchados y tener influencia en la toma de decisiones de las instancias político-públicas: los equilibrios han de ser más amplios.
Trabajar sobre estas 4Ps significa poner bases más sólidas para evitar la turismofobia, que afloró en la pre-pandemia y ya empieza a volver a asomar, con un modelo de gobernanza más complejo, pero más integrador, transparente y, por tanto, más inteligente. El turismo no se hace para la gente, sino con la gente, con todas esas personas que, como anfitriones, añaden valor a la experiencia del visitante, son portadoras de conocimiento, y mejoran el atractivo, así como la reputación, del destino.
En estos momentos, la pretendida recuperación, transformación y resiliencia del turismo necesita, más que nunca, una gran alianza social, es decir, de los apoyos de la sociedad civil para canalizar la turismofobia y convertirla en turismofilia. Y para ello es preciso situar a las personas en el centro de su arquitectura estratégica, en referencia, no ya a los turistas (que como clientes lo están per se) sino a los trabajadores (que se han ido alejando de esta industria en busca de mejores condiciones laborales y expectativas profesionales hasta el punto de escasear en determinados puestos) y a los residentes en los destinos (su calidad de vida).
En este sentido, es imprescindible instaurar en el sector una nueva métrica del éxito. El turismo no debe valorarse sólo a través de los tradicionales indicadores cuantitativos de crecimiento económico (número de viajeros y pernoctaciones, contribución al PIB y al empleo), sino que debe enfocarse hacia el “mejor vivir” referido al comienzo de esta propuesta.
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Versión en inglés disponible en: https://www.linkedin.com/pulse/proposal-new-tourism-model-alfonso-vargas-s%25C3%25A1nchez
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