martes, 7 de mayo de 2013

EL OBSERVATORIO QUE NUNCA EXISTIÓ (I)

Comienzo con este artículo una serie que antecederá a un libro cuya elaboración tengo todavía entre manos. No digo el título, para dejar abierta la expectativa, pero sí el subtítulo: “El observatorio que nunca existió”, parafraseando al libro y la película “El hombre que nunca existió”, con hechos tan ligados a la provincia de Huelva. Un pescador vecino de Punta Umbría, en la primavera de 1943 encontró flotando en el mar, mientras pescaba en El Portil, un cuerpo sin vida y un maletín, que parecían ser de un oficial del ejército británico. No podía ni imaginar la influencia que este hallazgo tendría en el rumbo de la II Guerra Mundial: ese maletín contenía una información falsa que engañó al enemigo y ese supuesto oficial, al que dieron el nombre de William Martin, nunca existió.
Buscando un cierto paralelismo, diríamos que hay rasgos y perfiles del turismo en esta provincia que no se conocen, que no se han estudiado como debiera porque, sencillamente, no se ha articulado ningún mecanismo para estimularlo y hacerlo, capaz de suministrar información contrastada y alimentar con propuestas a los tomadores de decisiones, públicos y privados. Hemos, sistemáticamente, renunciado a ello. En los últimos años, en los años de crisis, cuando más complejas son las situaciones y más luz, nunca mejor dicho, se necesita para diseñar estrategias y políticas, no se ha manifestado interés alguno ni de unos (los responsables de las administraciones públicas) ni de otros (los representantes de los empresarios), en buena armonía.
Y esto ante un panorama en el que nuestro “modelo” nos ha llevado a una situación caracterizada por un turismo:
-Con un nivel de gasto y estancia media sensiblemente inferiores a la media andaluza. Esta brecha ha aumentado durante la crisis.
-Con la mayor índice de estacionalidad a nivel de las provincias andaluzas, y con tendencia a aumentar.
-En cómputo anual, cada vez más concentrado en la costa.
-Con, en general, menores tasas de ocupación que la media regional.
-En el que puede decirse que la única motivación es la vacacional. Otros motivos para viajar a un destino, como los negocios y la asistencia a ferias, congresos y convenciones, están prácticamente ausentes en el caso de Huelva, aun siendo bastante remuneradores.
-Con una percepción de calidad/satisfacción, medida a  través del índice sintético que ofrece la Encuesta de Coyuntura Turística de Andalucía, sistemáticamente por debajo de la media andaluza; brecha que tiende a aumentar.
-Marcado por su carácter doméstico, siendo que este mercado está cada vez más deprimido. Durante la crisis, la afluencia desde los dos principales mercados emisores, Alemania y Reino Unido, ha caído muy considerablemente.
Todo esto quizás desmonte algunos mitos creados por un mensaje oficialista autocomplaciente y cargado de voluntarismo, pero la realidad de los datos, cuando se analiza, es tozuda, y por desgracia, aunque no todo sea negativo, no muy alentadora. Y no se trata sólo de la crisis, sino de tendencias más profundas fruto de un determinado modelo, o quizás de su inexistencia.
Ante esta realidad, mi pregunta es: además de promocionar el destino más (con más presupuesto) y mejor (buscando la máxima eficacia), y de reivindicar mejoras en la accesibilidad vía infraestructura de transporte y comunicaciones, ¿no habría que hacer algo más? Es algo más complejo, sin menoscabo de la trascendencia de la promoción y de contar con mejores carreteras, conexiones ferroviarias y aeroportuarias. Es una cuestión de modelo de desarrollo turístico y de capacidad para organizar/coordinar a todos los agentes involucrados. Son muchas las piezas del rompecabezas que hemos de armar: la cooperación institucional y empresarial, la gestión de la marca, de la calidad y del medio ambiente, del patrimonio, de la movilidad interna, el apoyo a los emprendedores, la formación profesional, la implicación de las comunidades locales, etc.
¿Existe alguna instancia capaz de liderar la compleja tarea de armar todas esas piezas? Evidentemente es una pregunta retórica, pues la respuesta es obvia. Necesitamos avanzar hacia la creación de un ente gestor del destino desde la colaboración público-privada, que, entre otras tareas, se encargue también de coordinar los dispersos esfuerzos promocionales que se llevan a cabo desde distintas instancias, buscando la máxima eficacia en el empleo de los recursos disponibles, ahora más escasos que nunca. Ese ente gestor tendría la misión de poner orden en el laberinto turístico, y de liderar, en primer lugar, el necesario debate que nos lleve a la definición explícita del modelo turístico al que aspiramos, y que, a continuación, provea de la necesaria hoja de ruta (con medidas a corto, medio y largo plazo)  con la que avanzar en ese camino.  Al mismo tiempo, estos procesos solo podrán acometerse con rigor si se cuenta con la necesaria información con la cual tomar decisiones, a la par que requerirá, hoy más que nunca, de propuestas imbuidas de un espíritu innovador; por tanto, la incorporación a ese ente de los agentes del conocimiento (principalmente los investigadores universitarios) resulta una obviedad, aunque a menudo este papel se pase por alto. ¿Tan difícil es de entender? Admito que sí lo es de ejecutar, pero se ha perdido mucho tiempo, quizás demasiado. El mundo se mueve muy deprisa, cambia cada vez más rápidamente, pero nosotros...
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Publicado en HEconomia el 6/5/13

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