Hace unos días leí con gran interés el artículo, publicado el pasado miércoles 23, titulado «Que se jubilen profesores de la Universidade de Santiago no es malo, la clase la dan mejor los docentes jóvenes», en el que recoge la opinión de una serie de alumnos/as de dicha universidad y se llega a una serie de conclusiones y/o propuestas. No me extenderé, porque es un asunto complejo y con muchas aristas, pero, aparte de sugerir que sería bueno, por más equilibrado y justo, escuchar a la otra parte en cuestión, el profesorado (particularmente el más afectado por lo que en dicho artículo se vuelca), me permitiré seguidamente, con la mejor intención, compartir una reflexión personal basada en mi trayectoria académica.
No puedo hablar con referencia a la USC, ni siquiera en alusión al conjunto de las universidades gallegas, porque ni soy de allí ni he tenido ninguna vinculación laboral con esas instituciones, pese a haber mantenido relación de trabajo con miembros de su cuadro de profesores (de diferentes edades y categorías administrativas) a los que aprecio altamente, en lo profesional y en lo humano, aparte de haberme sentido siempre muy bien acogido en Galicia cuando he tenido oportunidad de pasar por esa hermosa Comunidad. Escribo desde (y soy de) Huelva, y mi carrera, en la que he podido recorrer mucho mundo universitario, se ha desarrollado en Andalucía (en las universidades de Sevilla, primero, y de Huelva, después). No obstante, me considero, aunque indirectamente, concernido, pues los comentarios que en ese artículo se vierten podrían extrapolarse a cualquier universidad española. Y he usado anteriormente el tiempo pasado y utilizado la palabra "indirectamente" porque, aunque me mantenga altruistamente activo en muchos sentidos, me jubilé recientemente después de 21 años como Catedrático de Universidad (ahora tengo "sólo" 61 años y quizás no alcanzaría, no sé, esa categoría de "dinosaurio" que se refiere en el texto). Todo ello me ofrece la libertad añadida de poder expresarme sin condicionantes que antes, quizás, podría tener.
Es claro que la combinación de experiencia y juventud es esencial en las universidades, como en cualquier organización, pero, a mi modo de ver, no es eso lo que se comunica en este articulo, de ahí mi preocupación. Me parece un error que se denigre el valor de la experiencia, de la sabiduría acumulada, como si ésta ya no tuviera valor en estos tiempos. ¿Qué preferiría usted, un profesional con una amplia experiencia o alguien que acaba de llegar y, como tal, está en formación? Para que lo tenga más claro, piense que ese profesional es un cirujano en cuyas manos tiene que poner su vida; o un economista en cuyo saber hacer pone usted su hacienda; de esto estamos hablando. La idea de que todo lo nuevo es bueno y todo lo viejo es malo es, cuando menos, simplona.
No seré yo quien niegue los problemas y sesgos que el sistema universitario español tiene, sin perjuicio de las singularidades de cada Comunidad Autónoma y cada universidad, pero sí creo que no sería inteligente tirar a la basura toda esa experiencia, sino, por el contrario, utilizarla para ayudar en la formación de los estudiantes y los profesores junior: esto sería lo más sensato, como, dicho sea de paso, hacen en otros países de nuestro entorno. Uno de los principales problemas que tenemos es, precisamente, que existen muchos profesores y muy pocos maestros, de esos que crean escuela. Y los maestros son esos profesores senior. No estaría mal recordar que todo senior fue antes junior, y que los juniors de ahora llegarán a ser también "dinosauros" (y quizás antes que ahora en un mundo tan líquido y acelerado).
En mi experiencia personal (y seguro que no es un caso aislado), esos seniors, que ahora parecen estorbar y a quienes se les empuja para que tomen la puerta de salida, son quienes más me enseñaron profesionalmente y como ser humano. Por eso, y aun cuando ya no puedan acompañarme, siguen estando en mi recuerdo, continúan sirviéndome de guía y no puedo mostrar más que gratitud hacia ellos por la sabiduría que compartieron conmigo. No digo que, quizás, algunos no debieran dar un paso atrás o cambiar el paso, pero de ahí a la generalización hay un trecho muy importante, un error muy serio que empobrecería a las universidades. No son pocos/as, lo digo con conocimiento de causa, quienes aún tienen mucho que aportar intelectualmente, y no sería justo (ni, como decía, inteligente) darles una patada en el trasero sólo por razón de edad. Este recurso hay que saber aprovecharlo, y para eso están, y deben ponerse en su sitio, quienes han sido situados al frente de las universidades: no cabe la indiferencia. En este sentido, me ha parecido que este artículo podría ser entendido incorrectamente, lo cual me parecería terrible.
Espero que esta reflexión, que únicamente trata de defender el valor de la experiencia y el conocimiento, sirva para desencadenar en otros/as ulteriores reflexiones constructivas.
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