La última en caer ha sido la fábrica de Celulosas, pero mañana será otra, del mismo modo que antes fue Astilleros o empresas del polo químico que cerraron. El sector turístico, la nueva gran esperanza, no se está beneficiando de la corriente alcista del resto de Andalucía y de España en general: al contrario (algo estaremos haciendo mal). Nuestra agricultura de vanguardia ya no es, en general, tan rentable como antes: surge la competencia y su reconocido dinamismo debe derivar hacia nuevas variedades, la diferenciación de las mismas y la transformación de estas producciones (los esfuerzos por impulsar los productos de cuarta y quinta gama parecen no haber cuajado aún). El Parque Científico y Tecnológico (PCTH) está en la UCI y el Parque Huelva Empresarial no ha cumplido sus expectativas ni muchísimo menos. Únicamente los proyectos mineros, con un largo periodo de preparación hasta su puesta en marcha y con fecha de caducidad predeterminada, palían este sombrío panorama, por los efectos directos e indirectos que generan sobre el empleo. Tras ellos debería quedar una economía diversificada, sin conformarnos otra vez con el “monocultivo” minero. Otros proyectos están en el horizonte, pero aún hemos de verlos hechos realidad. Ya nos pasa como a Santo Tomás: hasta que los veamos no nos los creeremos. Por último, pero no por ello menos importante en este somero repaso, las infraestructuras de transporte y comunicaciones demandadas siguen sin llegar, tras promesas y más promesas, maquetas y más maquetas.
¿Qué propuestas en positivo caben para ir saliendo de este ostracismo y decadencia?
-El gran plan estratégico que necesita la provincia de Huelva es la renovación generacional de sus dirigentes de todo tipo: políticos, empresariales, sindicales…Hace falta sangre nueva, ideas y bríos renovados, así como reforzar el espíritu de servicio público.
-Uno de los grandes problemas de nuestra provincia, que explica por qué determinados proyectos o infraestructuras no llegan y se derivan a otros territorios es nuestra falta de peso político y credibilidad allí donde se toman las decisiones importantes. Esto hay que trabajarlo internamente en las correspondientes organizaciones para que pueda remediarse, o al menos paliarse. No se trata de pedir por pedir: se trata de hacerlo con un modelo de desarrollo trabajado y serio detrás.
-Entender que la Universidad no es un apéndice de la comunidad local donde unos estudiantes y unos profesores están aparcados. Hay tres patas que tienen que colaborar: los agentes sociales (empresas y sindicatos principalmente), las administraciones públicas y la Universidad; la triple hélice, que se llama. Hasta ahora esto ha sido así en muy escasa medida. Hay que contar más con los agentes del conocimiento y apoyar la investigación científica sobre los problemas que nos acucian.
-Seguir en la línea de impulsar un emprendimiento innovador, sobre todo entre los más jóvenes. Esa lluvia fina que tarda en calar está tomando fuerza poco a poco. Hay iniciativas empresariales de este tipo realmente brillantes, con un conocimiento de vanguardia detrás que hace albergar esperanzas.
-Y ser más exigentes con quienes nos gobiernan, reclamando transparencia y periódica rendición de cuentas. Votar cada cuatro años no es suficiente.
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Publicado en RESURGIR, nº 27, Navidad 2014, p. 4.
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