Hace unos meses Exceltur publicó su barómetro de la
rentabilidad y el empleo de los destinos turísticos españoles correspondiente
al primer cuatrimestre del 2012. Lo primero que me llamó la atención es que la
provincia de Huelva no aparece entre los destinos vacacionales, señal de la
poca importancia que nos dan. Me parece injusto, y pienso que nuestros
representantes empresariales deberían reivindicar que existimos ante una
organización que también es de la patronal.
Donde sí aparecemos es entre
los destinos urbanos, en referencia a la ciudad de Huelva. Acompañando los
malos resultados que conocemos a nivel provincial, los datos que ofrece este
informe de Huelva capital tampoco son halagüeños: mientras que el empleo
turístico total descendió un 3% de media en los destinos urbanos, en la ciudad
de Huelva bajó un 10’6%; mientras que los ingresos por habitación disponible
bajaron, por término medio a escala nacional, un 3’8%, en Huelva lo hizo un
13’8% (siempre comparando el referido cuatrimestre con el del año anterior).
La crisis nos pasa factura,
qué duda cabe, pero en estas circunstancias nos cabe apelar, como dijo Albert
Einstein, a que “La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas
y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia
como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los
descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a
sí mismo sin quedar 'superado'. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y
penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las
soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El
inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las
salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una
rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde
aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar
de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En
vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis
amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”
Esa lucha, me permito
añadir, debe hacerse con inteligencia, sabiendo hacia dónde se mueve este tan
apasionante como complejo mundo del turismo. Algunos vectores de su dinámica
evolutiva que debemos tener bien en cuenta son los siguientes:
1.-Estamos en un entorno hipercompetitivo
en el que hay un exceso de oferta y la calidad no garantiza la diferenciación.
La calidad hay que entenderla como condición necesaria, pero no suficiente.
2.-Sólo con la calidad no
saldremos de nuestra condición de “commodity”, es decir, de producto
indiferenciado en el que el precio es la variable clave, y casi única, en la
decisión de compra. Esto nos sitúa en clara desventaja, dadas las perennes
carencias en cuanto a infraestructuras de transporte y comunicaciones que
padece la provincia en su conjunto, que no dejan de ser, en definitiva, un
sobrecoste (el tiempo es dinero).
3.-Necesitamos generar
experiencias únicas, auténticas, que emocionen y se graben en la mente del
viajero (turista o excursionista) como algo digno de recordar y de recomendar a
otros. Y aquí lo que necesitamos, sobre todo, es sacar todo el jugo posible a
nuestra creatividad y capacidad emprendedora, porque recursos idiosincrásicos
tenemos, y muchos (ligados a nuestra historia, nuestras tradiciones, nuestros
modos de vida, nuestra naturaleza y paisajes, etc.).
4.-Más allá de lo
experiencial, de lo sensorial, del carácter innovador de nuestros productos, tenemos
que ser capaces de transmitir valores que conecten con la gente. Hemos de ir al
conocimiento de la raíz profunda que moviliza a las personas y que nos permitirá
satisfacer (o sobrepasar si es posible) sus expectativas. Esto es lo que nos
conducirá a la diferenciación, a ser percibidos como diferentes (no sólo a
serlo).
5.-Como corolario de este
razonamiento, llegamos a un nuevo concepto del marketing, más humano y social,
en el que la capacidad de interactuar con el cliente es clave, no sólo para
conocerlo mejor, sino para crear los productos con él, no sólo para él. El
manejo de las interrelaciones es una pieza clave del éxito.
En definitiva, todo esto requiere
un modelo organizativo que inspire estos valores desde su base. Y aquí es donde
principalmente fallamos. Aún nos encontramos con un sector turístico demasiado
desestructurado, que inhabilita para crear una mente o comprensión colectiva
(compartida) de lo que buscamos. Necesitamos generar esa capacidad para
organizarnos y un liderazgo que proyecte claridad y consistencia en las
acciones. Ahí es nada.
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Publicado en HEconomia el 4-12-12.
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