Esta expresión encierra la misión con la que en 2011 la
Universidad de Huelva, a través de su grupo de investigación en turismo
(GEIDETUR), lanzó la revista científica
ENLIGHTENING
TOURISM. A PATHMAKING JOURNAL, con una proyección a escala global y a la
que cualquier persona interesada puede acceder libremente a través del
siguiente enlace:
http://www.uhu.es/publicaciones/ojs/index.php/et.
No en vano esta es la tierra de la luz y nuestra marca turística es ‘Huelva, la
Luz’.
Y con ese mismo lema, durante los días 13 y 14 de septiembre
tuvo lugar en Nápoles (Italia), el 1er Congreso Internacional de dicha revista,
que reunió a 140 participantes de 16 países. En él se presentaron 60 trabajos
en 16 sesiones paralelas, más un taller para doctorandos en el que se
discutieron 8 trabajos en curso. Se añade a todo ello cuatro lecciones
magistrales de otros tantos conferenciantes invitados de primer nivel
internacional.
Entre todo ello, quisiera recoger seguidamente, a modo de
flashes, algunas ideas relativas a un
tema que a algunos en Huelva nos ha ocupado bastante (nuestras publicaciones,
en éste y otros temas, pueden consultarse en:
http://www.uhu.es/GEIDETUR/investigadores2.htm),
pese al escaso interés que suele despertar en nuestro entorno, y que en este
congreso internacional ha tenido un protagonismo singular por el tratamiento
que ha recibido de especialistas en la materia, tanto del mundo académico como
del profesional: el papel de las comunidades locales, de la población
residente, en el turismo y su desarrollo.
-La perspectiva tradicional ha sido la de un desarrollo turístico
al servicio de las necesidades del visitante, sin tener en cuenta las de
quienes viven en el lugar de destino de los flujos turísticos. Hoy en día, sin
embargo, no cabe concebir el desarrollo de este sector sin la capacidad de
conciliar ambas perspectivas: la del turista/excursionista y la del residente.
Un lugar agradable para vivir suele ser un lugar agradable para visitar: el
turismo pensado tanto para los visitantes como para los locales, donde ambos
ganan.
-Sin la aceptación de la comunidad local ningún proyecto
turístico será sostenible, para lo cual es primordial articular vías de
información y participación. Un desarrollo turístico sin una adecuada
planificación puede dar lugar a situaciones de conflicto entre ambos colectivos
y hasta de antagonismo, en el que el turismo termina siendo rechazado por las
comunidades receptoras.
-Téngase en cuenta que para el turista el lugar que visita
es su destino (habitualmente de ocio), mientras que para el residente es su
hogar. Aquel sólo está de paso y no suele sentirse concernido por el futuro de
ese lugar como consecuencia de los impactos del turismo; éste vive
permanentemente allí, y experimenta cotidianamente (a veces se beneficia, a
veces sufre) las consecuencias del turismo, que pese a ser una industria sin
chimeneas no es una actividad económica neutra: genera impactos económicos,
sociales y ambientales, tanto positivos como negativos. Aquel no suele sentir
apego a la comunidad que visita; éste sí, porque es de allí y/o vive y trabaja
allí; aquél suele romper con las reglas que estos aplican cotidianamente en sus
vidas, pudiendo generar situaciones incómodas.
-El turismo, en suma, debe planificarse para servir a los
turistas y a los locales, no sólo para evitar posibles conflictos y hasta
antagonismos, sino porque la implicación de la comunidad local representa un
valor añadido y hasta una ventaja competitiva: el uso de la cultura y recursos
locales añade autenticidad a la experiencia; permite promocionar los productos
y las tradiciones locales; su participación hace que estas comunidades sean más
hospitalarias, y la hospitalidad, el saber acoger, es la esencia del turismo;
refuerza el orgullo y el sentido de pertenencia, la identidad como colectivo;
las comunidades locales son generadoras de productos turísticos.
-Reconozcamos, pues, que el turismo hemos de desarrollarlo,
primera y principalmente, en beneficio de nuestra propia comunidad, con un
modelo aceptado por ésta y en el que sus miembros, quienes allí viven, son
parte activa. Los primeros propagadores de un destino turístico han de ser sus
propias gentes; los primeros beneficiarios, porque mejora su calidad de vida,
son quienes residen en el lugar que acoge el turismo. El mercado es importante,
pero la comunidad local también, a la hora de definir el modelo de desarrollo
deseado para un determinado territorio. A la visión del mercado hemos de sumar
la de un turismo visto a través de los ojos de quienes moran y trabajan allí.
-El turista, no lo olvidemos, se mezcla con los lugareños en
playas, restaurantes, locales de ocio, etc., y la cultura de la hospitalidad no
existe si no está enraizada en la comunidad local, que debe sentirse
propietaria de su destino (de su futuro) a través de la participación e
implicación en los procesos de planificación turística y en sus operaciones.
-El destino turístico es la comunidad local y la comunidad
local es el destino turístico. El turismo influye en la comunidad local (la
transforma, física y sociológicamente), pero la comunidad local también influye
en el turismo (lo acepta o lo rechaza, lo favorece o lo perjudica). Los
productos se co-crean a través de esta interacción, de la que depende la
satisfacción final y, por tanto, el éxito. Es una relación compleja de ida y
vuelta, que es preciso gestionar bien. Por eso es tan importante tener personas
especializadas y capaces al frente de un destino turístico.
Con esto me despido, con la esperanza de haber arrojado un
poco de luz sobre algo en lo que nos jugamos buena parte de nuestro futuro
colectivo.
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Publicado en heconomia.es el 2-10-12.
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