Comienzo con este artículo una serie que antecederá a un
libro cuya elaboración tengo todavía entre manos. No digo el título, para dejar
abierta la expectativa, pero sí el subtítulo: “El observatorio que nunca existió”,
parafraseando al libro y la película “El hombre que nunca existió”, con hechos tan
ligados a la provincia de Huelva. Un pescador vecino de Punta Umbría, en la
primavera de 1943 encontró flotando en el mar, mientras pescaba en El Portil,
un cuerpo sin vida y un maletín, que parecían ser de un oficial del ejército
británico. No podía ni imaginar la influencia que este hallazgo tendría en el
rumbo de la II Guerra Mundial: ese maletín contenía una información falsa que
engañó al enemigo y ese supuesto oficial, al que dieron el nombre de William
Martin, nunca existió.
Buscando un cierto paralelismo, diríamos que hay rasgos y
perfiles del turismo en esta provincia que no se conocen, que no se han
estudiado como debiera porque, sencillamente, no se ha articulado ningún
mecanismo para estimularlo y hacerlo, capaz de suministrar información
contrastada y alimentar con propuestas a los tomadores de decisiones, públicos
y privados. Hemos, sistemáticamente, renunciado a ello. En los últimos años, en
los años de crisis, cuando más complejas son las situaciones y más luz, nunca
mejor dicho, se necesita para diseñar estrategias y políticas, no se ha
manifestado interés alguno ni de unos (los responsables de las administraciones
públicas) ni de otros (los representantes de los empresarios), en buena
armonía.
Y esto ante un panorama en el que nuestro “modelo” nos ha
llevado a una situación caracterizada por un turismo:
-Con un nivel de gasto y estancia media sensiblemente
inferiores a la media andaluza. Esta brecha ha aumentado durante la crisis.
-Con la mayor índice de estacionalidad a nivel de las
provincias andaluzas, y con tendencia a aumentar.
-En cómputo anual, cada vez más concentrado en la costa.
-Con, en general, menores tasas de ocupación que la media
regional.
-En el que puede decirse que la única motivación es la
vacacional. Otros motivos para viajar a un destino, como los negocios y la asistencia
a ferias, congresos y convenciones, están prácticamente ausentes en el caso de
Huelva, aun siendo bastante remuneradores.
-Con una percepción de calidad/satisfacción, medida a través del índice sintético que ofrece la Encuesta
de Coyuntura Turística de Andalucía, sistemáticamente por debajo de la media andaluza;
brecha que tiende a aumentar.
-Marcado por su carácter doméstico, siendo que este mercado
está cada vez más deprimido. Durante la crisis, la afluencia desde los dos
principales mercados emisores, Alemania y Reino Unido, ha caído muy
considerablemente.
Todo esto quizás desmonte algunos mitos creados por un
mensaje oficialista autocomplaciente y cargado de voluntarismo, pero la
realidad de los datos, cuando se analiza, es tozuda, y por desgracia, aunque no
todo sea negativo, no muy alentadora. Y no se trata sólo de la crisis, sino de
tendencias más profundas fruto de un determinado modelo, o quizás de su
inexistencia.
Ante esta realidad, mi pregunta es: además de promocionar el
destino más (con más presupuesto) y mejor (buscando la máxima eficacia), y de
reivindicar mejoras en la accesibilidad vía infraestructura de transporte y
comunicaciones, ¿no habría que hacer algo más? Es algo más complejo, sin
menoscabo de la trascendencia de la promoción y de contar con mejores
carreteras, conexiones ferroviarias y aeroportuarias. Es una cuestión de modelo
de desarrollo turístico y de capacidad para organizar/coordinar a todos los
agentes involucrados. Son muchas las piezas del rompecabezas que hemos de
armar: la cooperación institucional y empresarial, la gestión de la marca, de la calidad y del medio
ambiente, del patrimonio, de la movilidad interna, el apoyo a los
emprendedores, la formación profesional, la implicación de las comunidades
locales, etc.
¿Existe alguna instancia capaz de liderar la compleja tarea
de armar todas esas piezas? Evidentemente es una pregunta retórica, pues la
respuesta es obvia. Necesitamos avanzar hacia la creación de un ente gestor del
destino desde la colaboración público-privada, que, entre otras tareas, se
encargue también de coordinar los dispersos esfuerzos promocionales que se
llevan a cabo desde distintas instancias, buscando la máxima eficacia en el
empleo de los recursos disponibles, ahora más escasos que nunca. Ese ente
gestor tendría la misión de poner orden en el laberinto turístico, y de liderar,
en primer lugar, el necesario debate que nos lleve a la definición explícita
del modelo turístico al que aspiramos, y que, a continuación, provea de la
necesaria hoja de ruta (con medidas a corto, medio y largo plazo) con la que avanzar en ese camino. Al mismo tiempo, estos procesos solo podrán
acometerse con rigor si se cuenta con la necesaria información con la cual
tomar decisiones, a la par que requerirá, hoy más que nunca, de propuestas
imbuidas de un espíritu innovador; por tanto, la incorporación a ese ente de
los agentes del conocimiento (principalmente los investigadores universitarios)
resulta una obviedad, aunque a menudo este papel se pase por alto. ¿Tan difícil
es de entender? Admito que sí lo es de ejecutar, pero se ha perdido mucho
tiempo, quizás demasiado. El mundo se mueve muy deprisa, cambia cada vez más
rápidamente, pero nosotros...
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Publicado en HEconomia el 6/5/13
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