Decía nuestro compatriota Ortega y Gasset, filósofo y
ensayista, que “Lo que nos pasa a los españoles es que no sabemos lo que nos
pasa, y eso es precisamente lo que nos pasa”.
En buena medida esta es la situación de Huelva en general y
de su sector turístico en particular, más allá de estos años de crisis que aún
nos azota. Una provincia bendecida por la naturaleza, con tan variados
recursos, cuyo estancamiento resulta difícil de entender. ¿Cuál es esa
maldición secular?
Esta será una reflexión compartida más allá de los tópicos
que continuamente se esgrimen, intentando añadir nuevos elementos y, de esta
forma, algún valor a este necesario debate, a través de nuevas respuestas a esa
eterna pregunta que encabeza este artículo. Diagnósticos existen, pero a la
postre vienen a converger en lo mismo (o casi): nuestra localización
periférica, las endémicas carencias de infraestructuras de transporte y
comunicaciones, la debilidad del tejido empresarial autóctono, la falta de
espíritu emprendedor, las Administraciones públicas (que, con sus pesadas
cargas de todo tipo y falta de liderazgo, son más parte del problema que de la
solución)…y ahora, para colmo, una crisis profunda de ciclo largo con las
consecuencias que todos conocemos, a partir del pinchazo de la burbuja
inmobiliaria y las subsiguientes dificultades de acceso al crédito.
Para apoyar esa nueva mirada que, a mi juicio, necesitamos,
me apoyaré nuevamente en otra cita de Ortega y Gasset: "Sólo es posible avanzar
cuando se mira lejos. Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande".
En Huelva, y aunque en toda generalización hay excepciones,
siempre hemos pensado en pequeño y mirado con la luz corta. Bien es verdad que
cabe citar una gran excepción: la Universidad; ahí sus promotores pensaron en
grande, y la sociedad onubense les siguió masivamente; luego, a mi modo de ver,
la mirada que se ha aplicado no ha sido lo larga que debiera, a partir de la
clarividencia de una visión institucional que la colocara mucho más al servicio
del desarrollo socio-económico de la provincia. Pero fue una lección importante,
que ahora debiéramos repetir con el turismo, que será uno de nuestros grandes vectores
de trabajo y bienestar en el siglo XXI si hacemos las cosas bien. El turismo
debe ser una causa de todos, igual que en 1988 lo fue la reivindicación de una
Universidad. Debemos creérnoslo, igual que creímos en la necesidad de una
Universidad para progresar.
Estamos instalados en una espiral de pensamiento estéril que
hemos de romper, para lo cual necesitamos de nuevas voces, nuevas
conversaciones, nuevas perspectivas, nuevas pasiones… Hemos de observar nuestra
realidad con ojos diferentes, para salir de la endogamia paralizante en la que
estamos instalados.
Mirar lejos en el turismo significa tener identificadas las
tendencias de cambio que están operando y definir consistentemente las líneas
maestras del modelo de desarrollo al que aspiramos. No todo puede valer para
llenar las más de 25.000 plazas con la que contamos en nuestros hoteles y apartamentos
turísticos actualmente, y las que eventualmente llegarán. Me pregunto si existe
alguno en la mente de nuestros gobernantes, y si así fuera cruzo los dedos para
que no sea el del caduco y depredador desarrollismo del siglo pasado del que
tantos ejemplos tenemos en nuestras costas y que ahora llaman destinos maduros
en fase de reconversión. Algunos espíritus inquietos, en la universidad y fuera
de ella, hicimos hace poco más de un año una propuesta para el debate, denominada “LA PROVINCIA DE
HUELVA COMO DESTINO TURÍSTICO: VISIÓN 2020”, fácilmente accesible a través de
Internet.
El sol y playa, sin más, no tiene futuro: así de
contundente. Convierte nuestro producto en indiferenciado y nos condena a
competir en precios. La gran apuesta de futuro está en diferenciarnos, sabiendo
que la cantidad no siempre conduce a una mayor rentabilidad. Tan sólo un dato:
con el mismo número de turistas que hemos recibido durante la crisis
(2008-2012), si se hubieran alcanzado el nivel de gasto y de estancia que la media
andaluza, hubiéramos ingresado 1.514 millones de euros más, y eso depende,
sobre todo, de nosotros, de la oferta que seamos capaces de presentar a ese
contingente de turistas. Y cuando se alude a esa oferta se está apelando a la
oferta complementaria de ocio, que sustentada en nuestra diversidad de
recursos, bien comercializada y concebida (alineada con el concepto
experiencial que marca el turismo de hoy y bañadas de autenticidad) es una
pieza clave para lograr esa diferenciación que necesitamos, conjuntamente con
la marca que nos identifica: HUELVA, LA LUZ.
Pensar en grande, por tanto, no significa pensar en
cantidad, sino en calidad. ¿Qué tipo de turista nos proponemos atraer? ¿Tenemos
respuesta a esa pregunta? Miremos a través de los ojos de quienes nos eligen:
mientras pudimos hacer estudios sobre la materia, el anclaje que Huelva tiene
en sus mentes es bastante nítido y estable, y gira en torno a dos ejes:
clima/naturaleza/paisaje y tranquilidad/no masificación. Es fundamentalmente
eso lo que hace inclinar la balanza a nuestro favor. Por tanto, parece claro
que nuestro modelo turístico debería construirse sobre esta base, que
contribuye a diferenciarnos de otros destinos competidores.
Y pensar en grande significa capacidad para organizarse, no sólo para
promocionar el destino, sino para gestionarlo, que exige ir mucho más allá.
Tenemos que saber muy bien qué vendemos (en cada época del año), cómo (a través
de qué canales, y aquí adaptarse a las nuevas tecnologías es indispensable
simplemente para seguir existiendo), a quién (cuál es perfil del turista que
deseamos cautivar) y dónde (a qué mercados emisores, teniendo en cuenta que
nuestro espectro hoy por hoy es muy estrecho y necesitamos, por tanto,
ampliarlo). Pero a partir de ahí necesitamos de profesionales cualificados
(formación), generación de conocimiento (investigación), que los servicios
públicos (limpieza, seguridad, sanidad, transporte, etc.) estén preparados para
atender bien al turista, que las playas (u otros recursos) estén debidamente
acondicionados, que los comercios tengan horarios adaptados al turismo, etc.
Esto es lo que significa dotarnos de un ente gestor que coordine, planifique y
contribuya a que todas las piezas de este complicado puzle encajen para que las
expectativas del visitante no se vean defraudadas.
En definitiva, un nuevo modelo de gobernanza turística en el
que prestemos atención no sólo a las acciones, sino a las interacciones entre
sus varios interlocutores, configurándose a sí mismo como consecuencia de esa
relación dinámica, que es lo que le confiere su
verdadera complejidad. Avanzaríamos así en la senda correcta: la de un
destino turístico inteligente. En nuestras manos está: no busquemos excusas o
culpables fuera para no hacer lo que sí podemos hacer.
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Publicado en el suplemento del Grupo Joly "Turismo de Huelva: Una Huelva por Descubrir", 31-5-14, p. 16.
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