Y lo haré a base de preguntas sobre aquello en lo que sueño: no es posible encontrar respuestas sin hacernos previamente las preguntas adecuadas. Será por deformación profesional, ya que ésta es una técnica que solemos emplear los docentes.
Quisiera encontrar y trabajar en una universidad donde:
-El mérito y la capacidad acreditados fueran su (única) columna vertebral, sin confundirlos, por ejemplo, con la representación democrática ni con cuestiones de género. Cada cosa en su sitio y cuando proceda: ¿es esto una utopía? No digamos ya reemplazarla por filias y fobias.
-Se nos impulsara a estar realmente centrados en las necesidades / problemas / desafíos de la sociedad, con visión de futuro, donde académicos de alto nivel, pensadores libres, puedan utilizar plenamente su tiempo agregando valor a través de la enseñanza y la investigación, en lugar de emplear su tiempo en hacer política, reuniones burocráticas inútiles y tareas administrativas estériles. ¿Estoy buscando una utopía, por ejemplo la de una gestión más profesionalizada? Estoy convencido que hoy por hoy sí, porque nuestro sistema universitario es esencialmente político (¿qué hay de lo mío?), con un severo problema de gobernanza.
-La excelencia sea más que una palabra manida: en la docencia porque la experiencia profesional de quienes ejercen es imprescindible para alcanzar altas cotas de calidad; en la investigación porque también la transferencia ha de contar: los resultados han de llegan a la sociedad, no pueden quedar sólo en los círculos académicos. ¿Es una utopía que la transferencia, así como la divulgación científica, se tengan también en cuenta? ¿Qué la productividad se premie de verdad, en lugar del 'café para todos'?
-Haya mecanismos para que los resultados de la investigación alimenten la docencia. Una actividad docente diferente a la actual, que nos acerca mucho a la enseñanza secundaria, con el hándicap de estar menos orientada a la práctica profesional. ¿Es una utopía que digamos en voz alta lo que pensamos del sistema actual, llamado de Bolonia? ¿Qué se abra una reflexión profunda sobre la experiencia acumulada en estos años, más allá del politizado debate sobre el 3+2 o el 4+1? España es diferente también en esto.
-Tengamos claro el perfil formativo, cambiante en el tiempo y dentro del cual cada vez ha de estar más inmerso de forma transversal el espíritu emprendedor, el concepto de universidad emprendedora. ¿Cómo si no vamos a dejar de alimentar la frustración del desempleo? ¿Es también esto imposible, o es pensar en el futuro de nuestros estudiantes? En lugar de alumbrar el futuro, vamos por detrás del presente.
-La movilidad entre docentes e investigadores se estimule, huyendo de las trasnochadas endogamias y sistemas cerrados que aún hoy dominan. ¿Es una utopía que el sistema sea mucho más abierto, flexible y con capacidad para atraer talento de fuera (a la par que retener el propio)? Los mecanismos actuales son, en mi opinión, claramente insuficientes.
-Cada una de ellas (muy en especial las de tamaño pequeño-mediano) tengan sus nichos de especialización, su personalidad propia, a ser posible alineadas con las coordenadas de futuro del territorio en el que se asienta. ¿Es una utopía hacer entender que no se puede ser excelente en todo, y más con recursos cada vez más escasos? ¿No es más razonable concentrarlos allí donde sean más necesarios para apoyar el desarrollo socio-económico, en lugar de dispersarlos cada vez más en una suerte (o infortunio) de huida hacia delante, de tener más y más, pero mediocre? El gran problema es que deshacer lo ya (mal) hecho es muy difícil.
-La sociedad en general, y la comunidad local sobre todo, confía en sus docentes e investigadores, y no la entiende como un mero apéndice, sin contar realmente (más allá de las declaraciones públicas) con ella, con nosotros. Más bien parece que somos un elemento perturbador, molesto, cuando tratamos de contribuir a su desarrollo con nuestra investigación científica. En la sociedad del siglo XXI los tomadores de decisiones, públicos y privados, deberían estar ávidos de contar con los agentes del conocimiento, y apoyarse en ellos. ¿Por qué esto es tan difícil, cuando no imposible? El modelo que hay que poner a funcionar de una vez es el de la triple hélice: administraciones públicas, empresas y agentes del conocimiento trabajando al unísono. Pero este matrimonio es cosa de tres.
-Finalmente, ¿por qué todo ha de ser política, o políticamente correcto, conforme a los cánones de una sociedad oficialista? ¿Por qué la universidad (quienes estamos dentro de ella) no cumple (cumplimos) hoy su (nuestro) papel crítico con los moldes que no funcionan, con mayores dosis de compromiso y menos de conformismo o comodidad? Otra utopía, ¿verdad?
Como le acabo de leer a un amigo, “El trabajo inútil conduce a la melancolía...”. Estoy melancólico, porque cada vez más a menudo siento que mi trabajo no es lo útil que podría ser, y entra en contradicción con mi espíritu de crecimiento personal/profesional y servicio a mi comunidad. La falta de medios tiene bastante que ver, aunque no he aludido a ello, porque es obvio pero no es lo único. Hay muchos más elementos en juego, no sólo el de inyectar fondos, aunque ya estemos cercanos a la indigencia.
Publicado en Huelva Información, 17-5-15, p. 32
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