Este artículo es
el número doce de esta serie (uno al mes, un año), y será el último por
voluntad propia, fruto de mi proceso de aprendizaje.
Cuando no
consigues cambiar aquello que te rodea y llegas a la convicción de que seguir
es inútil, por lo que representa de toparte una y otra vez con el mismo muro
inamovible, la conclusión es que eres tu quien debe cambiar. No soy don Quijote
ni el Llanero Solitario; tampoco un kamikaze y un adherente al empalagoso
positivismo antropológico. Este humilde académico que gusta de patear la
realidad y estuvo siempre disponible y comprometido con su tierra y sus gentes desde
la libertad de no buscar nada para sí, se retira, con el nuevo curso, a sus
cuarteles de invierno. La lucha es
extraordinariamente desigual y condenada al fracaso.
A fe que lo he
intentado, pero mis 'armas' son muy limitadas: sólo el estudio y la palabra, y
ésta, la de mis artículos de opinión, era una vía más para hacer llegar a la
sociedad ideas que pudieran mejorar nuestra realidad en aquellos ámbitos en que,
sin pretensión de estar en posesión de ninguna verdad absoluta, considero que
algo puedo aportar. A la postre, mi percepción es que ha sido como escribir
para ciegos o leer para sordos; y la sensación de soledad casi total permanece,
sobrepasado por el pensamiento único imperante e inoperante (o peor aún, por el no
pensamiento) y la falta de valentía para decir lo que se piensa y, si es
menester, romper los moldes. Y aquí meto
a la prensa, cuya libertad es clave para su legitimidad social, supervivencia y
jugar el papel que se espera de ella, tan importante en un sistema democrático.
Parte de esa libertad es la pluralidad y el contraste/análisis de propuestas, no
simplemente dar una cómoda voz a los poderosos (política y/o económicamente).
Otros podrán
hacerlo con más arrope y acierto que un servidor, o al menos tienen la posición
para ello. Yo, quizás, en otros lugares, allí donde pueda dejar algo. Con todo,
mi conciencia está tranquila: me he esforzado todo lo que he podido y he dado
todo lo que tenía con el mejor afán constructivo, lo que trae consigo la
crítica, sin la cual el progreso no es posible. Son las ventajas y los
inconvenientes de ser independiente. Me choca mucho, pero intentaré ser feliz
de este modo, aunque tenga que convivir con la sensación de inmovilismo y de que
todo está politizado, sin que exista vida fuera de ahí, de un mundo en el que
ni estoy ni estaré: no valgo para estar en él.
La Madre Teresa,
albanesa de origen aunque se le conozca como Madre Teresa de Calcuta por haberse
dejado la vida en ayudar a los más desfavorecidos de la India, dijo aquello de
que "La honestidad y la transparencia te hacen vulnerable. Sé honesto y
transparente de todos modos". Yo me lo creo y me lo aplico, aunque sea
visto como raro: lógico por venir de un personaje excepcional. Necesito de
algún tiempo y ayuda para repensar mi papel en el mundo. No podré dejar hijos
ni fortuna, y no quisiera pasar por la vida sin pena ni gloria. Soñaba con
dejar algún legado, como hizo mi padre. En mi caso, éste no puede ser otro que
algo ligado al conocimiento, que a ser posible revirtiera en el bienestar de mi
tierra, en la que tanto queda por hacer. No debo quejarme de lo que tengo -hacen bien quienes me lo recuerdan- aunque hoy por hoy ni el sector que elegí hace
muchos años a tal fin (el turismo, por
sus grandes perspectivas de futuro aún por desarrollar en buena medida) ni la
plataforma que tengo para ello (la Universidad de Huelva) me facilitan llegar adonde quiero. Tal vez
deba buscar otra, pero cada vez me queda menos tiempo. Ese es el cambio que
estoy rumiando.
En el caso de la
provincia de Huelva convergen tres males (plagas en terminología bíblica) que
suponen un pesado lastre para su desarrollo: nuestros representantes políticos
(como en toda generalización hay excepciones),
algunos representantes empresariales (no los empresarios de verdad,
muchos de los cuales no se sienten representados por ellos) y una universidad (incluida
su Consejo Social) que en sus 22 años de existencia todavía no ha entendido que
debe apostar más por el turismo, un
sector básico tanto en su presente como, y aún más, para su futuro (tampoco lo
ha hecho por otros del mismo tenor). Claro que me gustaría expresarme de otra
manera, pero parte de mi forma de ser es
la sinceridad, con el agravante de que tales circunstancias no tienen visos de mejorar:
llevan enquistadas demasiado tiempo.
Todo esto se
adereza con una serie de comportamientos enraizados, bien conocidos en la
literatura, que limitan nuestra capacidad de aprehender la realidad en la que
hemos de tomar decisiones y actuar:
-“No ver más allá
del propio ombligo”. Aquí hemos de lograr el equilibro entre saber valorar y
sentirnos orgullosos de lo que tenemos y
somos (ese básico sentido de identidad) con tener presente que no estamos solos
en la faz de la tierra, lo cual parece una perogrullada, pero no lo es en
nuestro caso: el mensaje del onubensismo vacuo no sirve; el mensaje, por
ejemplo, de que nuestras playas y nuestra gastronomía son las mejores del mundo
tampoco vale (otros también tienen muy buenas playas y gastronomía, además de
saber venderlas); son mensajes para el mero consumo político interno, si no van
acompañados de un ejercicio de realismo, de planificación y de alianza con la
sociedad. La flauta suena muy pocas veces por casualidad, y menos si la tocamos
mirándonos al ombligo. Lo ocurrido el pasado día 6 con la capitalidad española
de la gastronomía es un ejemplo más. Yo mismo he argumentado que es una buena
línea de trabajo, una de las más prometedoras, si bien proyectos de este
alcance hay que prepararlos con tiempo para atar los cabos lo mejor posible. El
haberlo intentado tiene su lado positivo, pero midiendo muy bien los pasos,
porque la autoestima colectiva no está para muchos trotes. Ahora toca la
autocrítica y aprender de lo ocurrido, pero si nos limitamos, como es habitual,
a buscar el enemigo exterior, no sacaremos nada de provecho para volver a
intentarlo con más garantías. Huelva no se merecería esto.
-“No escuchar a
los demás”. Más claro agua en el caso de nuestros dirigentes (nuevamente
refiero que en toda generalización hay excepciones). Ni se escuchan entre
ellos, por aquello de las diferencias políticas, ni dan a la universidad el
papel que debiera tener como principal agente del conocimiento (sin perjuicio
de otros). Con un poco de inteligencia sabrían cómo tenerla a su lado y valorarían
la importancia de ello, en un camino que debería ser recorrido juntos, no por
separado.
-“No tener
suficiente capacidad de adaptación”. El mundo cambia, evoluciona
vertiginosamente, pero aquí seguimos pensando sólo en promoción y en un patrón
turístico del siglo pasado, intensivo en camas y pernoctaciones, que imponen
las grandes cadenas (si es posible con todo incluido). ¿Cuál es nuestro modelo
diferenciador? Ni se plantea. Si esto no está claro, estaremos construyendo la
casa por el tejado, y parte de ese tejado es, por ejemplo, el aeropuerto. No
nos dejemos encandilar, sin más.
-“Estancarse”. La Reina de Corazones, en el cuento de ‘Alicia
en el País de las Maravillas’, venía a decir algo así como que aquí hay que ir
muy rápido simplemente para seguir estando en el mismo sitio, y Huelva no ha podido seguir la velocidad que otros
han imprimido. Se ha quedado estancada en infraestructuras, como se ha repetido
tantas veces, pero también en ideas, en proyectos colectivos que ilusionen.
Tanta promesa incumplida ha generado hastío y descrédito. Es imprescindible
recuperar la confianza, para lo cual hace falta renovación, cambios profundos;
casi lo que Schiumpeter denominó la “destrucción creativa”, es decir, mucho más
allá de la cosmética mediática. Y en este proceso la participación es
fundamental: la llamada a las urnas cada cuatro años no es ni mucho menos
suficiente; ni unos cuantos (muy pocos) pueden decidir un futuro que es de
todos, por ejemplo en el caso del turismo provincial.
Este es un
artículo deliberadamente inacabado…quizás vuelva sobre sus huellas en un
futuro; tal vez EL MURO sea renovado. Aunque
soy perseverante cuando creo que me asiste la razón, necesito tiempo y
distancia, tomar aire y repensar. Paso, pues, al anonimato. Es lo que deseo y
creo mejor en estos momentos.
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Publicado en Huelva Información, 11-10-15, p. 8.
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