Quien suscribe no es más que un estudioso del turismo y un ciudadano común que no tiene más información que la que puede leer en los medios y que, además, está al final de su carrera profesional, que pronto pasará página, y sin aspiración alguna, más allá de contribuir desde esa condición, aunque sea modestísimamente, a que la tierra que le vio nacer prospere.
A estas alturas, nadie nos tiene que convencer de lo obvio: el sector turístico en la provincia de Huelva tiene muchos recursos y potencialidades, como otros territorios. La gran diferencia entre unos y otros, más aún que los mimbres con los que han de hacerse los cestos, está en la definición de un proyecto colectivo (o modelo de desarrollo) respaldado por el mayor consenso posible, y en un liderazgo que aglutine voluntades. Saber qué se quiere y definir las líneas maestras para ir avanzando hacia donde se quiere llegar. Aunque hayamos sido bendecidos con muchos recursos, sobre todo naturales, hay que hacer las cosas bien para que, siendo capaces de preservarlos, den sus frutos para el mejor vivir de quienes residen aquí. Hace mucho, demasiado, que esperamos que las potencialidades se conviertan en realidades.
En cualquier destino turístico esta tarea es compleja, porque son muchos los agentes implicados (privados y públicos), con intereses diversos, cada uno de ellos con su propia capacidad para tomar decisiones y, además, cada vez más interconectados e interdependientes. Aunque no sin dificultades (que siempre las habrá), pero con mucha apertura de mente y flexibilidad para ir aprendiendo y adaptándose a realidades cambiantes, hay casos en el mundo donde se ha conseguido dar el salto del marketing a la gestión (que incluye el primero), avanzando en eso que se llama la gobernanza de los destinos, que en el fondo tiene que ver con quienes tienen que tener voz y voto en ese proceso de co-crear el destino. Cómo se reparten los esfuerzos (sobre todo económicos) y el poder en la toma de decisiones: Administraciones públicas, organizaciones empresariales, comunidades receptoras de los flujos turísticos…
En todo caso, tener un buen diagnóstico es clave, y adquirir compromisos también, rindiendo cuentas de su cumplimiento. El primero para acertar al pasar a la acción y el segundo para que el referido liderazgo tenga credibilidad.
Diría que el diagnóstico de los principales problemas que constriñen el desarrollo del turismo provincial es conocido: no será por falta de planes ni porque esos problemas sean nuevos. Tampoco nos afectan exclusivamente a nosotros, aunque tengamos nuestras singularidades. No se trata en este post de incidir sobre ellos (accesibilidad, estacionalidad, gasto medio diario…). Precisamente por estar muy manidos, sabemos que no son fáciles de resolver (todos lo intentan pero pocos lo consiguen), pero hay que seguir poniéndoles la proa. Una completa recopilación de datos para que cada quien se forme su juicio se puede encontrar en el CUADRO DE MANDO DE LA PROVINCIA DE HUELVA COMO DESTINO TURÍSTICO, de libre acceso y que puede consultarse en:
En esta ocasión me limitaré a los datos publicados hace muy poco por el Junta de Andalucía en su Encuesta de Coyuntura Turística. La fotografía de cómo nos perciben los turistas que nos visitaron en 2021 se resume en la siguiente tabla:
Podemos echar balones fuera arguyendo que 2021 fue un año especial por la pandemia (que claro que lo fue, pero para todos) o que no estamos seguros de la fiabilidad de estos datos (pero son los oficiales y los que hay), pero son tan contundentes que merecen un análisis, que aquí necesariamente ha de ser somero, pero que en esa Mesa del Turismo debería ser objeto de un profundo y constructivo debate que diera lugar a compromisos concretos: la política del avestruz y la autocomplacencia no hacen posible la mejora. No tenemos más que compararnos con el resto de territorios de nuestra Comunidad Autónoma: salimos tan mal parados en casi todo, con cualquiera de ellos, que no es posible que seamos indiferentes.
El resumen lo encontramos en el “índice síntético de percepción” (última fila), lejos de la media andaluza (el peor registro en términos relativos desde que esta Encuesta existe, con la serie completa de 24 años que puede verse en el gráfico siguiente) y sensiblemente por debajo de los niveles alcanzados por todas y cada una de las provincias andaluzas. Estamos a la cola y con diferencia. Salvo en una ocasión, nunca hemos estado por encima (en un año aún más especial como 2020, sin embargo, igualamos la media), pero el batacazo de 2021 es demoledor. Con sus picos y sus valles, el problema es claramente estructural.
Como siempre, el profesor Vargas, ejemplo de profesionalidad y lucidez, acierta de pleno en lo que escribe.
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