2014 ha sido otro año decepcionante para nuestra
provincia: mientras a nivel autonómico y nacional la recuperación económica
comienza a asomar, en Huelva hemos seguido cayendo: ahí están los datos del mercado
de trabajo (según la Encuesta de Población Activa del INE cerramos el año con
10.300 desempleados más y una tasa de paro del 35,26%), del turismo (reducción
tanto del número de viajeros y pernoctaciones en año record para Andalucía y
España), ningún avance significativo en materia de infraestructuras, ni en lo
que se refiere al Parque Científico y Tecnológico, que sigue en stand by, o al Parque Huelva Empresarial, etc. etc. Por tanto, ya no es
la crisis (en general), sino nuestra propia crisis (en particular).
Año tras año seguimos igual: refiriéndonos a la
tierra de las eternas potencialidades que no terminan de transformarse en una
floreciente realidad económica y social. El caso más claro de fracaso colectivo
(y no sólo de los poderes públicos, para ser justos) está en el turismo
provincial. Y es preocupante porque lo que nos pasa es que no sabemos lo que
nos pasa (aunque hay gente que podría ayudar). Y no sé si en realidad queremos
saberlo, porque supone reconocer errores, y más en un año electoral triple.
Como decía Einstein, "Locura es hacer la misma cosa una y otra vez
esperando obtener diferentes resultados". Todo lo hemos justificado con la
clásica barrera al aprendizaje del enemigo exterior: la crisis con los
consiguientes recortes, el gobierno de otro color político que no invierte en
las infraestructuras necesarias…pero hay algo más y cosas que podemos hacer:
sin autocrítica no hay progreso, aunque no nos gusten oír algunas cosas.
El color del
futuro
Con todo, mirando hacia adelante, diría que el presente
es incierto y duro, pero con un futuro esperanzador:
-Incierto
porque van a producirse cambios, no sabemos aún en qué sentido, pero son
inevitables ante la gravedad de la situación: de hecho ya han empezado en una
institución tan señalada como la Federación Onubense de Empresarios.
-Duro
porque nuestro ya débil tejido empresarial (sobre todo pymes y microempresas)
se ha visto mermado severamente, las empresas que han conseguido resistir lo
hacen, en general, con muchas dificultades, y muchas familias lo han pasado y
siguen pasando muy mal. A menudo echo de menos un expreso reconocimiento del
pozo en el que estamos y de las crecientes bolsas de pobreza existentes, cuya
configuración ha cambiado en estos últimos años, como así han puesto de
manifiesto diversas organizaciones solidarias, como RESURGIR: muchas familias
de la cada vez más estrecha clase media han pasado a una situación de pobreza
lacerante.
-Pero esperanzador,
porque una nueva generación de emprendedores está llegando, jóvenes en edad y/o
en espíritu que encaran la realidad con una visión más amplia (generalmente han
salido fuera, lo cual deja una impronta) y de una forma proactiva e innovadora,
abanderando la triple T del Prof.
Richard Florida: Talento, Tecnología y Tolerancia. Esta es como una suerte de lluvia
fina que tarda en calar, pero que termina transformando la realidad.
Necesitamos
un compromiso
Somos conscientes que gobernar, y más en estos
tiempos de estrecheces, es difícil. Pero hemos de pedir a quienes nos gobiernan
que trabajen en una serie de prioridades:
-Que apoyen más a nuestros emprendedores; necesitamos muchos más y en nuestro país seguimos
sin ponérselo fácil a quienes se plantean crear su propia empresa: según datos
del Banco Mundial en su reciente estudio “Doing Business 2015”, ocupamos el
puesto 74 (entre 189 economías) en lo
que se refiere a apertura de un nuevo negocio. Se ha avanzado, sí, pero no lo
suficiente: aún estamos lejos de las economías más desarrolladas. Ahí
encontraremos parte de la respuesta a por qué no tenemos más empresas, todas
esas que necesitamos, de forma que esta tarea no se convierta en un esfuerzo
hercúleo y casi heroico.
-Que definitivamente pongan a funcionar la llamada triple hélice: empresas,
administraciones públicas y agentes del conocimiento (especialmente la UHU)
trabajando al unísono, dentro de una hoja de ruta previamente definida y a ser
posible consensuada.
-Un pacto de
“Estado” por la provincia que, a modo de grandes directrices de lo que
podría llegar a ser un plan estratégico provincial, consensue las prioridades
en materia de infraestructuras. Pese a los retrasos acumulados que podamos
esgrimir, una carta a los “Reyes Magos” no es un planteamiento que nos
fortalezca y legitime, y más en tiempos de apreturas como los que vivimos y
seguiremos viviendo al menos a medio plazo. El documento inicial de la
Agrupación de Interés promovida por la Autoridad Portuaria va en este sentido,
aunque necesita un determinado liderazgo del que quizás se carece, como
inmediatamente referiré.
-Esto exige, para que tenga éxito, una altura de miras por parte de los
dirigentes políticos y sociales en general, oteando más allá de los tiempos
electorales e intereses propios, además de un liderazgo políticamente neutral
que, al inspirar la confianza suficiente, pueda aglutinar las voluntades
necesarias y dinamizar este proceso.
-Con ese resultado y el apoyo de toda la
ciudadanía, procurar las complicidades
necesarias a nivel autonómico y nacional. Hemos tenido escaso peso donde se
toman las decisiones y se priorizan las inversiones.
-No dejar esta reivindicación sólo en manos de
nuestros representantes. Cada ciudadano
ha de asumir su propio rol activo. La campaña “Teruel existe. Somos todos”
puede ser un referente para la movilización ciudadana. ¡Huelva también existe!
-Finalmente, incluso trascendiendo este
planteamiento, Huelva tiene un problema de imagen (o incluso de no imagen) exterior,
que acaba por afectar a todos sus sectores productivos. Cabría plantear, pues,
la creación de un ente gestor de la
marca e imagen de Huelva.
Y la ayuda
de todos
Como escribió el glorioso estratega militar chino
Sun Tzu, en su famoso libro “El Arte de la Guerra”, los buenos gobernantes son
aquellos que tienen conocimiento, sinceridad, benevolencia, coraje y firmeza. A
mi juicio, aún representa una descripción a tomar en cuenta a pesar de haber
sido hecha en el siglo IV antes de Cristo.
Debemos ayudar a nuestros gobernantes, del mismo
modo que estos deben dejarse ayudar. Los políticos no son extraterrestres, son
parte y reflejo de la sociedad. Si la sociedad es en general apática, tenemos
muchas papeletas para que nuestros representantes sean apáticos; si la sociedad
está ayuna de ciertos valores, esos valores muy probablemente no estarán
presentes en la gestión pública, etc. Pero a la vez son ellos, en el ejercicio
de su poder, quienes inciden y condicionan la sociedad, adormeciéndola o
estimulándola, inyectando unos valores u otros. Somos producto de la sociedad
pero a la vez productores de la misma. Es la autopoiesis propia de los sistemas
complejos, como la denominaron los biólogos chilenos Maturana y Varela. En
otras palabras, ahí está precisamente su responsabilidad, y la de cada uno de
nosotros.
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Publicado en RESURGIR, nº 28, Primavera 2015, pp. 8-9.
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