Trasladando todo esto al turismo provincial, la incertidumbre es tanto más alta en cuanto que carecemos de esa infraestructura de inteligencia competitiva que resulta imprescindible hoy. No todas las infraestructuras necesarias son las de transporte y comunicaciones, por muy importantes que estas sean. La relativa a la inteligencia competitiva -la información para una toma de decisiones lo más fundamentada posible, la definición de una estrategia a seguir para desestacionalizar el destino (que no se nos ocurra hacerlo, por favor, a través del llamado turismo de borrachera, como en otros lugares), la coordinación entre las administraciones prestatarias de los servicios públicos que utiliza o puede utilizar el turista, nuestra propia organización interna- sí que depende de nosotros: está en nuestras manos dotarnos de ella o no, y hasta ahora la constatación es una respuesta negativa a esta cuestión clave, en contra de lo que se hace en muchos otros destinos. No es el único factor que determina el éxito o el fracaso, pero sí uno de ellos.
Contra todo pronóstico, por las tendencias operantes a nivel nacional y regional, 2014 fue un año, en general, malo. Yo mismo me equivoqué en mis vaticinios de un cierto repunte, aunque ligero. Ahora, pensando en 2015, aun siendo conscientes de la volatilidad existente, que debe mantenernos siempre alertas y actuar coyunturalmente, se están dando las condiciones propias de una tormenta perfecta, en sentido positivo; condiciones para entrar en un círculo virtuoso: petróleo más barato, costes laborales más competitivos, mayor productividad en las empresas, exportaciones (mercados emisores de turistas fuera de la zona euro) favorecidas por la depreciación de nuestra moneda, inestabilidad creciente en casi todos los países (competidores) de la cuenca sur del Mediterráneo…Todo esto, unido a una recuperación –aunque sea cautelosa-de la economía doméstica e incluso de los principales países emisores europeos, nos afecta favorablemente.
Por tanto, si en estas condiciones Huelva no remonta, la confirmación de que tenemos ante nosotros un muy serio problema de modelo turístico será aún más evidente. Ante lo que pueda pasar corremos dos riesgos:
-Si las cosas mejoran algo, escudarnos en ese espejismo para seguir como hasta ahora, sin atajar los problemas de fondo de planificación, coordinación y organización expuestos más arriba.
-Si los resultados siguen sin ser aceptables, caer en la involución, con la consiguiente desaparición de todo atisbo de liderazgo y abandonando cualquier intento de “coger el toro por los cuernos”, tratando de salvar la cara con las consabidas referencias al aeropuerto, el AVE…. Es decir, la desmembración de la provincia de Huelva como destino turístico, pues ante la evidencia de un liderazgo inexistente cada una de las partes del sistema tenderá a actuar según sus propios criterios (el principio de la entropía o desorden), si llevamos la situación a su extremo.
Ninguno de estos dos escenarios son, desde mi punto de vista, aceptables. Esta es, pues, una llamada a la responsabilidad. Hay soluciones, pero se necesita voluntad política y la complicidad del tejido empresarial local y los agentes sociales. Si nosotros no marcamos la pauta, es decir, si nosotros hacemos dejación de nuestra capacidad para definir el modelo de desarrollo turístico que deseamos para nuestra tierra, otros de fuera lo harán por nosotros. No creo que esto nos convenga.
Como dijo el teólogo y matemático inglés del siglo XIX William George Ward: “Las oportunidades son como los amaneceres, si uno espera demasiado se los pierde”. Atención, que podemos perder esta oportunidad: miremos definitivamente al turismo del siglo XXI. A menudo tiene uno la sensación de que seguimos anclados en el XX.
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