El reputado académico y estratega Robert Grant advierte en su último libro, de este mismo año, que la pérdida de legitimidad social de los bancos puede ser una amenaza tan grande para la supervivencia de los mismos como la debilidad de sus balances.
Esta es una lección que debiera aprenderse, un riesgo que no debería correrse con relación a la actividad minera, que en esta provincia cuenta con un convulso pasado reciente que causó heridas profundas, aún no cicatrizadas, producto de comportamientos que ocasionaron una paralización traumática de la misma y unos impactos negativos enormes (económicos, sociales y ambientales). Sólo desde estos antecedentes se puede entender la prevención que está acompañando a la tramitación de los numerosos proyectos que en los últimos años se han planteado a las autoridades administrativas para la reanudación, en varios puntos de la provincia, de esta actividad, intensiva en mano de obra y, por tanto, con unos efectos directos, indirectos e inducidos muy importantes en la generación de empleo, en unas comarcas tan necesitadas de trabajo e inversiones.
Ahora bien, ni la tecnología ni las empresas son las mismas que hace treinta años. La sostenibilidad, en todas sus vertientes, es un paradigma cada vez más asumido e incorporado a las prácticas empresariales, fundamentadas en la búsqueda de un equilibrio entre la generación de valor para los accionistas y el control de las externalidades de tipo ambiental y social que su actividad pueda generar. Es más, saben que su aceptación social, como buen ciudadano corporativo, es la única manera de mantener el negocio a largo plazo. Si los proyectos son serios en este sentido, como así parece, podemos avanzar con más tranquilidad, reclamando el cumplimiento de la ley pero también diligencia en unas tramitaciones que son complejas y largas, agudizadas por la herencia recibida. El nuevo escenario en el que estamos (prefiero esta denominación a la de crisis) así lo exige: necesitamos imperiosamente de proyectos tractores para nuestra decaída economía.
Dicho esto, y sin perjuicio de la eficiencia de las propias empresas, no podemos perder de vista que su viabilidad depende de una variable fuera de su/nuestro control: el precio de los metales en los mercados internacionales. Estamos hablando de la extracción y el comercio de “commodities”, y aunque las previsiones a largo plazo son buenas (el desarrollo de China, India, etc., mantiene una demanda pujante), debemos estar preparados para la eventualidad de una paralización de la actividad, lo que significa tener a punto un plan para un cierre ordenado cuando ese momento llegue, que llegará aunque sea por simple agotamiento del yacimiento, cuyos recursos no son renovables.
Añado a este planteamiento otros dos ejes que considero fundamentales para el buen fin de esta nueva andadura que se avecina:
-Que las empresas mineras asuman políticas de responsabilidad social en el sentido de propiciar al máximo posible el desarrollo socio-económico de sus comunidades locales, más allá de la mera filantropía y acción social. Esto exige aplicar una visión alargada y colaborativa del negocio, que incluya a empresas auxiliares, industrias químicas, autoridad portuaria, Administraciones públicas, universidad: una alianza con la sociedad.
-Que todas las partes interesadas hagan posible la diversificación mediante la compatibilidad entre la actividad extractiva y el turismo; incluso la potenciación del mismo, ahora con una minería viva. Las empresas tienen que poner de su parte, pero las Administraciones también, haciendo realidad las infraestructuras viarias tan demandadas.
---Publicado en Huelva Información el 28-3-12, p. 12.
