Cada 8 de marzo el mundo conmemora el Día Internacional de la Mujer, oficialmente desde que en 1977 fue proclamado por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), aunque su origen parece remontarse a 1911, en Dinamarca.
Es un momento para reflexionar sobre la igualdad y la no discriminación por razón de género. Es justo que se actúe al respecto, sin olvidar, para que el esfuerzo no sea estéril, el adjetivo que debe acompañar a la palabra igualdad: de oportunidades, de derechos, de obligaciones. Es un esfuerzo que abarca cualquier orden de la vida, entre ellos el trabajo: el fenómeno social de la mujer trabajadora y madre bien lo merece. La conciliación es una necesidad, por principio y porque las empresas, más que nunca, necesitan de las mujeres.
Tomo unas palabras de Eduardo Punset, de una reciente entrevista realizada a este pensador: “Ni el dinero ni la estatura dan el carisma. El liderazgo parte siempre de una idea que fascina al resto”. Es una cita para tratar del rol del liderazgo, siempre importante pero aún más en situaciones extremadamente críticas y complejas como las actuales.
La crisis está ayudando a repensar y cambiar aceleradamente muchas cosas, entre ellas la manera de dirigir las empresas, las organizaciones en general. En este nuevo escenario, la idea del líder como heroico tomador de decisiones va perdiendo fuerza en favor de una concepción del mismo cercana a la de un arquitecto de sistemas sociales que facilitan la innovación y generan oportunidades. En la era de la dirección 2.0 el perfil dominante del líder ya no es el de un gran visionario, el del sabio encargado de tomar decisiones y de ejercer su jefatura con puño de hierro. En su lugar, tiende a convertirse en un arquitecto social, alguien con empatía, que sabe escuchar y construir relaciones, soportadas en valores y con significados atrayentes y motivadores para quienes le rodean: la fascinación de que hablada Punset. En este nuevo modelo, el rol del líder es crear un ambiente donde las personas tengan la oportunidad de compartir, innovar y sobresalir, proporcionando un auténtico sentido a su trabajo. Ya no se trata de tener a alguien que soporte toda la carga, sino de crear las condiciones que hagan posible que la carga se lleve entre todos, generando un sentido de pertenencia y co-responsabilidad.
Y aquí es donde alcanza especial protagonismo la mujer. Dado que el modelo descrito se sustenta en la construcción de un sólido andamiaje de relaciones, la mujer suele ser más proclive que el hombre a desarrollar esa función: la mujer suele ser más relacional; el hombre más transaccional. En la complementariedad estará el secreto, pero sin las mujeres y su talento natural para tejer y hacer funcionar esa red (tupida) de relaciones, todo será más difícil. Una sociedad inteligente no puede renunciar a ello, por propio sentido de la supervivencia.
El liderazgo de perfil femenino, es decir, el orientado de la manera expresada, será la palanca que nos catapulte en este tiempo de turbulencias e incertidumbres crecientes. Es cuestión de tiempo: cada vez hay más mujeres en las universidades, suelen ser las más responsables y capaces (eso dice mi experiencia de más de 25 años) y llegan por méritos propios (sin necesidad de cuotas, que en no pocos casos han tenido efectos contraproducentes, aunque en otros haya resultado bien) a los puestos de más alta responsabilidad. En un mundo dominado por trasnochados perfiles masculinos, la mujer suele aportar aire fresco, nuevas conversaciones, nuevas pasiones, nuevas perspectivas,…, pilares esenciales para innovar y forjar un futuro mejor.
---
Publicado en Huelva Información el 17-3-12, p. 18.
el título lo dice todo, pero aún así, la redacción es atrevida. Me ha gustado mucho. Gracias
ResponderEliminar