-Está previsto que España cierre 2015 con un total de 68 millones de turistas extranjeros, y que se llegue a los 76 millones en cinco años. ¿Hay límites a este crecimiento?
Aquellos destinos que verdaderamente aspiren a la excelencia en el servicio deberían determinar cuál es su capacidad de carga para lograrlo. Del mismo modo que ya hay atracciones, como la Alhambra, que limitan el número de visitantes, tanto por razón de su preservación como de la experiencia del turista, los gestores de los destinos, especialmente al nivel político, han de empezar a entender que la rentabilidad no viene necesariamente de la mano de la cantidad. La calidad y diferenciación de aquello que ofrecemos es lo que nos hará sostenibles en el tiempo. De lo contrario, nos convertimos en un commodity, limitando nuestra capacidad de competir a la variable precio, lo cual es una pésima apuesta. Es una cuestión de modelo de negocio, que ha de incluir una clara identificación del tipo o tipos de turista que queremos atraer, y de capacidad del destino para organizarse para su gestión integral, que no debe olvidar el impacto en la comunidad local. Se puede llegar, como en algunos lugares de Barcelona, por ejemplo, a un punto de rechazo al turismo, percibido como generador de más inconvenientes que ventajas.
-¿Es sostenible un modelo basado en estas magnitudes, en el caso concreto de la Costa del Sol?
Si hablamos de sostenibilidad ambiental, se pueden introducir medidas correctoras, a nivel, por ejemplo, de unidades hoteleras, con certificaciones que mejoren el desempeño de las mismas en esta materia.
Con todo, dentro de la diversidad de situaciones que un destino tan consolidado y potente como la Costa del Sol presenta, la respuesta a esa pregunta la fundamento en el siguiente esquema: si tú no eres capaz de elegir tu clientela, otros lo harán por ti. Esto ha sucedido, por ejemplo, con el llamado turismo de borrachera, siendo ese tipo de turista el que ha señalado ciertos establecimientos, que no han desarrollado una estrategia proactiva.
La Costa del Sol ha sido sinónimo de calidad, y los propios actores privados debieran ser los primeros en ser proactivos en la defensa de lo que debe seguir siendo su seña de identidad. Si ésta se deteriora por mor de la masificación, mal negocio harán en el largo plazo.
-Pros y contras del turismo masivo.
Los pros se resumen en elevadas tasas de ocupación, con los efectos económicos directos e indirectos que trae consigo, en mayor o menor medida dependiendo del tipo de cliente de que se trate; lo que es lo mismo que decir, en un sentido más amplio, del modelo de negocio que se aplique.
Los contras tienen que ver, sobre todo, con los riesgos que conlleva desde el punto de la sostenibilidad ambiental y social. El turismo de masas, si no se controla y limita, puede convertirse en un depredador del medio natural y en un factor de incomodidad y hasta rechazo para la población residente, haciendo entrar al destino en un círculo vicioso del que resultará difícil salir si la percepción de la calidad por parte del cliente se deteriora.
-¿Una buena gestión por parte de los puede hacer posible y sostenible en el tiempo este modelo?
De nuevo he de referirme a la trascendencia de definir adecuadamente el modelo de turismo que caracteriza al destino. Por ejemplo, el modelo “todo incluido”, que sin duda tienen su mercado, es en esencia socialmente insostenible: la imagen de un turista que no sale del hotel en una zona como la Costa del Sol, con tanto que hacer y ver, es verdaderamente chocante; incluso su sostenibilidad económica puede resultar dudosa, a la vista de lo que ha sucedido en ciertos casos. Quizás ha llegado el momento de parar y repensar lo que estamos haciendo para planificar el futuro. La recuperación económica, si se consolida, no debe llevarnos a repetir errores del pasado, con más y más ladrillo del tipo que sea, aunque desde los municipios esto represente una fuente de ingresos que alivien a corto plazo la presión sobre sus escuálidas arcas públicas; y muchas cadenas hoteleras siguen pensando en modelos intensivos en camas y pernoctaciones. El turismo del siglo XXI no es el del siglo XX, entre otras razones porque el establecimiento hotelero convencional ha dejado de ser el centro del mismo.
-Valoración de los efectos colaterales que estos volúmenes de turistas genera en la población residente.
La población residente ha de tener su voz en los procesos de planificación turística. Tiene que dejar de ser el eslabón perdido en estos procesos. La definición del modelo turístico al que aspiramos ha de hacerse con su participación, ya que a la postre son sus principales beneficiarios o sufridores. El turismo genera efectos positivos y negativos (tanto económicos, como sociales y ambientales), y las comunidades receptoras de estos flujos han de ser conscientes de ellos (el turismo no siempre es la panacea, o no siempre contamos con las condiciones adecuadas para que el turismo sea un sector clave del desarrollo socioeconómico local), del mismo modo que los gestores de los destinos han de conocer, a través de los estudios correspondientes, cómo esos efectos son percibidos por sus conciudadanos. La creación de un auténtico ente gestor del destino (mucho más allá de un ente que hace promoción del mismo) es fundamental para planificar (incluyendo el seguimiento de esa planificación) y coordinar las acciones de los distintos actores que conforman el complejo mosaico turístico, sobre todo de las varias administraciones públicas que convergen en él. De lo contrario, la población residente empezará a poner en cuestión ese turismo de cantidades, por congestión de los servicios públicos, subidas de precios, etc. Los estudios demuestran que cuanto mayor es la participación de las comunidades locales más se aprecian los efectos positivos y mejor es la interacción con el turista, siendo que ésta es fundamental para la generación de una experiencia grata para quien viene de fuera.
Documento completo en: http://www.hosteltur.com/113018_turismo-masas-podemos-seguir-creciendo.html
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