Durante las últimas semanas se ha venido comentando, desde un punto de vista político, la postura de un destacado protagonista de la política andaluza acerca de su postura de "NEUTRALIDAD ACTIVA". E aquí algunas de mis reflexiones al respecto, que fueron publicadas en el diario Huelva Información del 11-2-12 (p. 6).
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No es ésta una reflexión política, pese a que inmediatamente el lector asocie esta expresión a una persona que ocupa un muy relevante puesto político en Andalucía y que la ha pronunciado y mantenido reiteradamente en las últimas semanas, al hilo de un señalado acontecimiento político partidario que se acaba de sustanciar. La politología no es mi campo. Al ser una actividad que observo desde fuera, aunque con atención porque influye poderosamente en nuestras vidas y haciendas, se me escapan muchas claves de su lógica. Vaya esto por delante.
Es una reflexión sobre el liderazgo, que es un concepto muy importante en mi mundo, el económico-empresarial. Se han escrito innumerables libros y artículos, han corrido ríos de tinta tratando de explicar las características, los comportamientos, las trayectorias de quienes han ejercido un liderazgo en cualquier faceta de la sociedad. Pese a ello, no recuerdo ningún estudio en el ámbito empresarial que haya señalado esta propiedad de un líder: la de estar en una posición de neutralidad activa.
Para empezar son dos conceptos contradictorios: a ver cómo casamos la actitud de neutralidad frente a un problema con la de ser activos ante el mismo; la neutralidad lleva implícito el atributo de la pasividad, es decir, dejar que otros decidan sin interferencias. Si hay interferencias es porque se es activo y, en consecuencia, no neutral.
El liderazgo no es sino la condición de líder, entendiendo por tal a aquella persona a la que un grupo sigue, reconociéndola como jefe, como referencia, como alguien que inspira, que orienta, que guía los comportamientos de otras, que suma voluntades, complicidades, apoyos en torno a si y a su proyecto. ¿Cómo se puede ejercer ese rol si cuando hay que decantarse por una alternativa u otra, sobre todo si se trata de un asunto estratégico porque puede dar lugar a una organización distinta en el futuro inmediato, no se participa, poniéndose de perfil? Eso significa neutralidad (acúdase si no al diccionario de
la Real Academia Española de la lengua). Y si se participa a favor de alguna de las opciones en conflicto, ejerciendo un papel activo, ¿cómo se puede ejercer de líder si se oculta, si no se explica? O quizás se trata de ocultar a unos y no a otros, pero eso es un tanto absurdo: se sabe que termina por no funcionar.
El destino de una empresa, de cualquier organización (como por ejemplo una Universidad, por citar mi propio ámbito profesional), de un país, se ve muy condicionado por la calidad de sus líderes, por su peso intelectual y moral. Cuando las cosas van mal, algo suele tener que ver con quienes ejercen el liderazgo. Y la responsabilidad última, no lo olvidemos, es de quienes sitúan a las personas en puestos en los que deben ejercer un cierto liderazgo, al nivel que sea.
Aunque me ha llamado mucho la atención, esta innovación de la neutralidad activa, sinceramente, no llego a entenderla, como académico en un mundo, el de la economía y la empresa, que reclama capacidad de decisión, de acción y de reacción. A lo mejor en el mundo de la política funciona, pero me rechina. Cierto es que quien la propuso ha sido promovido a la presidencia de la organización en cuestión, por lo que hay quien puede pensar que fue una postura inteligente. Quizás la proximidad de unos comicios trascendentales sea la explicación; dudo que lo mismo hubiera ocurrido en otra coyuntura. Con todo, pienso que son tiempos de líderes valientes, con ideas claras y con capacidad de explicarlas; de entender cuales son las prioridades del momento y con coraje para mojarse, no para nadar y guardar sus ropas.
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