Entre su elenco de frases célebres, al Presidente Estadounidense J.F. Kennedy se le atribuye una según la cual: “El cambio es la ley de la vida. Y aquellos que sólo miran al pasado o al presente seguramente perderán el futuro”. Se acerca un nuevo tiempo electoral, y será momento de hacer balances y presentar proyectos a la ciudadanía para construir ese futuro que no podemos perder, pero que, en buena medida, llevamos perdiendo desde hace demasiado tiempo. Sólo hay que preguntar a las nuevas generaciones por sus expectativas profesionales/personales, y en la universidad tenemos dentro a esa juventud que encarna el futuro de la sociedad.
Parafraseando a Albert Camus: “La generosidad real hacia el futuro radica en darlo todo al presente”. Es ahora, cada día y cada uno de nosotros, cuando tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos para conseguir un futuro mejor (que habría que concretar en cuanto a objetivos y estrategia, añadiría). Y hago esta reflexión de base filosófica camusiana por dos razones:
-Debemos asumir nuestras responsabilidades individuales; no vale mirar para otro lado, porque nadie lo hará por nosotros.
-Es preocupante el uso y abuso que se hace del enemigo exterior para justificar nuestros males, pues actúa como barrera inexpugnable para aprender y mejorar. Es la manera fácil de no asumir responsabilidades y de evitar la autocrítica: la culpa siempre es ajena. Lo de los contubernios judeo-masónicos, propio de gobernantes de otros tiempos, aplicados a nuestra realidad no se sostiene desde la racionalidad. Por tanto:
1.-Mientras, con justicia, reclamamos a otros que hagan su parte (por ejemplo las consabidas inversiones en infraestructuras de transporte y comunicaciones), hagamos nosotros la nuestra, que consiste en hacer mejor nuestro trabajo. Pongo un ejemplo, entre tantos posibles: la ruta del vino del Condado. ¿Desde cuándo estamos esperando su inclusión en las rutas del vino de España, con lo que eso significa de reconocimiento y promoción nacional e internacional? Lustros y lustros…Mientras otras denominaciones con menos tradición se han incorporado y hasta avanzan con proyectos de turismo inteligente, nosotros no hemos hecho nuestro trabajo: seguimos estando fuera, auto-aislados, lejos de donde los avances se gestan. Nos movemos demasiado despacio para este mundo en el que nos ha tocado vivir, y eso significa en realidad retroceder. ¿Cuál es el enemigo exterior?
2.-Las decisiones (incluidas, cómo no, aquellas que afectan a las tan traídas y llevadas infraestructuras) se toman en función de cuotas de poder. Siendo realistas, Huelva, una provincia pequeña de poco más de medio millón de habitantes, tiene, per se, poco peso político (en política se suman votos), pero si a eso le unimos la escasa capacidad de influencia de nuestros representantes, pues se junta el hambre con las ganas de comer. Nuestro trabajo es designar representantes con experiencia y capital relacional relevante, influencia, prestigio, cuyas opiniones se escuchen….Miren por favor a su alrededor y evalúen cómo ha evolucionado esto en los últimos años. ¿Ha ido a mejor o a peor? ¿Cómo hemos hecho nuestro trabajo?
3.-Los objetivos que, se dice, son de todos no pueden ser liderados por una parte. Es muy importante que todos se sientan identificados con el equilibrio de quien lidera, y esa es también parte de nuestro trabajo, que si no hacemos bien condenará de entrada esas iniciativas a las continuas diatribas intestinas cuando no al fracaso. ¿Cuál es el enemigo exterior aquí? No existe, somos nosotros mismos: la política doméstica de luz corta que intenta controlar todo aquello que puede con las miras puestas en la próxima contienda electoral. Esta, me temo, no es la forma de hacer bien nuestro trabajo, como tampoco lo es la política del avestruz. Por ejemplo, la ciudad de Huelva necesita de una vez por todas definir qué quiere ser: ¿una ciudad industrial -y de qué tipo- o de servicios (turismo)? ¿O las dos cosas, buscando su compatibilidad? El peor proyecto es el no proyecto, el no saber, que es en lo que estamos instalados desde hace décadas.
Desde que tengo uso de razón, y ya son bastantes años, el mensaje de la Huelva de las muchas potencialidades (pero paradójicamente de las escasas realidades) ha estado planeando de manera recurrente, con base en sus diversos y excelentes recursos naturales. Yo también estoy convencido de ello, faltaría más, pero teniendo presente que otros territorios también los tienen. La gran diferencia está en la gente, en su compromiso colectivo, en su capacidad de organizarse y de compartir objetivos, en sus representantes públicos y privados, en la calidad de sus instituciones de todo tipo…Somos nosotros, no el enemigo exterior.
Sé que esta reflexión no es cómoda y puede que no agrade a muchos, por lo que de autocrítica tiene. No estamos muy acostumbrados a esto, porque nos siguen inyectando en vena el somnífero del buenismo onubensista rancio y vacuo en virtud del cual aquí se concentra la quintaesencia del mundo, el alfa y el omega, y es por eso que nos tienen envidia, manía y no dejan que nos desarrollemos (el enemigo exterior, ¿recuerdan?). Claro que hay mucho y bueno, pero también en otros sitios: apreciemos lo que tenemos y pongámoslo en valor, haciendo (no solo prometiendo) de forma concreta y discreta, pero no nos creamos el ombligo de nada. A modo de síndrome sociológico, Huelva no es término, como su estación ferroviaria (vieja o nueva) con las vías de siempre, más que vetustas.
Esta sociedad debe despertar y dejar de aceptar ese “cloroformo” que la adormece ante una realidad económica, social y ambiental que es muy dura y donde no se ven signos claros de mejora, sobre todo en la capital, de cuya casuística particular pueden encontrar en mi blog personal (alfonsovargassanchez.blogspot.com/) algunas referencias, así como del turismo en general.
Presentar un proyecto ilusionante y creíble va a resultar en ciertos casos difícil, después de tantos incumplimientos. No estaría de más darnos una oportunidad y aplicarnos el consejo de Kennedy”. El cambio es la ley de la vida”. Aunque incluso diría que ya estamos en otro estado, que reclama una catarsis.
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Publicado en RESURGIR, nº 34, Junio 2018, pp. 15-17.
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