Es la ciudad en que nací, donde vivo y, apegos emocionales aparte,
todos quienes residimos en ella queremos verla progresar y ofrecer mejores
condiciones de vida a sus ciudadanos, sabiendo que ese progreso
hay que observarlo en términos relativos, es decir, en comparación con otras
ciudades de características similares.
A mi condición de simple ciudadano de a pie
(“soldado raso”, suelo llamarla), sumo el interés por estar informado y votar de
manera consciente previa lectura de los programas que las distintas opciones
políticas ofrecen. De forma más específica, por mi dedicación
particular al sector turístico, he intentado conocer y confrontar las
propuestas de dichas formaciones políticas, pero no he podido hacerlo, dado que
no me ha sido posible encontrar los documentos programáticos de algunos
partidos muy significados. No puedo entender que un partido político se
presente a unas elecciones y no ponga a disposición de toda la ciudadanía, de
una forma fácilmente accesible, el documento completo con su programa: bastaría
colgarlo de su sitio web. Las propuestas que tácticamente van lanzando a través
de los medios de comunicación no son suficientes desde una lógica de compromiso
y transparencia.
Los desiderátums de las campañas electorales suelen
chocar después, en la práctica, con la gestión municipal, que no es fácil. No lo
es per se, al tratarse de una organización compleja como el Ayuntamiento de
Huelva, pero además, su dificultad se ve aumentada por los condicionantes propios de su pertenencia a un ecosistema burocrático-administrativo realmente
pesado, donde hay muchas variables que no se pueden controlar, y una realidad
económica, social y ambiental en la ciudad que exige no sólo conocimientos y experiencia,
sino de un liderazgo con la valentía necesaria para tomar decisiones de calado.
Otro elemento de dificultad es el derivado de
una elevada deuda. El endeudamiento tiene dos caras: pudo resolver determinados
problemas en el pasado (por ejemplo realizar determinadas inversiones en
infraestructuras y equipamientos), pero la contrapartida es que limita la
capacidad de maniobra de los gobernantes que la heredan. Este es un “juego” de
suma nula: lo que se gasta de más en un determinado concepto se gastará de menos
en otros, en función de las prioridades que el gobierno en cuestión, con su
color político, establezca.
En este sentido, la ciudad de Huelva ha
mejorado algo su situación en la última legislatura: era un imperativo legal reducir
el endeudamiento acumulado, que sobrepasaba todos los límites. No obstante,
quienes lleguen al gobierno municipal tras el 26M deben saber que esta batalla
ha de continuar, porque aún estamos en el “top-ten” de las ciudades más endeudadas de España con más de 100.000 habitantes. Con datos del Ministerio de
Hacienda (disponibles en su web), véase en la siguiente tabla la evolución de la deuda viva (es decir,
deuda bancaria a largo plazo a 31 de diciembre de cada año; no incluye, pues, otros conceptos) en el Ayuntamiento
de la capital onubense.
Año
|
Deuda Viva
(miles
€)
|
Población
|
Deuda per Cápita (€)
|
2017
|
183.887
|
145.115
|
1.267 (*)
|
2016
|
198.331
|
145.468
|
1.363
|
2015
|
220.617
|
146.318
|
1.508
|
2014
|
182.636
|
147.212
|
1.241
|
2013
|
206.709
|
148.101
|
1.396
|
2012
|
150.542
|
148.568
|
1.013
|
2011
|
85.366
|
148.918
|
573
|
2010
|
86.724
|
149.310
|
581
|
2009
|
94.160
|
148.806
|
633
|
2008
|
99.561
|
148.027
|
673
|
(*) Décimo nivel de deuda viva per cápita más
elevado de España entre las ciudades con más de 100.000 habitantes. O sea que,
pese a haberse reducido desde 2015, cada residente en la ciudad de Huelva sigue
debiendo 1.267 euros, aunque no seamos conscientes de ello.
La resultante es que el servicio de la deuda
(capital e intereses) limita severamente el margen de maniobra en las
cuentas públicas para poder realizar aquellas políticas de gasto que fueron
prometidas durante la campaña electoral, salvo que aumenten los ingresos, lo
cual suele conllevar la exigencia de un mayor esfuerzo fiscal a empresas y
particulares. Véase en la tabla que sigue el caso del Ayuntamiento de Huelva,
con base en los dos presupuestos aprobados en esta legislatura, los de 2016 y
2018 (los otros han sido prórroga de los anteriores) y sus respectivos estados
de gastos.
2016
|
2018
|
Presupuesto de Gastos (€)
|
%
|
Presupuesto de Gastos (€)
|
%
|
Total
|
120.743.131,53
|
100,0
|
Total
|
135.239.040,03
|
100,0
|
Cap. 1
|
51.469.504,69
|
42,6
|
Cap. 1
|
53.541.595,00
|
39,6
|
Cap. 3
|
5.489.047,07
|
4,5
|
Cap. 3
|
4.460.000,00
|
3,3
|
Cap. 9
|
12.371.077,28
|
10,3
|
Cap. 9
|
22.840.180,78
|
16,9
|
Cap. 1+3+9
|
69.329.629,04
|
57,4
|
Cap. 1+3+9
|
80.841.775,78
|
59,8
|
Capítulo 1. Gastos de personal: retribuciones,
indemnizaciones, cotizaciones y planes de pensiones para todo el personal
contratado. Capítulo 3. Intereses: pago de intereses derivados de operaciones financieras.
Capítulo 9. Pasivos financieros: pago de amortización de pasivos financieros (deuda).
Así, en 2018, el servicio de la deuda representó
el 20,2% del presupuesto total. Si a este concepto le añadimos los gastos de
personal nos encontramos con que prácticamente el 60% del presupuesto total
está comprometido, con lo que el margen para hacer política es bastante estrecho.
Tal es así que el capítulo (6) de inversiones reales (creación de nuevos
equipamientos e infraestructuras y adquisición de bienes inventariables) quedó
reducido en estos últimos presupuestos al escueto montante de 521.987,86 €, lo que enfatiza la importancia del esfuerzo inversor en la ciudad de otras entidades, como la Autoridad Portuaria.
Por ello, lo que cabría esperar de quienes
aspiran a gobernar es que tuvieran un modelo de ciudad articulado (no una suma de ocurrencias), trabajado (sin improvisaciones), equilibrado (con sus dosis de ilusión pero también de realismo), que diera
respuesta a los grandes asuntos pendientes desde hace lustros cuando no décadas: el
problema de los fosfoyesos, la definición de cómo será el frente de la ría
hasta la Punta del Sebo, qué hacer con los cabezos y con el amplio elenco de
edificios cerrados que acumulan ruina, qué modelo económico se propone (el
papel de la industria y de qué tipo de industria; el papel del turismo y de qué
tipo de turismo)... Claro que todo esto trasciende el horizonte temporal de una
legislatura, pero el peor modelo es el no modelo, el del abandono a las
inercias del pasado sin tomar verdaderamente las riendas de nuestro propio futuro. La
situación de la ciudad difícilmente tolerará más dilaciones con nuevas patadas
hacia delante. La gestión de las pequeñas cosas de todos los días (la limpieza
de las calles, su iluminación, su asfaltado, etc.) son necesarias pero no
suficientes.
Hay quienes defienden que deberíamos
parecernos a Bilbao. Otros tendrán otras referencias, aunque no las hagan explícitas, o quizás ninguna.
Pero a esto es a lo que se alude cuando se habla de modelo de ciudad, cuya
concreción precisaría del mayor consenso posible y también del coraje suficiente para
asumir el desgaste que tomar decisiones de este calado suele
conllevar: decisiones estratégicas, es decir, con una mirada a largo plazo, no
tácticas o cortoplacistas. El desgaste de gestionar las fricciones que toda transición provoca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario