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sábado, 11 de mayo de 2019

EL COLEGIO MAYOR SAN PABLO NOS DEJA, PERO SU ESPÍRITU PERDURARÁ

Hoy, 11 de Mayo de 2019, ha tenido lugar el último acto de imposición de becas en el Colegio Mayor San Pablo, el correspondiente al año académico 2018/2019. En homenaje a su trayectoria, que hoy oficialmente se cierra, les dejo en este post, emocionado, el texto de mi intervención en representación de todos sus Becarios de Honor. 
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Estimadas personalidades que presiden este acto.
Estimadas amigas y estimados amigos que nos acompañáis, colegialas y colegiales.
Honrado por haber recibido la invitación de dirigirme a ustedes en nombre de los becarios de honor de este Colegio Mayor, es con mucho gusto que asumo el reto de trasladarles unas palabras con las que compartir sentimientos y reflexiones. Gracias Domingo, querido director.
Este es un acto de despedida, sí, lleno de nostalgia, en efecto, pero no serán éstas unas palabras cargadas de una mirada retrospectiva, de referencias al pasado y de lamento de lo que pudo haber sido y no fue. Otros más cualificados que yo podrán registrar los 52 años de historia colegial que aquí se han vivido, y es justo que se haga para constancia de las generaciones venideras y para que su legado, que no es menor, perdure en el tiempo. 
Esta intervención no será una glosa del pasado, con sus varias etapas, ni un relato de quienes pasaron por aquí, dejaron su huella e hicieron posible esta gran obra, pero sí, antes que nada, de reconocimiento y gratitud a todos ellos. La lista sería tan larga que el riesgo de dejarse a alguien en el tintero es demasiado alto, además del tiempo que nos llevaría. Pero ese riguroso registro de la historia les dará el sitio que les corresponde. No obstante, vaya por delante un sincero ¡muchas gracias! por el esfuerzo y la entrega a este proyecto que, como todos, nace, crece, llega a su madurez y, tras un declive más o menos prolongado, muere: el inexorable ciclo de la vida. Sólo haré una excepción, y creo que la comprenderán, al final de esta breve disertación.
Por deformación profesional tiendo a pensar en términos de futuro, en clave de aquello que está por venir y que no fue creado todavía. Pero en parte también por aquello que dijo Woody Allen: “Me interesa el futuro porque es el sitio en el que voy a pasar el resto de mi vida”.  Y aquí, aunque parezca contradictorio, volveré a aplicar esa mirada hacia delante.
Pero antes, permítanme una incursión personal. Evidentemente, el Colegio San Pablo ha formado parte de mi existencia desde hace muchos años, aún antes de mi etapa profesional. Ya en ella, recuerdo con especial cariño diversas conferencias aquí impartidas, en sus habitualmente solemnes y concurridos actos, como aquella titulada “Hacia dónde va nuestra economía”, el 11 de febrero de 1993; o la pronunciada el 9 de mayo de 1995 bajo el título “Universidad y empresa: relación entre ambas”. Y particularmente la lección inaugural del año académico 2002/2003: “Hacia una universidad emprendedora”, el 7 de noviembre de 2002, habiendo recibido la beca de honor el año anterior (2001). Después llegaron “Los Martes del San Pablo”, con sus agradables tertulias como aquella que tuvo lugar el 25 de noviembre de 2014 sobre el turismo, o visitas de estudio de carácter internacional, muchas, como la que tuvo lugar del 22 al 25 de febrero de 2016 con un grupo de 3 profesores y 52 alumnos de la Royal Agriculture University de Inglaterra, la primera universidad agrícola del mundo anglosajón. Tantas han sido que echaré de menos no hacer alguna parada por aquí de vez en cuando, en este excepcional enclave de la ciudad, con sus vistas, sus paseos, su tranquilidad…Y la buena gente con la que siempre me encontré, atendiéndonos magníficamente.
Todo esto llegó, como a nadie sorprenderá, de la mano de mi padre, a quien yo acompañaba a los actos del San Pablo. Él, que nunca pudo cursar estudios universitarios, portaba con satisfacción su beca de honor del Colegio Mayor, como también la del Aula de la Experiencia de la Universidad de Huelva, que le dio la oportunidad, ya en sus últimos años, de ir donde nunca pudo en su juventud de post-guerra, pero que siempre quiso para sus hijos. Todo su afán, para lo que tanto trabajó junto a mi madre, era poder proporcionarnos esa educación superior que ellos no pudieron tener, porque esa era la puerta para un futuro mejor. Entonces estaba claro.
Aunque ya no estén entre nosotros, sé que de alguna manera están acompañándonos hoy aquí, en el que también sentían como su Colegio. Son palabras, por tanto, que considero tan mías como suyas.
Las organizaciones, como las personas, necesitan de un propósito que las oriente y provea de coherencia. Este Centro se levantó con un propósito fundacional que marcó el Dr. Cantero Cuadrado (que, curiosamente, da nombre a la calle en la que ha radicado el domicilio social de la Universidad de Huelva desde su origen): “dar a las generaciones venideras razones para vivir y motivos para esperar". El primer obispo de la diócesis de Huelva demostró tener visión de futuro. No en vano este propósito estaba inspirado en la Encíclica “Gozo y Esperanza”, emanada del Concilio Vaticano II y promulgada por el Papa Pablo VI el 7 de diciembre de 1965. Tenía la clara consciencia de que en ello se jugaba el futuro de los pueblos, de la humanidad, en definitiva. Hoy, como entonces, sentimos, porque lo vivimos cada día, que estaba en lo cierto, y aún más, que lo sigue estando.
Como todos los propósitos bien formulados, es atemporal, como el legado que estos 52 años de existencia nos deja, si somos capaces de seguir alimentándolo, a partir de ahora de otra forma.
Quienes pasaron por esta Casa de un modo u otro (estudiantes, profesores, trabajadores, etc.) y se han sentido identificados con el trabajo aquí realizado para perseguir ese propósito loable, y en lo que a mí respecta en este momento dando voz a los becarios de honor, estamos llamados a convertirnos no sólo en custodios de un legado que ha de ser conocido por las generaciones futuras, sino en embajadores de ese propósito para seguir dando a los más jóvenes “razones para vivir y motivos para esperar".
Aquí es donde quisiera proyectar mi mirada de futuro. El Colegio Mayor San Pablo no acabará cuando este año académico concluya. Desaparecerá físicamente, pero su espíritu seguirá presente en quienes dejó una impronta. Por tanto, podemos y debemos conservarlo, y eso depende del empeño individual de cada uno de nosotros y de que, colectivamente, seamos capaces de organizarnos para seguir alimentándolo.
Decía Víctor Hugo, intelectual francés del siglo XIX, que: “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”. La desaparición de esta institución universitaria es de lamentar, con el agravante de ser insustituible, no por su funcionalidad, sino por lo que ha representado y por sus valores. La sociedad evoluciona en todos los órdenes, nosotros cambiamos, y más en estos tiempos en los que nos ha tocado vivir. Pero la vida sigue y, aunque no espera a nadie, hemos de saber que en los cambios hay oportunidades, y aquí también, aunque no lo parezca.
Os llamo, parafraseando a Víctor Hugo, a tener la valentía de no abandonar ese propósito, y os hago una propuesta (quienes me conocen saben que siempre intento dejar un mensaje constructivo, más allá de la retórica): la creación de una figura asociativa que podríamos llamar, por ejemplo, “Amigos/as del Colegio San Pablo” que pueda mantener viva su memoria (que rápidamente enflaquece) y su principal legado, que es su propósito atemporal. La parte inmaterial de ese nuevo proyecto ya existe, no desaparece con el cierre de este edificio (que después de su reforma pasará a tener un uso diferente), pero hay que vivificarlo y transmitirlo mediante la creación de alguna fórmula que haga posible que no se vaya desvaneciendo con nosotros mismos. Contribuyamos, con su puesta en acción, a que los jóvenes sigan encontrando “razones para vivir y motivos para esperar". Es una necesidad social. Desde nuestra pequeñez, démosles esperanza con los hechos, además de con la inspiración de los discursos. En palabras del apóstol San Pablo: “Mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos”. 
Permítanme ahora esa excepción que había anticipado, pese a que una gran obra, y ésta lo es pese a las imperfecciones que haya podido tener, nunca puede ser atribuida a una sola persona. Han sido muchas, claro está, las que han contribuido a la acción formadora, en un sentido integral, a la que este Centro estaba llamado, primero como Colegio Menor y después como Colegio Mayor integrado en la Universidad de Huelva, en cuya creación también jugó un papel activo. Esa persona seguramente está en la mente de todos, por los muchos años que dedicó a esta tarea, consolidando y prestigiando esta Casa que nos acoge. Se trata del Dr. Juan Mairena Valdayo, persona altamente respetada y admirada. 
No está con nosotros por razones de salud pero, pese a ello, él siempre estará aquí, en su San Pablo. No voy a contrariar su humildad con palabras grandilocuentes, pero sí diré, con el conocimiento que me da el haber estado junto a él muchos años, que mientras las fuerzas se lo permitieron dio lo mejor de sí por este Colegio y, a su través, por su Diócesis, además de en otras encomiendas.  Es de esas personas que no dejan indiferente cuando te las cruzas en tu camino, de esas sobre las que te preguntas cómo no ha llegado más lejos, pero, como dijo el insigne filósofo español  José Ortega y Gasset, uno es uno y sus circunstancias. La simbiosis era tal que, para muchos,  D. Juan era el Colegio San Pablo y el Colegio San Pablo era D. Juan, pero no para él, que sabía cuál era su lugar y su papel en cada momento, incluido el de saber retirarse. De su clarividencia y saber estar aprendí mucho, y me fijo en su capacidad para aceptar las contrariedades, incluida ésta, ligada al ciclo vital a la que toda obra humana está sujeta. Ahora toca reconocer lo realizado y la labor benéfica que ha tenido en tantas generaciones de jóvenes que pasaron por aquí, de la provincia de Huelva y de fuera, nacionales y extranjeros.
A la familia que hoy forma el Colegio Mayor San Pablo, y a quienes fueron parte de ella durante más de cinco décadas, nuestra gratitud. Seguro que lo seguiréis llevando no sólo en el recuerdo, sino también en el corazón. La huella será indeleble. 
“Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia”. No son palabras mías, sino de Pablo de Tarso, de San Pablo. Aquí, amigas/amigos, se sembró en abundancia y se recogió también en abundancia. Con esta alegría debemos quedarnos.
He dicho.




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