Sintetizo seguidamente las principales ideas que vertebraron mi intervención durante las Jornadas “Enfoque Circular” que tuvieron lugar en formato híbrido (presencial y online) el pasado día 10-11-22 en las instalaciones de la Fundación Cajasol en Huelva, orientadas al turismo sostenible y al turismo circular.
DESATANDO IDEAS, dicha
intervención se articuló en torno a tres ejes:
1.-Desenmarañar la jungla
terminológica (particularmente el binomio sostenibilidad- circularidad, aunque suelen
mezclarse más términos).
2.-Entender el
funcionamiento del sistema económico.
3.-Qué podemos hacer para
avanzar hacia un turismo circular.
El primero de estos ejes
reveló la diferencia entre la sostenibilidad ambiental (el fin) y la
circularidad (el medio). La circularidad es el camino a recorrer para llegar a la meta de la sostenibilidad ambiental. Sin embargo, y de ahí la confusión, no siempre
acciones tendentes a mejorar esa sostenibilidad responden a la idea de circularidad.
Por ejemplo, reducir el consumo de agua o de energía es plausible desde el
punto de vista de la sostenibilidad ambiental (y de la eficiencia y
competitividad empresarial), pero no es per se una acción de economía circular
salvo que ese ahorro de agua provenga de la recirculación del agua de lluvia o
de aguas grises (para limpieza de suelos, riego o baños), o que el ahorro de
energía sea consecuencia del aprovechamiento de emisiones (como el vapor) o el
reciclaje de residuos. Sustituir fuentes de energía fósiles por renovables
(solar, eólica) es una acción loable para reducir la huella de carbono, pero no
es una iniciativa circular. Eliminar el uso de botellas de plástico y de
plásticos de un solo uso o no biodegradables es otra iniciativa verde, pero
tampoco forma parte, stricto sensu, de una economía circular. En suma, el
concepto de economía circular implica que, cada vez en mayor medida, los
recursos materiales puedan obtenerse dentro de la economía, reduciendo el
impacto ambiental (huella hídrica, etc.) al aumentar la reutilización y el
reciclaje de materiales (reducir, reutilizar, reciclar y otras R como reparar,
rediseñar, etc. a modo de principios de dicha economía). Así se define en el documento “España Circular 2030”: “Es
aquella en la que el valor de los productos, los materiales y los recursos se
mantienen en la economía durante el mayor tiempo posible, y en la que se reduce
al mínimo la generación de residuos”, en lugar del clásico modelo lineal producir-consumir-tirar
que nos abruma de residuos y esquilma, a la par que encarece, los limitados
recursos naturales del planeta.
En cuanto al segundo de
los ejes, se incidió en que la transición, en la que nos encontramos, hacia un
modelo de economía circular desde el modelo de economía lineal del que somos
herederos será asimétrico, dependiendo de la situación y comportamiento de las
empresas, de la evolución de la demanda (es decir, de todos nosotros como
consumidores/turistas) y de las presiones que se ejerzan desde el entorno
institucional. En el sector turístico, pese a su resiliencia, las cicatrices
que ha dejado la pandemia han sido particularmente severas, y cabe esperar que
ello incida en el ritmo de la referida transición. Por otro lado, el turismo
tiene un componente hedonista que hace que, por ejemplo, el consumo de agua per cápita sea muy superior a la media o que la separación de residuos sea más
difícil: la sensibilización y concienciación del turista es, también, esencial,
así como su grado de exigencia en esta materia. Por tanto, aunque esa exigencia
de los consumidores/turistas sea cada vez mayor y las empresas tengan que
adaptarse para darles cumplida respuesta (así es como funciona la economía de
mercado), a buen seguro ese proceso sería demasiado lento considerando las
urgencias (como las climáticas) que nos acucian. De ahí que las presiones del
entorno institucional (particularmente de las Administraciones públicas como
reguladoras del sistema económico) sean clave, y ese marco institucional a
todas las escalas (europea, nacional y autonómica, e incluso más allá si
pensamos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, como el objetivo 12,
relativo a una producción y consuno responsables) está ya, en buena medida,
definido, de ahí que el futuro del turismo será circular o no será.
Por último, las acciones a
acometer para avanzar hacia ese turismo circular pueden articularse a tres
niveles: como destino (nivel macro), a nivel individual como empresa o
establecimiento (nivel micro) y en colaboración con otras industrias con las
que el turismo se relaciona (nivel meso). Esta última constituye la representación
más genuina de una economía circular, que en el sector turístico queda patente
a través de proyectos como el de “Hoteles Circulares” llevado a cabo en la isla
de Mallorca, con una dimensión no sólo ambiental, sino también social y, por
supuesto, económica.
Esto sería hacer lo
correcto en el contexto actual, pero hemos de movernos, y rápido. A este
respecto, es fundamental que los mensajes sean coherentes para que sean
creíbles. Es difícil esta conciliación si, por ejemplo, a la par que nos hablan
de emergencia energética, ahorro energético, pobreza energética y sufrimos el
encarecimiento desorbitado de la energía, desde ciertos Ayuntamientos parece
como si nada ocurriera o no fuera con ellos, en alusión, en esta época del año, al alumbrado navideño (aun
con lámparas de bajo consumo): ¿es realmente imprescindible un mes y medio (o más) de campaña de Navidad?
Pues aquí lo tenemos. Y luego pretenden darnos lecciones sobre lo que hay que hacer para contener el cambio climático, etc etc: https://huelva24.com/art/166731/huelva-sera-la-primera-capital-andaluza-en-encender-las-luces-de-navidad
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