Bienvenida

¡GRACIAS POR SU INTERÉS!

Bienvenido/a a este blog, que nace, con el año 2012, como vehículo para la transferencia y divulgación del conocimiento, particularmente en materia de turismo. Como complemento:

-He aquí el documento resultado de casi cinco años (2010 a 2014, 55 artículos) escribiendo cada mes en HECONOMIA, con análisis y propuestas para el turismo provincial: https://www.dropbox.com/s/oblyls2fi3tov7g/HEconomia_2010_2014_55_articulos.pdf?dl=0

-Los 12 artículos de la sección EL MURO del diario Huelva Información (año 2015): https://www.dropbox.com/s/sqlyhbqu1hc7if1/ElMuro_HI_2015.pdf?dl=0

-Y las múltiples colaboraciones en Hosteltur: https://www.hosteltur.com/comunidad/usuario/vargas

Además, en la siguiente URLs encontrará más, mucho más, sobre mi actividad académica (mi legado): https://padlet.com/alfonsovargassanchez/cvm56nauhvrhsnua

Y lo más importante: ¿aún no conoce Huelva? Descúbrala en el siguiente enlace y en la presentación que sigue: http://www.turismohuelva.org - https://www.dropbox.com/s/8ada1ku91qtoknc/AunNoConocesHuelva.pps?dl=0

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domingo, 16 de julio de 2023

EL FUTURO DEL SECTOR TURISMO PASA POR LO QUE NO SE ESTÁ QUERIENDO VER O HACER

Los periodos de transición son los más proclives a los ejercicios prospectivos, tratando de anticipar hacia dónde vamos. El sector turismo está atravesando uno de ellos a raíz de la pandemia, sin una perspectiva suficientemente larga aún para calibrar sus implicaciones más profundas, por ejemplo, en el comportamiento del turista. No obstante, sí que se han acelerado tendencias que ya estaban ahí antes de la COVID-19, como la digitalización, de la mano de la nueva revolución tecnológica, y el énfasis en la sostenibilidad, de la mano del cambio climático, la economía circular y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.

Centrándonos en la sostenibilidad, y sin dejar de subrayar que los ecosistemas tecnológicos son imprescindibles para su mejora, debemos ser conscientes que hacer sostenible aquello (un destino, un resort…) que no fue diseñado con tal intención no es ni fácil, ni rápido, ni barato, sobre todo porque, sin perjuicio de la existencia de espacio para la mejora a corto plazo, debe cambiar su relación con el entorno, más que adherirse a sellos/etiquetas/certificaciones que han proliferado como un negocio floreciente al calor de las presiones institucionales para ser y parecer sostenibles.

Para empezar, cuando una palabra se utiliza recurrentemente (¿quién no desea mostrarse como sostenible y dice serlo?), su significado tiende a diluirse (por ejemplo, la expresión turismo sostenible empieza a ser reemplazada por la de turismo regenerativo). En todo caso, no todas sus dimensiones suelen ser abordadas con igual énfasis: probablemente, y dando por sentado que la sostenibilidad económica es la base de cualquier otra, la que se suele asociar de forma más inmediata es la ambiental, dejando la social en un segundo plano.

Este artículo podría haberse titulado con alguna referencia a los eslabones perdidos para que haya una auténtica sostenibilidad social, que a su vez ayude a las otras dos. Diría que el principal se encuentra en la gobernanza turística, que ha de evolucionar.

No eran pocos los casos que antes de la pandemia saltaron a los medios de comunicación de masas, y que vuelven a reiterarse e incluso a multiplicarse en lo que ya podríamos considerar la postpandemia. La turismofobia vuelve a estar presente, aunque en realidad esa actitud negativa no es contra el turismo, sino contra determinados modelos de desarrollo turístico, producto de una determinada gobernanza en la que es crítico observar quiénes toman las decisiones y cómo. 

Más allá de un fenómeno puntual, el problema de un turismo desbordado (recuérdese el reciente caso de una cala en la isla de Mallorca en la que había que hacer tres horas de cola para llegar a la playa) ha sido y está siendo afrontado con medidas de diverso tipo, sean herramientas fiscales como la ecotasa, la limitación del número de personas autorizadas a estar al mismo tiempo en un determinado lugar (o incluso a la clausura temporal del mismo), la utilización de la variable precio para modular la demanda, las herramientas tecnológicas que ayudan a reconducir los flujos turísticos y a tratar de dispersar las masas hacia otros lugares o atractivos no masificados (asumiendo que los afectados lo desean), la de sancionar determinados comportamientos, la de limitar las opciones de alojamiento, etc.  El caso de la isla de Cerdeña y sus playas es quizás menos conocido que otros, pero muy ilustrativo. 

La actitud inicialmente positiva de la población residente (con su heterogeneidad) ante el desarrollo del turismo puede cambiar de signo si la percepción de los impactos negativos llega a superar la de los efectos positivos (según un determinado modelo) en sus vidas. Esto ocurre cuando el nivel de tolerancia de la comunidad local se ve sobrepasado y el turismo deja de aportar un balance positivo a la calidad de vida de la comunidad de acogida. El problema se genera, pues, cuando quienes allí residen de manera permanente empiezan a sentir que la fricción con los turistas perturba y perjudica en exceso sus vidas, percibiendo incompatibilidad entre sí: la imposibilidad de mezclar agua y aceite. Cuando nadie les pregunta, les escucha, les tiene en cuenta y se toman decisiones que afectan significativamente a sus vidas, no es de extrañar que la ciudadanía se vuelva contra el turismo, cuando en realidad, debe insistirse en ello, el problema no es el turismo, sino la gestión que se hace del mismo.

He aquí, en el papel de dichas comunidades, donde encontramos el anunciado eslabón perdido de la gobernanza turística, máxime en sociedades democráticas maduras y sanas. Más que de gobernanza, hoy se habla de co-gobernanza, es decir, de la colaboración público-privada, que es sinónimo de una gobernanza a dos bandas, que, aun siendo necesaria, no es suficiente, porque no son los únicos actores concernidos. Una alianza con la ciudadanía, en sentido amplio, se antoja imprescindible para que su bienestar, que ahora empieza a resituarse entre las prioridades de la recuperación, sea posible y puedan evitarse o revertirse los brotes de desafección hacia la actividad turística que están volviendo a generarse. 

Y su necesidad es la que parece que no se está queriendo ver o abordar. El turismo no debería construirse por parte de los representantes políticos y empresariales para la gente del lugar, sino con ellos: para versus con, esa es la gran diferencia.

Cierto es que identificar a los interlocutores de los grupos de interés del territorio y articular mecanismos permanentes de participación, no sólo con voz sino incluso con voto en la toma de ciertas decisiones, entraña una complejidad añadida, pero es la mejor manera de apostar por la turismofilia, es decir, de atajar la desconfianza y el desapego. Debería transitarse hacia una gobernanza más inclusiva e integradora, con un enfoque público, privado y comunitario (como señala la Organización Mundial del Turismo), cuyo estudio, especialmente en lo que se refiere a su aplicación, es un campo casi inexplorado.

Sin una adecuada gobernanza turística, es decir, sin un mecanismo multipolar (no sólo bipolar) para la toma de decisiones, el cambio de modelo que por doquier se pregona no será lo suficientemente efectivo: la llamada “nueva” normalidad básicamente seguirá siendo, con algunos retoques (aunque no sean despreciables), la “vieja”, de forma que el giro supuestamente pretendido será incompleto.

Más que el “qué” hacer, lo que más marcará la diferencia será el “cómo” hacerlo, para comprender (y probablemente cambiar) la dinámica de poder en la industria; un nuevo modelo de gobernanza y liderazgo compartido conlleva necesariamente una redistribución del poder dentro del sistema, lo que requerirá un esfuerzo extra para romper inercias y vencer resistencias.

En suma, no se trata de gestionar un destino, sino de gestionar una comunidad, con residentes permanentes y turistas o residentes temporales. El bienestar de ambos debe colocarse en el centro de nuestra arquitectura de gobernanza, y ello exige planificación a largo plazo (urbanística, de los medios de transporte, etc, por ejemplo, evitando las actividades de ocio particularmente molestas en zonas residenciales y previendo localizaciones alternativas para las mismas). Aunque suele haber mucha miopía cortoplacista en las decisiones políticas, marcadas por los horizontes electorales, y en las empresariales, en especial aquellas orientadas a la especulación y al retorno inmediato, la falta de apoyo de la población residente terminará siendo como un boomerang

En nuestro camino hacia la sostenibilidad, la gobernanza del turismo ha de ser capaz de tejer una amplia alianza con la sociedad: es fundamental para evitar la turismofobia y promover la turismofilia. ¿Conocemos el tipo de desarrollo turístico deseado/tolerado por las comunidades anfitrionas? ¿Las voces de la población local son escuchadas y tenidas en cuenta en los procesos de toma de decisiones, buscando su bienestar y aceptación? Las comunidades locales tienen que jugar un papel mucho más decisivo en las democracias consolidadas. Una sociedad volcada hacia el turismo tiene que estar informada y educada para el turismo, así como comprometida con su desarrollo y co-creación. 

Las organizaciones empresariales del sector, como la Mesa del Turismo o Exceltur, en los documentos emitidos con sus propuestas para la siguiente legislatura en España, no hablan de esto: se sienten cómodos en la bipolaridad referida, más aún si se extiende. ¿Los partidos políticos? Pues depende: hay de todo, como en botica, aunque no parece que esto esté en la agenda de la mayoría de los dirigentes electos, instalados en el más de lo mismo cuando no incluso en la involución. Si es así seguiremos sin entender que el turismo es cosa de todos, es decir, con el problema enquistado.


Foto: Pexels. 

(Post n° 446 de este blog)

martes, 6 de diciembre de 2022

TURISMO SENIOR Y DESESTACIONALIZACIÓN

Sintetizo seguidamente las principales ideas que vertebraron mi intervención en el Seminario Internacional “Turismo Sénior, Bem-estar e Sustentabilidade”, dentro del proyecto TURIVIVA+, que tuvo lugar en la Universidad de las Azores (campus de Ponta Delgada), el pasado día 2-12-22. Fueron básicamente tres:

1.-La desestacionalización del turismo: un desafío difícil.

Su carácter estacional es una de las características más definitorias de esta actividad económica, vinculada a una disponibilidad para viajar condicionada, principalmente, por los calendarios laborales y escolares, así como a la accesibilidad (particularmente por vía aérea en los destinos insulares). Una “enfermedad” contra la que todos los destinos intentan luchar, aunque en pocos casos con éxito. En la mente de todos están los destinos vacacionales que, fuera de la temporada estival, se convierten en núcleos fantasma con hoteles, viviendas y todo tipo de establecimientos cerrados.

En esta lucha, la población senior es un factor determinante, por tratarse de un segmento de personas sin esas (o con menos) restricciones vinculadas al trabajo y la familia, así como con unas condiciones de salud y económicas que les permiten viajar en cualquier época del año, sobre todo fuera de las temporadas altas y masificadas.

Con todo, es importante hacer notar que se trata de un “target” objeto del deseo de muchos, tanto por razones demográficas ligadas al alargamiento de la esperanza de vida y el envejecimiento de la población (tamaño y crecimiento del mismo), como por su capacidad para viajar en función de su poder adquisitivo y de un estado físico que les mantiene más activos, por lo que es fundamental armar una propuesta de valor capaz de afrontar la cada vez mayor competencia existente a nivel nacional e internacional (más sobre el cambio demográfico y el aumento de turistas seniors en: https://ec.europa.eu/docsroom/documents/6924/attachments/1/translations/en/renditions/native).

2.-Qué se puede hacer: necesitamos un plan.

Ese plan ha de pasar por reconocer que se trata de un segmento que no es homogéneo: bien al contrario. La edad no es, ni mucho menos, la única variable definitoria de este mercado, aunque se pueda hablar de él a partir de los 55 años: es mucho más complejo que eso. Por tanto, es básico conocer sus variadas motivaciones y expectativas. Hay que conocer bien este mercado para poder identificar qué subsegmentos son los que mejor encajan en las prioridades del territorio y en lo que el destino o la empresa en cuestión pueden ofrecer.

Un plan en el que el trabajo colaborativo entre Administraciones públicas y empresas turísticas es esencial (los programas de turismo/termalismo social, como los del Imserso español, son un ejemplo de ello), pero que debe ampliarse a la colaboración con otros sectores adyacentes (agroalimentario, cultural, deportivo, ambiental) para crear un ecosistema simbiótico que dé un servicio integral a este público objetivo. Un botón de muestra sería el del turismo accesible e inclusivo. Ahora que tan en boga están los llamados destinos turísticos inteligentes, conviene recordar que la accesibilidad es uno de sus pilares.

Adicionalmente, no sólo necesitamos conocer de dónde venimos (el pasado) y dónde nos encontramos (el presente), sino sistemáticos ejercicios de prospectiva que nos alerten acerca de las nuevas tipologías que surgen dentro de este mercado. Ahí están, por poner algunos ejemplos, los nómadas digitales seniors (con connotaciones laborales/empresariales o sin ellas), los hoteles como casas de retiro en lugar de las tradicionales residencias de ancianos, los híbridos turismo-salud, el fenómeno del “senior living” (co-housing, co-living, senior living resorts) e incluso los destinos “age-friendly” (de los que ya existen distintivos en países como Francia y España).

3.-La gobernanza turística: un sistema de gobernanza capaz de formular y ejecutar eficazmente el referido plan, con su correspondiente modelo de negocio.

Más allá de circunstancias coyunturales que puedan favorecer la capacidad de atracción de turistas seniors en temporada baja (como ahora en invierno con la crisis energética y la llamada a este tipo de público del norte de Europa con tiempo y recursos económicos para una estancia larga en las zonas más templadas y cálidas del sur), la gobernanza turística es clave para dar continuidad al conjunto de acciones encaminadas a este fin. Una gobernanza soportada en los pilares de la seguridad (sanitaria y no sólo), la sostenibilidad (en su triple vertiente ambiental, social y económica) y la inteligencia competitiva (toma de decisiones basada en datos), así como en órganos gestores que incluyan a las comunidades locales como un actor decisivo y decisorio más, junto a las Administraciones públicas y las organizaciones empresariales, para prevenir o combatir la turismofobia y generar turismofilia.

Una gobernanza que preserve la autenticidad del destino y promueva su diferenciación, colocando el valor de la experiencia por encima del precio a la hora de competir.

Un desafío difícil de encarar, como se expresaba al principio de este post, pero no imposible.


ANEXO: Vea en los siguientes enlaces cómo las nuevas tecnologías pueden ayudar a las empresas que opten por este público meta:

*Para mejorar la seguridad en las comunidades de personas mayores:

*Asistentes digitales para personas mayores: 

*Altavoces Inteligentes (LIFEPOD): https://lifepod.com/

*Gafas Inteligentes (INGENIOSPEC): https://www.ingeniospec.com/senior-eyewear

*Mediante Inteligencia Artificial (NOBI): https://nobi.life/

(Post nº 430 en este blog)


sábado, 12 de noviembre de 2022

TURISMO SOSTENIBLE Y CIRCULAR

Sintetizo seguidamente las principales ideas que vertebraron mi intervención durante las Jornadas “Enfoque Circular” que tuvieron lugar en formato híbrido (presencial y online) el pasado día 10-11-22 en las instalaciones de la Fundación Cajasol en Huelva, orientadas al turismo sostenible y al turismo circular.

DESATANDO IDEAS, dicha intervención se articuló en torno a tres ejes:

1.-Desenmarañar la jungla terminológica (particularmente el binomio sostenibilidad- circularidad, aunque suelen mezclarse más términos).

2.-Entender el funcionamiento del sistema económico.

3.-Qué podemos hacer para avanzar hacia un turismo circular.

El primero de estos ejes reveló la diferencia entre la sostenibilidad ambiental (el fin) y la circularidad (el medio). La circularidad es el camino a recorrer para llegar a la meta de la sostenibilidad ambiental. Sin embargo, y de ahí la confusión, no siempre acciones tendentes a mejorar esa sostenibilidad responden a la idea de circularidad. Por ejemplo, reducir el consumo de agua o de energía es plausible desde el punto de vista de la sostenibilidad ambiental (y de la eficiencia y competitividad empresarial), pero no es per se una acción de economía circular salvo que ese ahorro de agua provenga de la recirculación del agua de lluvia o de aguas grises (para limpieza de suelos, riego o baños), o que el ahorro de energía sea consecuencia del aprovechamiento de emisiones (como el vapor) o el reciclaje de residuos. Sustituir fuentes de energía fósiles por renovables (solar, eólica) es una acción loable para reducir la huella de carbono, pero no es una iniciativa circular. Eliminar el uso de botellas de plástico y de plásticos de un solo uso o no biodegradables es otra iniciativa verde, pero tampoco forma parte, stricto sensu, de una economía circular. En suma, el concepto de economía circular implica que, cada vez en mayor medida, los recursos materiales puedan obtenerse dentro de la economía, reduciendo el impacto ambiental (huella hídrica, etc.) al aumentar la reutilización y el reciclaje de materiales (reducir, reutilizar, reciclar y otras R como reparar, rediseñar, etc. a modo de principios de dicha economía). Así se define en el documento “España Circular 2030”: “Es aquella en la que el valor de los productos, los materiales y los recursos se mantienen en la economía durante el mayor tiempo posible, y en la que se reduce al mínimo la generación de residuos”, en lugar del clásico modelo lineal producir-consumir-tirar que nos abruma de residuos y esquilma, a la par que encarece, los limitados recursos naturales del planeta.

En cuanto al segundo de los ejes, se incidió en que la transición, en la que nos encontramos, hacia un modelo de economía circular desde el modelo de economía lineal del que somos herederos será asimétrico, dependiendo de la situación y comportamiento de las empresas, de la evolución de la demanda (es decir, de todos nosotros como consumidores/turistas) y de las presiones que se ejerzan desde el entorno institucional. En el sector turístico, pese a su resiliencia, las cicatrices que ha dejado la pandemia han sido particularmente severas, y cabe esperar que ello incida en el ritmo de la referida transición. Por otro lado, el turismo tiene un componente hedonista que hace que, por ejemplo, el consumo de agua per cápita sea muy superior a la media o que la separación de residuos sea más difícil: la sensibilización y concienciación del turista es, también, esencial, así como su grado de exigencia en esta materia. Por tanto, aunque esa exigencia de los consumidores/turistas sea cada vez mayor y las empresas tengan que adaptarse para darles cumplida respuesta (así es como funciona la economía de mercado), a buen seguro ese proceso sería demasiado lento considerando las urgencias (como las climáticas) que nos acucian. De ahí que las presiones del entorno institucional (particularmente de las Administraciones públicas como reguladoras del sistema económico) sean clave, y ese marco institucional a todas las escalas (europea, nacional y autonómica, e incluso más allá si pensamos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, como el  objetivo 12, relativo a una producción y consuno responsables) está ya, en buena medida, definido, de ahí que el futuro del turismo será circular o no será.

Por último, las acciones a acometer para avanzar hacia ese turismo circular pueden articularse a tres niveles: como destino (nivel macro), a nivel individual como empresa o establecimiento (nivel micro) y en colaboración con otras industrias con las que el turismo se relaciona (nivel meso). Esta última constituye la representación más genuina de una economía circular, que en el sector turístico queda patente a través de proyectos como el de “Hoteles Circulares” llevado a cabo en la isla de Mallorca, con una dimensión no sólo ambiental, sino también social y, por supuesto, económica.

Esto sería hacer lo correcto en el contexto actual, pero hemos de movernos, y rápido. A este respecto, es fundamental que los mensajes sean coherentes para que sean creíbles. Es difícil esta conciliación si, por ejemplo, a la par que nos hablan de emergencia energética, ahorro energético, pobreza energética y sufrimos el encarecimiento desorbitado de la energía, desde ciertos Ayuntamientos parece como si nada ocurriera o no fuera con ellos, en alusión, en esta época del año, al alumbrado navideño (aun con lámparas de bajo consumo): ¿es realmente imprescindible un mes y medio (o más) de campaña de Navidad?

 


(Post nº 426 en este blog)


jueves, 3 de noviembre de 2022

TURISMO Y PAISAJE

En no pocos destinos (como en la provincial de Huelva[1]) los paisajes (habitualmente ligados a Espacios/Parques Naturales) son un elemento clave de su oferta turística y la calidad percibida de la misma. En ocasiones es un elemento que, per se, moviliza. 

Se trata de paisajes antropizados, es decir, transformados por el ser humano a través de la interacción que mantiene con ellos: son paisajes que tienen gente, paisajes que producen, paisajes gobernados, paisajes con patrimonio y paisajes visitados, siguiendo la estructura de la agenda de investigación científica y de transferencia del conocimiento del CISPAC (Centro de Investigación Interuniversitario das Paisaxes Atlánticas Culturais), formado por las tres universidades de la Comunidad Autónoma de Galicia, en cuyas Jornadas de Presentación tuve la honra de participar recientemente[2], en concreto en el último de los campos citados; por tanto, en lo que al binomio paisajes-turismo se refiere.

En lo que sigue, se resumen algunas de las ideas y desafíos para el estudio de esos paisajes visitados que coloqué encima de la mesa (a la postre aplicables a cualquier destino).

1.-Aunque no es un tema nuevo en la literatura científica nacional e internacional, sí que ha ganado un mayor interés durante la pandemia (turismo al aire libre, en espacios abiertos, en la naturaleza, en grupos más pequeños, no masificado, el ecoturismo; veremos si estos cambios se consolidan) y ofrece numerosas oportunidades para un abordaje multidisciplinar (particularmente, desde mi óptica, en lo que respecta al papel del turismo en el desarrollo regional/rural). El estudio de las implicaciones del referido binomio está lejos de haberse agotado, con aplicación a los itinerarios culturales, los efectos del turismo de masas, la vertebración de una economía circular…; en suma, a la sostenibilidad (en sentido amplio) de los territorios afectados, incluso, yendo más allá, de su regeneración social y ambiental (turismo regenerativo).

2.-Como botones de muestra, la literatura científica más reciente (últimos cinco años), se ha centrado en aspectos clave como los que siguen (entre otros): sistemas sociales y ecológicos; evaluación de impactos; resiliencia; conservación; preocupación ambiental; valores; percepciones; cultura; comportamiento/actitudes del turista y sus determinantes; gobernanza; experiencia turística; imágenes/promoción; biodiversidad; sostenibilidad.

3.-Para generar experiencias auténticas con centro en esos paisajes visitados, es imprescindible integrar en su diseño a la gente que allí vive (las comunidades locales), el patrimonio (no sólo el natural sino también el cultural, tanto material como inmaterial, tangible como intangible) y los productos autóctonos ligados a ese territorio. Esa combinación de las dimensiones del concepto de autenticidad (humana/social, física/patrimonial y contextual, que incluye el paisaje), será la que dé lugar a productos únicos y diferenciados, generadores de valor económico a partir de un concepto de turismo responsable social y ambientalmente. Recordemos que es la combinación de recursos la que conduce a obtener ventajas competitivas duraderas en el tiempo.

4.-Lo anterior pasa por el establecimiento de un sistema de gobernanza del territorio que impulse un modelo de desarrollo turístico basado en:

*Las 3 Ss: Sostenible (consecuencia inevitable del cambio climático y de la aplicación de los principios de la economía circular), Smart (inteligente, es decir, soportado en una lógica intensiva en datos para entender mejor nuestros problemas y adoptar las mejores decisiones posibles a partir de las soluciones que las nuevas tecnologías ponen a nuestro alcance) y Seguro (como aprendizaje de la pandemia).

*Las 4 Ps, o Public-Private-People Partnerships, como modelo de co-gobernanza que trasciende los tradicionales partenariados público-privados (coordinación entre Administraciones públicas y la colaboración de éstas con las organizaciones empresariales que operan en un territorio determinado) y busca establecer mecanismos de integración de todos los grupos concernidos y, en consecuencia, una gran alianza con la sociedad en pro de un desarrollo turístico capaz de conciliar los intereses diversos existentes, de abajo hacia arriba: gobernanza con la gente, no para la gente. En esta línea, la integración de las comunidades anfitrionas en la toma de decisiones es clave[3].

5.-Todo lo anterior pasa por fijar un propósito para esa gobernanza, en el que la prosperidad, no solamente económica, de las comunidades receptoras de los flujos turísticos debe situarse en el centro de una nueva métrica del éxito, más allá de los indicadores cuantitativos al uso. Poner el foco en la atracción de turistas que sintonicen con ese propósito es, también, fundamental. Hemos de ser proactivos en este esfuerzo colectivo: no todos interesan para formar parte del futuro que se desea alcanzar. 

Corolario: Debemos convertirnos en arquitectos del futuro, no en sus víctimas. De forma análoga, debemos convertirnos en arquitectos del paisaje, no en víctimas de él. El Bosque de Oma, también conocido como el Bosque Pintado, en Euskadi, es un buen ejemplo[4].



 

miércoles, 12 de octubre de 2022

GOBERNANZA TURÍSTICA EN TIEMPOS CONVULSOS: ¿HACIA DÓNDE VAMOS?

Como este blog trata de ser un instrumento para la transferencia del conocimiento, se sintetizan seguidamente, a modo de decálogo, algunas de las ideas desarrolladas en mi conferencia de la sesión inaugural del XXII Congreso de la Asociación Española de Expertos Científicos en Turismo (AECIT), pronunciada el pasado 6 de octubre de 2022 en Ourense. 

1.-La pandemia ha dejado cicatrices en el sector turístico español, y su diagnóstico es clave a la hora de formular una estrategia para su recuperación, así como una nueva gobernanza capaz de implementarla.

2.-Pese a su acreditada resiliencia, esta crisis deja un sector más vulnerable económicamente por varias razones, entre ellas: mayor endeudamiento (las empresas turísticas han drenado casi 1.900 millones de euros de los fondos de la SEPI y de COFIDES para las empresas afectadas por la covid-19), no pocas empresas “zombis” (Jimeno de la Maza y Redondo Cristóbal, 2022) e insolvencias concursales, venta de activos (hoteles, ‘rent a car’) y grandes dificultades para encontrar mano de obra en cantidad y cualificación suficientes (una cierta huida de las actividades ligadas al sector que ha agudizado el desajuste entre la oferta y la demanda, más allá de lo que en otros países se conoce como la gran renuncia o la gran dimisión).

3.-En un entorno convulso, los datos del pasado verano, cercanos o incluso por encima de la pre-pandemia según destinos y reflejo del llamado “efecto champán”, no deben encandilarnos y ocultar la volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad del entorno actual (marcado por la inestabilidad derivada de conflictos bélicos, la inflación y su impacto en la renta disponible, los precios y la capacidad de consumo turístico, etc.), con una pregunta subyacente: ¿es la recuperación simplemente volver a las cifras de viajeros, pernoctaciones, tasas de ocupación, etc. de 2019? 

4.-El debate se encuentra polarizado entre los dos extremos de un continuo: la vuelta al modelo pre-pandemia (volumen, crecimiento) o la transformación de dicho modelo con base en una nueva métrica del éxito. ¿Qué cabe entender por recuperación, más allá del referido “efecto champán”? Por ejemplo, cuando se alude a la búsqueda de un “turismo de calidad”, como paradigma de esa transformación, ¿qué se quiere decir? ¿Tiene una connotación estrictamente económica, es decir, un turista con un mayor gasto medio diario, o quizás el turista de calidad es aquél que valora, respeta y minimiza el impacto sobre el medio natural y los modos de vida de las comunidades anfitrionas? No siempre el discurso (el del cambio) coincide con la realidad que podemos observar (la vuelta atrás con el más de lo mismo).

5.-La industria turística no podrá ser ajena a las 3S’s que van a marcar el futuro de la sociedad contemporánea: Seguridad (consecuencia de la pandemia), Smart (derivada de la revolución tecnológica, con la digitalización como, quizás, principal exponente) y Sostenibilidad, tanto social como ambiental (con el punto de mira puesto en el cambio climático y la aplicación de los principios de la economía circular). Quienes no se alineen con estos tres grandes motores del cambio quedarán, antes o después, fuera del mercado (de la sostenibilidad económica).

6.-Teniendo en cuenta los tres referidos vectores, en la configuración de los posibles escenarios post-pandemia intervendrán, principalmente, tres elementos: el comportamiento de las empresas, la evolución de la demanda y las presiones del entorno institucional.

7.-Entre las empresas siempre encontraremos líderes y seguidores, organizaciones proactivas y reactivas. La demanda, en términos cuantitativos, se ve afectada por factores que estimulan su expansión, pero también por otros que apuntan a su contracción; y en términos cualitativos se ve influida por la evolución de las preferencias y prioridades que se instalan en la sociedad, consecuencia de sus dinámicas de cambio. Y en cuanto al entorno institucional, las presiones coercitivas que emanan de la regulación que las Administraciones públicas ejercen son un factor decisivo (sin olvidar otro tipo de fuerzas) por su capacidad para guiar el comportamiento de los operadores turísticos. Este último factor se vislumbra como clave, sobre todo en lo que a la sostenibilidad se refiere: el avance que se espera no será tanto fruto de las presiones de la demanda (aunque existan segmentos más exigentes al respecto), como de las derivadas del entorno institucional (incluidas las normativas y miméticas, además de las coercitivas ya referidas).

8.-Un tejido empresarial dominado por una cultura reactiva ante estos cambios, con una demanda que se contrae y un bajo nivel de presión institucional conducirían a la situación pre-pandemia. Por el contrario, la proactividad de las empresas, la expansión de la demanda y la alta presión institucional favorecerían un avance rápido hacia ese nuevo modelo que muchos reclaman (me incluyo). Entre estos dos extremos se encontrarían situaciones de avance asimétrico en velocidad e intensidad del cambio.

9.-El último elemento con el que hilvanar este discurso es la gobernanza turística, sin la cual el referido cambio no será efectivo. La recuperación de la movilidad espacial de la población ha vuelto a poner encima de la mesa los problemas de la turismofobia, de los límites del turismo (¿dónde están?) y su desarrollo sostenible, de la política y planificación turística…de la gobernanza, en definitiva, sobre la que deberíamos preguntarnos qué hemos aprendido tras el trauma de la pandemia y qué debería cambiar. Necesitamos aún más perspectiva temporal para determinar el grado de aprendizaje que ha tenido lugar en cada destino, pero, a juicio de quien escribe, sí parece claro algo que debería cambiar, a lo que dedicaré el punto final de este decálogo.

10.-Más que de gobernanza, hoy se habla de co-gobernanza, es decir, de la colaboración público-privada, que es sinónimo de una gobernanza a dos. La cooperación entre las Administraciones públicas (púbico-pública) y de éstas con las organizaciones empresariales (público-privada) es necesaria, muy importante, pero no suficiente, porque no son los únicos actores concernidos. Una alianza con la ciudadanía es imprescindible, y más para la primera potencia turística del mundo. ¿Cabe definir el modelo de desarrollo turístico para un territorio sin quienes residen en él? El turismo no se hace por parte de los representantes políticos y empresariales para la gente del lugar, sino con ellos: para vs con, esa es la gran diferencia, y suele ser el eslabón perdido en los procesos de planificación turística. Identificar a los interlocutores de los grupos de interés del territorio en cuestión y articular mecanismos permanentes de participación, no sólo con voz sino incluso con voto en la toma de ciertas decisiones que condicionan severamente sus vidas, entraña una complejidad añadida, pero es la mejor manera de apostar por la turismofilia, es decir, de atajar la turismofobia, la desconfianza, el desapego, que tanto daño hacen. Algunos destinos ya lo están poniendo en marcha…algo empieza a cambiar. A la ecuación de los tradicionales partenariados público-privados deberíamos añadir un tercer elemento: la gente, los residentes en las comunidades receptoras de los flujos turísticos: la P de People.




(Post nº 423 en este blog)

jueves, 19 de mayo de 2022

EL DESTINO HUELVA, ¿HACIA DÓNDE VAMOS?

Este es el título de la mesa redonda en la que intervine el pasado día 11 de mayo, en el marco del Encuentro “Destino Huelva. Retos y Oportunidades”. De forma más elaborada, en lo que sigue intentaré plasmar las ideas que, de forma somera e incompleta, intenté transmitir durante mi intervención, necesariamente muy corta, en dicho evento, una aportación hecha desde el estudio, los datos y las ideas, como es característico de los académicos, pero no sin antes expresar mi reconocimiento y admiración por la resistencia de los profesionales del sector ante el imprevisto y brutal embate de la pandemia, así como a los servidores públicos que han prestado todo su apoyo para que el golpe pudiera ser encajado con el menor daño posible.

Ante un hecho que yo mismo he valorado y justificado como un antes y un después para el sector del turismo (post nº 309 del 17 de abril de 2020), resulta pertinente llegados a este punto de transición hacia la post-pandemia realizarse la pregunta de hacia dónde vamos, o quizás mejor hacia dónde deberíamos ir a partir de un análisis de los posibles escenarios que nos aguardan, cargados de incertidumbre. No obstante, no es ni mucho menos la primera vez que algunos nos interrogamos acerca de ello, dando incluso pie a un libro que escribí hace nueve años, que estimo aún sigue teniendo cierta vigencia y que puede descargarse gratuitamente desde: https://alfonsovargassanchez.blogspot.com/2013/10/el-turismo-en-la-provincia-de-huelva-de.html

En este momento histórico, la respuesta a la referida pregunta debe contemplarse en un doble plano desde un punto de vista temporal: a corto plazo y a medio/largo plazo.

A corto plazo, a cortísimo pensando en la inminente campaña estival, contando con la experiencia del verano pasado y una situación presente mucho mejor desde el punto de vista sanitario y en cuanto a la movilidad nacional e internacional desde nuestros principales mercados emisores, aún con la prudencia que el entorno impone (no sólo por la evolución de la pandemia, sino por la de la economía y el impacto de conflictos geopolíticos que están en la mente de todos), lo más verosímil es pensar en un verano en el que los volúmenes de viajeros y pernoctaciones estén en, o se acerquen mucho a, los niveles pre-pandemia, tomando 2019 como referencia. A nivel de rentabilidad la apreciación que cabe hacer es más dudosa, teniendo en cuenta el lastre que arrastran las empresas tras dos años que han dejado cicatrices que tardarán más en curar, aparte de tener que soportar un aumento en los costes al hilo de una inflación que alcanza tasas que habíamos borrado de nuestro imaginario, que también impacta en la capacidad de gasto de los clientes (*). Pese a todo, el ahorro embalsado (con la erosión acrecentada a que lo somete la inflación que estamos sufriendo) y el desbordamiento de la demanda por el ansia de volver a viajar (llamado efecto “champán”, ya citado en posts del pre-verano 2021: https://alfonsovargassanchez.blogspot.com/2021/05/vuelve-el-turismo-tal-y-como-era-antes.html - https://alfonsovargassanchez.blogspot.com/2021/06/el-reinicio-del-turismo.html) hacen pensar que esta campaña estival será muy buena, teniendo en cuenta, además, que el destino Huelva es menos dependiente del turismo internacional, que necesitará algún tiempo más hasta su completa recuperación. De hecho, en el primer trimestre del 2022 los alojamientos de turismo rural ya muestran valores superiores a la pre-pandemia (2019), que confiemos en que se consoliden: https://alfonsovargassanchez.blogspot.com/2022/04/algunos-indicadores-del-turismo-en-la.html

Una interrogante mayor se abre respecto a lo que pueda acontecer después del verano, si bien, en todo caso, será en el medio/largo plazo en el que veremos la auténtica transformación que se avecina y que considero vendrá marcada tanto por una serie de factores externos que afectan al sector en su conjunto, como por factores internos, es decir, particulares del propio destino y de las decisiones que en él se tomen.

Respecto a los factores de carácter general, pondría el acento en tres:

*Cómo la pandemia ha alterado el comportamiento de turistas y residentes en los destinos.

*La aceleración y convergencia tecnológica (que habitualmente resumimos en la palabra digitalización).

*El mayor énfasis en la sostenibilidad social y ambiental (con especial énfasis en la aplicación al turismo de los principios de la economía circular). A este respecto, cabe lamentar que el anticipo de las elecciones autonómicas no haya permitido aprobar la ley de economía circular de Andalucía, cuyo proyecto estaba en tramitación parlamentaria.

El futuro del destino Huelva irá inexorablemente ligado a su capacidad colectiva para interiorizar la trascendencia de este triple reto y de prepararse para afrontarlo. No incidí en estos factores al ser, particularmente los dos primeros, objeto de las otras dos mesas redondas configuradoras de este Encuentro.

En cuanto a los factores específicos del destino, su habitual inercia limitada a una promoción recurrente se ha visto alterada por una decisión que, precisamente, se ha materializado durante la pandemia: la adhesión a la red de Destinos Turísticos Inteligentes (DTIs) que lidera SEGITTUR (Sociedad Estatal para la Gestión de la Innovación y las Tecnologías Turísticas), formalizada el 03/06/2021. La considero como la decisión más importante adoptada en los dos últimos lustros a nivel del turismo provincial, a la que ya se habían sumado previamente los ayuntamientos de Ayamonte (27/02/2019) y La Palma del Condado (17/12/2020), y a los que se han agregado después el de Cartaya y la Mancomunidad de Islantilla (ambos con fecha 28/02/2022), lo que requerirá una cierta coordinación entre todos ellos (y los que puedan venir). La lista completa de miembros de esta Red, muy extensa (¿era posible seguir estando fuera y, una vez más, aislados?), puede consultarse en: https://segittur.wolfcrm.es/images/public/crmv3_segittur/source/ListadoMiembrosRedDTI/Miembros_Red_DTI_20220228.pdf

El camino hasta llegar a cumplir los estándares de las normas que regulan la figura de los DTIs (ver https://www.segittur.es/destinos-turisticos-inteligentes/proyectos-destinos/normalizacion-destinos-inteligentes/) es largo, pero ya se cuenta con un diagnóstico del punto de partida y se han producido cambios organizativos con la creación a nivel provincial de la Unidad de Innovación Turística y el Hub Turismo e Innovación. Veremos hasta donde se consigue avanzar y en qué grado la lógica de tomar decisiones (también en promoción) con una base intensiva en datos termina aplicándose, pero al menos se abre una nueva dinámica para sistematizar el trabajo en cinco ejes: tecnología, innovación, accesibilidad, sostenibilidad y gobernanza, siendo este último clave como palanca para impulsar todos los demás. Complementar la promoción con la gestión del destino a través de un ente que marque las directrices a seguir, a partir de su capacidad para vertebrar una cooperación efectiva entre Administraciones públicas, organizaciones empresariales, agentes del conocimiento y ciudadanía en general, supone un gran paso adelante, en la línea de lo que vienen realizando los destinos más punteros.

Algo que deberíamos haber aprendido de la crisis de la COVID-19 es la importancia de la cooperación para ser más resilientes, para lo cual necesitamos dotarnos de ese mecanismo de gobernanza que ponga la tecnología y la innovación al servicio de la sostenibilidad y la accesibilidad, así como el establecimiento de una nueva métrica del éxito bajo el entendimiento de que el turismo de las cantidades ni es necesariamente sinónimo de rentabilidad empresarial ni, como fin último, de calidad de vida de los ciudadanos.

Poner en marcha ese mecanismo de gobernanza es, a mi juicio, el más desafiante de los retos, por la dificultad de equilibrar los intereses de los múltiples grupos que conforman el mosaico del destino turístico, cada vez más complejo por la cantidad y diversidad de los mismos, sus interrelaciones y la autonomía de cada uno de ellos para tomar sus propias decisiones. Es un problema de esos que en la literatura científica se conoce como “malvado”, cuyo manejo requiere de intervinientes con capacidad y voluntad para llegar a alcanzar una visión de conjunto (sistémica) del destino y su contexto a partir de un análisis honesto de las diversas partes implicadas, sus intereses y sus dinámicas; que hagan posible la creación de un clima de confianza y colaboración, con empatía y capacidad para escuchar a los demás con la mente abierta; que defiendan sus planteamientos con asertividad para poder llegar a co-crear soluciones que requerirán de un enfoque iterativo y experimental: aprenderemos haciendo el camino. Buscar este perfil en los participantes es clave: lo contrario arruinaría el proceso. El hacia dónde vamos (la construcción de una nueva realidad o no, abrazar el cambio o el statu quo) dependerá mucho de las personas que sean llamadas a definirlo.

Como corolario de todo lo anterior, se ofrece a continuación un decálogo de ideas sobre el tema que nos ocupa:

1.-La respuesta a esa pregunta requiere tener una visión clara del modelo que colectivamente queremos (si la tenemos, ¿es conocida y compartida ampliamente?) y una comunicación efectiva (interna y externa) que permita comprenderla y ayude a alinear los esfuerzos. Las acciones dispersas y descoordinadas no nos llevarán más que a dilapidar recursos escasos (generalmente públicos). Esto nos conduce a la importancia de crear mecanismos formales y de amplio espectro (el turismo no sólo concierne a políticos y empresarios, por relevantes que sean) para la gobernanza del destino.

2.-Requiere de una marca reconocida que inspire y diferencie, que permita crear una narrativa cautivadora y un mensaje coherente, articulado, que conecte con los segmentos del mercado a los que se desea llegar: ¿la tenemos ahora?

3.-Para hacer realidad esa visión, la promoción es necesaria pero no suficiente. La peor apuesta que cabe hacer es vender un paraíso que luego el turista no encuentra por carencias en la gestión (limpieza, servicios en las playas, transporte público, formación profesional, etc.). Esta es otra manifestación de la trascendencia de una gobernanza multinivel (cooperación entre Administraciones públicas y público-privada). Los datos anuales de la última Encuesta de Coyuntura Turística de Andalucía (2021) son una buena (y preocupante) muestra de ello, en concreto la calificación del viaje realizado por los turistas: https://www.juntadeandalucia.es/institutodeestadisticaycartografia/badea/operaciones/consulta/anual/2424?CodOper=b3_271&codConsulta=2424

4.-Si atendemos al factor persistentemente más valorado en dicha Encuesta (nuestro patrimonio natural), la eco-sostenibilidad (ligada al concepto actual de turismo regenerativo) podría ser el eje central del modelo hacia el que se debería ir. No sólo se trata de hablar y vender la sostenibilidad ambiental del destino, sino de demostrarlo con acreditaciones de entidades externas (los estudios señalan que los sellos que identifican las buenas prácticas en temas de sostenibilidad son el atributo más relevante para definir un destino sostenible), dando más protagonismo a segmentos turísticos y empresas con este marchamo, con un plan provincial para avanzar en un turismo circular, etc. Como muestra comparativa, véanse los datos sobre certificaciones de calidad que aparecen en la siguiente tabla, que deben estimularnos a avanzar más en esta línea de trabajo dada nuestra mejorable posición relativa:


5.-Deberíamos ir hacia un modelo que corrija las carencias que repetidamente manifiestan los datos (de fuentes secundarias) disponibles (la estacionalidad, por ejemplo), a la vez que se incide en mantener la alta valoración que merecen atributos como el alojamiento. Tomarlos cuando nos favorecen y rechazarlos cuando no nos gustan los resultados que arrojan las fuentes oficiales no ayuda a avanzar. Los sucesivos CUADROS DE MANDO DE LA PROVINCIA DE HUELVA COMO DESTINO TURÍSTICO pueden consultarse AQUÍ

6.-También deberíamos ir a un modelo que refuerce la conectividad entre Administraciones públicas, empresas, agentes del conocimiento y ciudadanía. Particularmente con relación a estos dos últimos, nuestra radiografía refleja una aguda desarticulación.

7.-No iremos a ninguna parte si nos instalamos en la autocomplacencia y en la parálisis del análisis redundante. Desde el realismo (ni optimismo ni pesimismo, sino equilibrio), es tiempo de compromisos concretos y de acción. Sin autocrítica no hay progreso, sin que eso signifique no reconocer y dar valor a los progresos que se hayan hecho.

8.-La expectativa no debe ser tanto la de llenar el destino, como la de llenarlo de aquellos clientes cuyo perfil nos interese, con una base diversificada para ganar en resiliencia.

9.-Sí, iremos hacia donde el viajero (el que nos interese atraer) nos marque en cada momento -de ahí la importancia de monitorizar la demanda para conocerla mejor con datos útiles para la toma de decisiones: ¿desde cuándo, por ejemplo, no se hace una encuesta específica para la provincia de Huelva?-, pero dentro de los límites que la ciudadanía establezcan a través de los mecanismos de participación que una gobernanza mucho más abierta ponga en marcha. Necesitamos turismofilia y prevenir la turismofobia. El turismo y su gobernanza no es sólo tarea de los responsables públicos y de las organizaciones empresariales, por importantes que sean (que lo son): ha de integrar a todos los grupos de interés, particularmente a las comunidades locales: el turismo no se hace para los ciudadanos, sino con ellos. ¿Cómo puede ser socialmente sostenible si no integra este eslabón perdido? (https://alfonsovargassanchez.blogspot.com/2022/04/el-eslabon-perdido.html). Para todo ello el modelo DTI debe ser de gran ayuda (¿será que los cientos de miembros de esta Red, algunos de ellos con bastantes años de experiencia y ya certificados como tal, están equivocados?).

10.-Una sociedad volcada hacia el turismo tiene que ser una sociedad educada para el turismo. Otra razón más para involucrar a las comunidades locales en su conjunto.

Y una pregunta final, ¿por qué Huelva es persistentemente, según la fuente ya referida de la propia Junta de Andalucía (IECA), la provincia con menor gasto medio diario, y con diferencia? Corregir esto también debería formar parte de hacia dónde deberíamos ir, porque, aparte del turismo residencial, esto tiene que ver con el tipo de público que somos capaces de atraer y la oferta que le realizamos para que gaste. Una oferta experiencial innovadora movilizará a la demanda si, además, se comercializa a través de canales que aseguren que llega a sus destinatarios (https://alfonsovargassanchez.blogspot.com/2022/04/enfoques-emergentes-post-pandemia-en-el.html). Por ejemplo, ¿para cuándo la adhesión de la Ruta del Vino del Condado a las Rutas del Vino de España, con lo que ello conllevaría de paraguas promocional a escala nacional e internacional? ¿Será, también en este caso, que todas las rutas adheridas están erradas? Formando parte de estas potentes redes es más fácil ser visibles, existir, en un mercado tan competitivo. Hacia ahí debemos ir también, a la vez que nos desprendemos de ciertos mitos domésticos para contentar a la parroquia. Pero esto queda para una próxima ocasión, si es que la hay.

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(*) Días después, el Sr. Gabriel Escarrer, que no necesita presentación, se expresaba en términos muy similares: https://www.hosteltur.com/151588_escarrer-advierte-de-merma-de-margenes-significativa-en-muchas-empresas.html


(Post nº 410 en este blog)


lunes, 11 de abril de 2022

ENFOQUES EMERGENTES POST-PANDEMIA EN EL MERCADO TURÍSTICO: LA CALIDAD

Anticipar comportamientos en las ciencias sociales (y el turismo lo es) es extremadamente complejo al entrar en juego un factor esencial: el ser humano y su libre albedrío. Cada caso es único, de ahí la trascendencia que para las empresas prestadoras de servicios turísticos tiene la capacidad de adaptación para acercarse lo más posible al desiderátum de la personalización.

No obstante, cabe identificar tendencias en esos comportamientos, ahora con más fiabilidad gracias a las herramientas tecnológicas disponibles para la inteligencia competitiva, tipo big data. Y esto es relevante, porque los estándares de calidad los marca la clientela, que evoluciona.

Las empresas (como los destinos) triunfan o fracasan en función de que sean capaces de ofrecer al cliente lo que éste desea y busca en cada momento. Un cliente que es híbrido, con prioridades de gasto distintas en función del tipo destino (urbano o rural, por ejemplo), de la compañía (con niños o sin ellos, pongamos por caso), con pautas de comportamiento distintas según las circunstancias (marcadas por la seguridad sanitaria o de cualquier otro tipo, por poner otra casuística), etc.

En este último caso (aplicado al antes, al durante y al después de la pandemia) uno tiene la sensación, a menudo, de que los deseos se confunden con la realidad, al menos con la del momento. La recuperación (cuándo, cómo, cuánto) tras este trauma es el gran tema, tratando de anticipar y de adaptarse a los enfoques emergentes de un nuevo tiempo que nos exige otear el horizonte más allá del desbordamiento (llamado por algunos el “efecto champagne”) de un corto plazo en el que la recuperación del tiempo perdido es lo que manda, sin muchos matices más allá de lo cuantitativo.

Las empresas cambian fruto de sus estrategias, pero esas estrategias se ven condicionadas por una serie de fuerzas que las hacen evolucionar. En concreto las provenientes:

*Del entorno institucional, en el que destacadamente las Administraciones públicas, con su acción coercitiva a través de las leyes y reglas que dicta, las están empujando en la línea de la sostenibilidad ambiental (también la social, aunque diría que menos) y la economía circular, siendo que en esta transición (sobre todo ecológica) la innovación tecnológica (y no sólo digital) desempeña un papel fundamental.

*De las organizaciones profesionales y empresariales, que, con los valores y principios que asumen en sus códigos de conducta, también pueden ejercer una influencia poderosa en las estrategias de sus miembros afiliados, que necesitan sentirse aceptados por sus pares.

*De las empresas líderes, que a través de la identificación de sus buenas prácticas y de los modelos que han funcionado bien (o a la inversa), ejercen una presión mimética a tener muy en cuenta también. Siempre han existido líderes y seguidores.

Este esquema ayuda a explicar estos procesos de cambio y la búsqueda de la legitimidad social, en el que el ciudadano-cliente-turista no está ausente: bien al contrario. A las empresas se les atribuye también la tarea de sensibilizar, concienciar, educar, motivar a sus clientes-turistas, como parte de un comportamiento responsable con las prioridades ambientales y sociales que están marcando la agenda europea y española con carácter general (un comportamiento incluso regenerativo, yendo un paso más allá). Hasta qué punto ese cliente-turista esté dispuesto a participar y a contribuir (pagar) es algo que se seguirá monitorizando y analizando, aunque en cualquier caso no estamos ante un suceso, sino ante un proceso que llevará su tiempo, más con unos tipos de destinatarios que con otros.

Pero estas no serán las únicas tendencias comportamentales ni, por tanto, los únicos enfoques emergentes que afecten a los estándares de calidad, una calidad por la que todos dicen apostar. Los indicios ya apuntaban, y estimo que la pandemia los ha reforzado, en favor de la autenticidad (apartándose de lo artificiosamente creado para el turista) y el significado de las experiencias (con un sentido transformador de la persona), la regeneración física y también mental (ligada con la espiritualidad), la vuelta a lo natural y tradicional, al contacto respetuoso con las comunidades de acogida…No todo vale en turismo: el retorno económico vendrá ligado al retorno ambiental y social. Ya no podemos verlo de otra forma: ese es el nuevo turismo de calidad, hasta diría el nuevo concepto de lujo.

Como siempre, porque es lo que marca las diferencias, lo importante no es decirlo sino hacerlo, aunque ello pasa por tener bien identificado el camino a seguir en función de la clientela que se pretende atraer, lo que no ocurre inexorablemente.



(Post nº 408 en este blog)

También en Hosteltur: https://www.hosteltur.com/comunidad/005029_enfoques-emergentes-post-pandemia-en-el-mercado-turistico-la-calidad.html

viernes, 1 de abril de 2022

EL ESLABÓN PERDIDO

Aún con todas las incertidumbres que nos acucian, pese a que sin haber salido aún de la devastadora crisis de la pandemia ya estamos inmersos en otra de consecuencias que todavía no podemos mensurar cabalmente, pese a que los problemas seguirán sucediéndose, la industria turística ha salido y saldrá adelante: el deseo de viajar es patente, del mismo modo que la voluntad de no renunciar a dejar de satisfacer esta necesidad, de un modo u otro según las circunstancias.

La recuperación del turismo puede tomar dos vías: la de hacer más de lo mismo (la pandemia no ha sido más que un paréntesis traumático, y volvemos a la senda que traíamos) o la de hacer algo nuevo, tratando de corregir los excesos e impactos negativos (tanto de tipo ambiental como social) de ese pasado reciente. Este es un asunto complejo, con las aristas propias de intereses diversos y hasta contrapuestos, cuya resultante dependerá de la correlación de fuerzas que se dé en cada destino: del entorno institucional y las presiones que ejerza, de la cultura empresarial, del comportamiento y exigencias de los turistas…Y aquí es donde entre en juego el modelo de gobernanza que se aplique.

De la misma manera que la gestión del turismo no puede desligarse del urbanismo, del medioambiente, de la cultura, del deporte, de los servicios públicos en general (el turista es como un residente temporal), dicha gestión no se hace sólo para el turista y las empresas del sector, sino también para quienes allí residen de forma permanente con vistas a mejorar su calidad de vida.

Y este último elemento suele ser el eslabón perdido (de ahí el título de este post) en los procesos de planificación turística, o en el mejor de los casos dejado en un plano muy secundario. Cuando se habla de gobernanza turística y su mejora se alude a la necesidad de nuevos modelos de participación ciudadana y concertación público-privada, pero, hasta donde llega mi conocimiento en la materia, los avances en la introducción de mecanismos permanentes de participación efectiva del ciudadano-residente (y no sólo para ser escuchado) son aún muy limitados o nulos, aunque existen excepciones de destinos que ya han empezado a recorrer ese camino.

Reparemos en que ese camino no es otro que el de la sostenibilidad social; el camino de la generación de turismofilia, no de turismofobia; el camino de construir un destino no para la gente (entre representantes de las administraciones públicas y de las organizaciones empresariales), sino con la gente (con la complicidad y contribución de las comunidades de acogida).

Además de ser quien vota y elige a sus representantes políticos, el residente en esas comunidades, si se identifica con el proyecto, puede llegar a ser el mejor embajador del mismo: además de con pasión, lo venderá gratis allí donde vaya y con el efecto multiplicador que hoy confieren las redes sociales, los blogs, etc. También gastan en negocios ligados al turismo como los de restauración, entre otros (¿qué otros clientes había durante los momentos más duros de la pandemia?) y llevan familiares y amigos a los mismos. Son potenciales emprendedores, generando flujos de abajo hacia arriba para el desarrollo del turismo, además de un elemento indispensable para avanzar en la aplicación de los principios de la economía circular, es decir, para minimizar los impactos ambientales. Esas comunidades locales son las depositarias del patrimonio cultural (modos de vida, costumbres, oficios tradicionales…) que define la idiosincrasia y autenticidad del destino; son quienes, en buena medida, cuidan del patrimonio natural del mismo, que sienten como suyo. Contribuyen decisivamente a formar la imagen del destino que los visitantes se llevan consigo al interactuar con ellos, ya sea como trabajadores del sector, como anfitriones o porque simplemente comparten espacios y servicios públicos. Los residentes, por su apego a la comunidad de que forman parte, son un factor esencial para aumentar la capacidad de resiliencia del destino.

Por tanto, si aceptamos lo antedicho acerca de la importancia de que los residentes se identifiquen con el modelo de desarrollo turístico para su ciudad, mancomunidad, comarca, provincia, el correlato lógico sería vertebrar mecanismos estables de participación, no sólo para darles voz, sino incluso para que pudieran tener su propio espacio e influencia en la toma de decisiones. No se trata sólo de preguntarles sobre asuntos que afectan a sus vidas cotidianas (qué menos, ¿no?), sino, hasta cierto punto, de empoderarles.

Cierto es que existe un problema de legitimidad para identificar qué colectivos son los que mejor representan a esas comunidades de acogida, pero para eso está la experiencia de destinos que han abordado esta cuestión y el aprendizaje que puede obtenerse de los mismos. Por ejemplo:

-En la ciudad de Barcelona existe un órgano de participación denominado “Consejo de Turismo y Ciudad”, en el que la mayor de sus miembros son representantes de entidades e instituciones vecinales, además de expertos del ámbito profesional y académico y técnicos municipales. Sus resoluciones no son vinculantes pero sirven de base para la toma de decisiones en el Pleno del Ayuntamiento.

-En la ciudad de Sevilla, al hilo de la movilización liderada desde su Ayuntamiento para afrontar los efectos de la pandemia sobre el turismo y su recuperación (el llamado Plan 8), se ha puesto en marcha el “Consejo Local de Turismo”, concebido como un instrumento de diálogo, participación y concertación que suma a los agentes turísticos tradicionales, las entidades vecinales, religiosas, sociales, militares o universitarias, así como al resto de las administraciones públicas.

-En Venecia (Italia) también existe un órgano de participación de amplio espectro, denominado “Consulta per il turismo”.

-En Portugal, la ciudad algarvía de Loulé hace años que apostó por un modelo de turismo creativo (“Loulé criativo”) en el que la pieza clave es la implicación de la población local.

-En la localidad portuguesa de Óbidos, sus residentes juegan un papel fundamental a la hora de decidir la frecuencia de los eventos que allí se organizan, para lograr un equilibrio con su ritmo de vida habitual.

-Etc.

La invitación a vertebrar un modelo de gobernanza que nos permita incorporar ese eslabón, en tantos casos perdido, está servida. No bastan los habituales partenariados público-privados (las 3Ps), es decir, entre administraciones públicas y organizaciones empresariales: necesitamos articular una gran alianza con la sociedad en su conjunto, lo que me he permitido en llamar el modelo de las 4 Ps: Public-Private-PEOPLE-Partnerships. Ya hay quienes lo han encontrado y están haciendo buen uso de él. Ahora que tanto se habla de turismo inteligente, no sería tal si no se siguiera esta senda, sin perjuicio del contexto singular y las particularidades propias de cada destino.

Fuente: Pexels

También en Hosteltur: https://www.hosteltur.com/comunidad/005018_el-eslabon-perdido.html

(Post nº 406 en este blog)


miércoles, 16 de febrero de 2022

ENTREVISTA PARA 'EL CASTOR'

Concretamente para el programa 'Altavoz-Turismo' de este canal de viajes mexicano, conducido por el periodista Edgar Morales y emitido el jueves y el domingo de la semana pasada. Se reproducen seguidamente las preguntas formuladas y mis respuestas.

1.- ¿Por qué en esta etapa inter-pandémica los destinos deben saber gestionar la carestía?

El precio es siempre una variable estratégica a tener presente, si bien en esta etapa debe considerarse con especial cuidado a tenor de sus peculiaridades. 

Por un lado, es un tiempo de recuperación de la confianza en los viajes y, aunque es cierto que existe una demanda embalsada muy importante que ha estado contenida durante la pandemia, el precio es una variable esencial para poder estimularla y recuperar los niveles previos al desastre sanitario que aún estamos sufriendo. 

Por otro lado, la crisis sanitaria ha llevado pareja una crisis económica global que ha hecho que la capacidad de gasto de muchos turistas potenciales se haya visto mermada, de ahí que la sensibilidad al precio sea mayor en amplios segmentos de la población. 

En suma, el deseo de viajar debe ponderarse en función de la disponibilidad económica para hacerlo. 

2.- ¿En qué consiste la gestión de la carestía y cuáles serían los puntos más importantes de esta estrategia?

Debe tenerse en cuenta que este factor de la carestía tendrá una incidencia diferente según el posicionamiento estratégico de cada destino turístico, es decir, del tipo de cliente al que sus empresas se orientan y del tipo de producto que ofrecen. Como consideración general, diría que el mercado se ha vuelto más dual, polarizado entre un turismo de lujo, donde el factor carestía es menos relevante, y un perfil “low-cost” en el que el precio es la variable más determinante en la decisión de compra. Como consecuencia, el segmento que se encuentra entre ambos se ha achicado.

Esta pandemia puede representar un antes y un después para muchos destinos. Las crisis siempre abren ventanas de oportunidad para repensar el modelo de desarrollo turístico y dar una mejor respuesta a desafíos de enorme calado como los de la sostenibilidad (ambiental y social) y la digitalización (es decir, la revolución tecnológica en marcha). Y para ello se necesita que el desbordamiento que se producirá a corto plazo con la eliminación de las restricciones a la movilidad y el fin de la pandemia no nos impida proyectar una visión a largo plazo para el destino, de la que la gestión de la carestía formará parte. La gran cuestión estratégica es si vamos a competir en precio y volumen, o si el destino va a buscar diferenciarse con una propuesta de valor única. O sea, si seguiremos básicamente igual que antes de la pandemia o nos esforzaremos por evolucionar y cambiar.

3.- ¿Qué plan sugiere para acercar e incluir a los residentes en el tema turístico?

El punto de partida es no olvidar que la implicación de las comunidades de acogida en la definición y ejecución de los planes de desarrollo turístico es esencial para avanzar hacia modelos socialmente sostenibles. A mi juicio, la pandemia ha hecho más evidente aún la necesidad de articular una gran alianza con la sociedad, en un sentido amplio, para impulsar la recuperación sobre bases más sólidas: además de ciudadanos y votantes, los residentes son parte indisociable de la experiencia turística, pueden ser los mejores embajadores del destino e incluso, como hemos visto durante este tiempo tan dramático, clientes de las empresas del sector. El foco no debe estar en el simple aumento del número de turistas y pernoctaciones, sino en mejorar la calidad de vida de quienes residen en el destino, generando turismofilia, no turismofobia. 

El plan, por tanto, giraría en torno a dos grandes ejes: una nueva métrica del éxito en la línea antes apuntada, más cualitativa que cuantitativa, y modelos de gobernanza que vayan más allá de los tradicionales partenariados entre Administraciones públicas y organizaciones empresariales (o modelo de las 3 Ps, es decir, lo que se conoce como public-private partnership) e incluyan en la toma de decisiones a las comunidades locales (o modelo de las 4 Ps, esto es, public-private-people partnership). El turismo no se hace para la gente que habita en un determinado lugar, sino con ellos. Esta sería la síntesis: no pueden correr la 'suerte' de ser como un eslabón perdido, que queda marginado o en un plano muy secundario.

4.- ¿Conoce algún caso de éxito donde se haya incluido de la mejor manera a los locales en el tema turístico?

Existen experiencias de “community-based tourism” muy interesantes en lugares donde las comunidades indígenas se han auto-organizado para compartir su cultura y modos de vida con los turistas. Son manifestaciones de la interacción entre ambas partes que nos acercan a la idea de un turismo más responsable.

Aparte de estos casos, me gustaría destacar que la metodología de la Red de Destinos Turísticos Inteligentes que promueve la Secretaría de Estado de Turismo del Gobierno de España y SEGITTUR (la Sociedad Estatal para la Gestión de la Innovación y las Tecnologías Turísticas) incluye modelos de gobernanza participativos en los que las comunidades receptoras han de ser parte activa. A este respecto, cabe señalar los casos de Cozumel y Tequila, en México, como miembros de dicha Red.

5.- ¿Existe alguna alternativa para que la Academia trabaje de manera más estrecha con las organizaciones público-privadas?

Como en cualquier “matrimonio” es cosa de dos, pero por la parte que me toca, y pese a que haya podido haber avances, creo que desde la Academia es preciso repensar la orientación que se da a la labor investigadora que se realiza y también dar más importancia a la transferencia de los resultados de la investigación a las empresas, las Administraciones públicas y la sociedad en general. Las publicaciones científicas no llegan a los agentes públicos y privados del sector, y si lo hacen el lenguaje no es el adecuado. Considero que desde las universidades tenemos que hacer un esfuerzo mayor para aproximarnos a las necesidades de esos agentes y para hacer pedagogía con fórmulas que permitan una comunicación más efectiva. También en este caso, trabajar con ellos, no para ellos, es clave, a través de iniciativas colaborativas.



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Puede encontrarse una nota en la web de 'El Castor Viajes': https://elcastorviajes.com/academicos-del-turismo-les-urge-transformarse/

El video completo está disponible en mi canal de Youtube.

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(Post nº 402 en este blog)


martes, 8 de febrero de 2022

TOWARDS A TOURISM INDUSTRY TURNAROUND: THE NEED FOR A NEW METRIC OF SOCIAL SUCCESS

This is the title of one of my last papers, published and accessible at: 

https://www.emerald.com/insight/content/doi/10.1108/WHATT-10-2021-0135/full/html

In this article, I present and explain the need for a tourism industry turnaround combining changes in its governance and in its social success metric. Although the debate was ongoing before the pandemic with the sustainability approach as the main reference, the crisis caused by the SARS-CoV-2 virus has multiplied and amplified the voices calling for a change in order to counteract the inertia of a return to the pre-pandemic “business-as-usual” scenario. A review has led to a proposal that combines a tourism governance framework and its principles, with a conceptualization of social success and guidelines for building a metric for its measurement. This resides mainly in a transition from a public-private partnerships (3Ps) model to a new scheme of public-private-people partnership (4Ps). The P for “people” represents the need for an alliance with society to contribute to the recovery and transformation that the tourism industry is currently experiencing. In this process, local communities should be empowered to play an active role in it. In the proposal elaborated, host communities are the focus of its conceptual architecture. To date, analysis of the application of the 4Ps model to tourism is almost unexplored, despite the significant practical implications of a power re-balancing in decisions related to tourism planning and development. In addition, a social success-driven metric supported at the institutional level will contribute to redefining priorities in tourism destinations’/companies’ strategies.

In short, the need for tourism industry turnaround combining changes in its governance and in its social success metric is clear. This should be based on a transition from a public-private partnership (3Ps) model to a new scheme of public-private-people partnership (4Ps) where local communities should be empowered to play an active role in it.



(Post nº 401 in this blog)


domingo, 21 de noviembre de 2021

PROPUESTA PARA UN NUEVO MODELO TURÍSTICO

 Si asumimos que la apertura al turismo sólo se justifica como vía para lograr el “mejor vivir” de las comunidades locales, hacerlo sin la participación y el beneplácito de quienes en ellas habitan no parece la mejor opción. La satisfacción de las necesidades de las comunidades anfitrionas es parte indisociable de la pretendida sostenibilidad, pero, ¿cómo se determinan las necesidades de esas comunidades? No se trata de que otros hagan su particular interpretación de las mismas, sino de que los propios protagonistas, los residentes en los destinos, tengan cauces permanentes y eficaces de participación en la gobernanza turística, no sólo para dejar oír su voz, sino para influir en las decisiones que más directamente les afectan.

Por ello, mi propuesta es la de evolucionar hacia modelos de gobernanza basados en una colaboración ampliada, más allá de los tradicionales partenariados público-privados. Es decir, hacia un modelo con cuatro Ps: public-private-people partnership. Aunque su articulación no sea tarea fácil, en una sociedad democrática no se debería marginar la participación directa de la ciudadanía (la p de people). Los empresarios son muy importantes, pero no sólo ellos deben ser escuchados y tener influencia en la toma de decisiones de las instancias político-públicas: los equilibrios han de ser más amplios. 

Trabajar sobre estas 4Ps significa poner bases más sólidas para evitar la turismofobia, que afloró en la pre-pandemia y ya empieza a volver a asomar, con un modelo de gobernanza más complejo, pero más integrador, transparente y, por tanto, más inteligente. El turismo no se hace para la gente, sino con la gente, con todas esas personas que, como anfitriones, añaden valor a la experiencia del visitante, son portadoras de conocimiento, y mejoran el atractivo, así como la reputación, del destino.

En estos momentos, la pretendida recuperación, transformación y resiliencia del turismo necesita, más que nunca, una gran alianza social, es decir, de los apoyos de la sociedad civil para canalizar la turismofobia y convertirla en turismofilia. Y para ello es preciso situar a las personas en el centro de su arquitectura estratégica, en referencia, no ya a los turistas (que como clientes lo están per se) sino a los trabajadores (que se han ido alejando de esta industria en busca de mejores condiciones laborales y expectativas profesionales hasta el punto de escasear en determinados puestos) y a los residentes en los destinos (su calidad de vida).

En este sentido, es imprescindible instaurar en el sector una nueva métrica del éxito. El turismo no debe valorarse sólo a través de los tradicionales indicadores cuantitativos de crecimiento económico (número de viajeros y pernoctaciones, contribución al PIB y al empleo), sino que debe enfocarse hacia el “mejor vivir” referido al comienzo de esta propuesta.

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Versión en inglés disponible en: https://www.linkedin.com/pulse/proposal-new-tourism-model-alfonso-vargas-s%25C3%25A1nchez




(Post nº 394 en este blog)